Aquellos del viejo, del anciano mundo, empeñados como siempre en el arrebato ven limitados sus tentáculos. Y el del norte ve perplejo como se le alzó el “patio trasero”. Ya no pueden sostener los subterfugios y engaños de siglos. Los dominados de ayer se levantan llenos de ira y la esperanza de lo posible se corre a viva voz y de pueblo en pueblo. Entonces acuden a la grosera cayapa armamentista que sólo sirve para ahogar voces y propósitos libertarios.
La España de castañuela y pandereta no aguanta el tropel de gobiernos que miran al pueblo por encima del hombro. Como dicen por aquí, se les acabó el pan de piquito. Hoy como ayer las salvajadas del capitalismo, devenido en neoliberalismo, se les han venido encima. Un sistema, originariamente perverso, no tiene (nunca tuvo) respuestas a una población que ya no soporta apariencias, desigualdades, displicencias, mojigaterías, poses y sobre todo un falso desarrollo. Los movimientos sociales, especialmente su juventud, los han desnudado. Allá, bajo la reciedad y el realismo de los “indignados”, no solamente se caen las máscaras. Se abren caminos para las respuestas que vendrán.
Aquí guapeamos todos los días con el mismo enemigo de allá. Coraje popular para sacarlos de raíz. Oligarquías y apátridas, marionetas manejadas por sus amos del norte. Tanta obediencia los desquicia al término de traicionar a su propia patria.
Mientras allá luchan contra los rancios modelos, aquí abrimos puertas y ventanas a la creatividad y construcción de una nueva vida. Allá los indignados, que son millones de cansados, desempleados, obstinados, con futuro incierto y aferrados a su fuerza y resistencia. Aquí, con una América que se empina con sus miles de almas hacia mejores tiempos. Aquí, con un Presidente Chávez que con su coraje y ejemplo levanta pueblos y nos acompaña a convertir en realidad sueños ancestrales. Allá la decadencia. Aquí sembrando el porvenir.
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