Saber, poder, lenguaje y subjetividad constituyen y despliegan el modo extenso y de expresión de una relación de dominio que va desde el control del átomo hasta la opresión y explotación de la fuerza de trabajo. Max Weber encuentra en el capitalismo una relación social unificadora. La Modernidad es al capitalismo, la ética que le da viabilidad. Es decir, crecimiento, desarrollo, confort, bienestar, historicismo, cientificismo, eficientismo, actualidad, burocracia, etc; corolario hegeliano de “la odisea del espíritu por la historia”. Pura razón instrumental; o sea, los medios y los fines eficientes para el logro de un objetivo, sin tomar en cuenta nada más que la obtención de resultados. La posibilidad de vivir de otra manera queda anulada a favor del Dictat del capital. Además, muchos de los que dicen estar en contra del sistema dominante, cuando se les interroga a fondo sobre las alternativas del porvenir, suspiran profundo e imaginan un capitalismo social con “rostro humano”.
Marx decía, burlándose de ellos: “el dinero tiene rostro porque el señor caudales sólo tiene colmillos”. Giusepe Cocco, advierte que las formas de lucha contra el biopoder del capital deben ser simultáneamente globales y locales, entendiendo por local incluso a la fibra más íntima de la subjetividad individual. La crisis actual es una suerte de “interregno histórico”, parecido al paso del Medioevo a La Modernidad. Por tanto, el pensamiento y la acción deben exigirse la apertura a muchas voces radicales y anti-dogmáticas que den cuenta de realidades desiguales y heterogéneas; a la pregunta: ¿Cómo superar al capitalismo, rompiendo con la pobreza y la desigualdad, en condiciones de libertad eco-colectivas? Lenin decía que las propuestas de porvenir deben tomar en cuenta, grandes y pequeños pasos. Preguntarse siempre: ¿Qué será de la vida cotidiana si se toma tal o cual medida? Otra vez con Poe, “En cada detalle se oye reír al Diablo”.
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