Soberanía

“Que el fraude electoral jamás se olvide.

                                                                Ni tampoco los miles de murtos inocentes”

     El régimen se complace en aclarar que la presencia de agentes de organismos de espionaje y policía gringos no significa una violación a la soberanía y, por raro que parezca, tiene la razón. Sería violación si tales agentes vinieran sin el consentimiento de la autoridad. En todo caso se trata de una soberana traición de parte de quien tendría la responsabilidad de velar por la soberanía nacional. Es el caso que el gobierno de Washington no necesita de meterse en honduras y conflictos; basta con ofrecerse a intervenir para que, de manera lacayuna, el invasor de la residencia presidencial le ruegue que intervenga.

     Así  también está intervenida la hacienda pública, al grado de que el nombramiento del secretario responsable de administrarla, necesita obtener el visto bueno de la Casa Blanca. Está intervenido Petróleos Mexicanos y, en general, toda la administración pública. Sea de manera directa, como es el caso de la Iniciativa Mérida, o por la vía de los organismos financieros internacionales al servicio del imperio, las decisiones de gobierno están sujetas a la observancia de los requisitos impuestos desde el exterior, con lo que la tan cantada soberanía ha devenido en simple adorno discursivo carente de la más mínima vigencia.

     A decir verdad, Calderón no hace más que continuar y profundizar una actitud de entreguismo instaurada desde mucho antes. A la presente administración le ha correspondido el estigma de haber emprendido una guerra contra el narcotráfico para complacer al vecino del norte, no porque le preocupe el tema del comercio de estupefacientes, sino por constituir la oportunidad de crear el estado de pánico y desmovilización que aporta a su muy susceptible seguridad nacional. El campeón en la materia del entreguismo se llama Carlos Salinas de Gortari; él fue quien negoció una reestructuración de la deuda externa otorgando sin chistar  todo cuanto se les antojó requerir en términos de entrega de los recursos del país y de su soberanía; fue Salinas el que cabildeó y rogó por la firma de un tratado de libre comercio que ha destruido al país y engrosado las arcas de las empresas transnacionales gringas; ni siquiera tuvieron necesidad de imponérnoslo ni de pagar contraprestación alguna, lo recibieron gratis. Es a partir de entonces que México se estancó; la economía no crece y el desempleo y la pobreza se extienden; la migración se incrementó y contribuye al poderío gringo abaratando el costo de la mano de obra en su propio territorio, en perjuicio del obrero y para aumentar la rentabilidad de sus empresas.

     La experiencia de tal relación entreguista es rica en lecciones. La más importante es la que demuestra el verdadero valor y el significado profundo de la soberanía nacional: ningún gobierno extranjero va a venir a hacer por nosotros lo que tenemos que hacer; si lo hace, en todo caso será para responder a sus propios intereses. Esto es válido para la relación con los Estados Unidos, pero es igualmente aplicable a cualquier otro gobierno, aún en el internacionalismo socialista.

     Estoy cierto de que la soberanía no es absoluta, la interdependencia es una realidad añeja. Pero una cosa es  un tratado de alianza entre iguales, que suman sus capacidades insuficientes para dotarse de mejores posibilidades de progreso o de defensa, y otra es un acuerdo asimétrico en que todas las ventajas son para el socio mayor, como es el caso de las asociaciones de México con los Estados Unidos.

     El ámbito natural de asociación de México es América Latina, aún a despecho de la geografía que, para el caso, sólo es un desafortunado accidente. La alianza con el sur ofrece la ventaja de mejorar la capacidad negociadora con el norte, en búsqueda de una relación equilibrada que redunde en beneficios reales para las partes.

     Hacia ese objetivo tiende el Nuevo Proyecto de Nación.

     Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx



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Gerardo Fernández Casanova


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