¡Qué pestilencia!

“Que el fraude electoral jamás se olvide.

Ni tampoco los miles de muertos inocentes”

Las cloacas abiertas en México hacen que el territorio parezca suelo minado de Afganistán. Todos los días se abren nuevas cañerías hediondas y jamás se cierran, simplemente pasan al olvido, acostumbrados ya a su olor nauseabundo. La pareja formada por Felipe Calderón y Elba Ester Gordillo, otrora firme e indisoluble, muestra grietas que, en su fragoroso desenlace, deja la huella indeleble de la corrupción y la prevalencia de los afanes de poder por encima del interés nacional. Todo indica que el confirmado presidente espurio se muestra como marido engañado ante el nuevo romance de la maestra con el guapo del copete engominado. Le aceptó sus condiciones y le consintió todos sus caprichos, pero la traición le resulta insoportable. Astuta como ninguno, la Gordillo se anticipa a la anunciada venganza y abre la cloaca de los arreglos a los que llegaron para instrumentar el fraude electoral; ella no tiene nada que perder, su desprestigio es del conocimiento público y la tiene sin cuidado; en tanto que al cómplice le significa una nueva carretonada de excremento que lo inhabilita para gobernar e intentar la permanencia de su partido en el poder.

Calderón acepta que transó con la maestra con el argumento patraña de referirse al apoyo para realizar los cambios estructurales deseados y la reforma para la calidad educativa, pero no para asuntos electorales; asevera que lo acordado no significó la entrega de los recursos asignados a las dependencias concedidas. Si no es un redomado embustero, sería un irredento estúpido. Me quedo con las dos posibilidades.

Por su lado, la Gordillo aduce que en la democracia electoral son válidas las negociaciones condicionadas a la asignación de posiciones de gobierno; puso de ejemplo los sistemas parlamentarios europeos, y tiene razón. Lo inaceptable es que se negocie en la oscuridad e implique el fraude como aportación de la parte, que no es otra la función favorita de la profesora. Bien sabido lo tienen los panistas que en 1986 fueron víctimas del fraude “patriótico” que les arrebató el triunfo de su candidato a gobernador de Chihuahua, orquestado por la entonces novel operadora electoral; acción que, por cierto, le sirvió para tomar vuelo propio para luego traicionar a su mentor original en el liderazgo del sindicato de maestros, de la mano del nefasto Salinas de Gortari. La traición es la segunda de las costumbres favoritas de la señora: además de traicionar a Jonguitud en el SNTE, traicionó a Madrazo y al PRI, aliada con Fox, primero, y con Calderón, después; hoy traiciona a Calderón. Ha traicionado siempre a los maestros sindicalizados. Lo único que le merece fidelidad es su ambición de poder y riqueza.

Lo que es de preocupar es que esta historia es ampliamente conocida, incluyendo la sospecha respecto del asesinato de líderes magisteriales opuestos a su cacicazgo, y que no pase nada; que todo quede en la impunidad y en los airados reclamos de los maestros disidentes o la denuncia de AMLO y el repudio de la sociedad sin distingos partidistas. El cinismo de los beneficiarios de sus tropelías, con Calderón a la cabeza, es de dar vergüenza. No puede haber autoridad moral en la hipocresía.

Con tal cinismo, la Gordillo se dijo dispuesta a pactar con quien se deje y ofrezca mayores ventajas para su proyecto de apoderarse de las instituciones, excepto con Andrés Manuel que no aceptó hablar con ella en el 2006 ni después. La aclaración, destinada a catalogar a López Obrador como intransigente, se convierte en la mejor alabanza a la integridad del dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional.


gerdez999@yahoo.com.mx


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Gerardo Fernández Casanova


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