La república socialista soviética surgida de la revolución del 17 de octubre de 1917, con Vladimir Ilich Lenin a la cabeza, apenas comenzaba a tomar medidas para dignificar a la población de su basto territorio, como fue aquella heroica jornada de electrificación en un país hasta entonces en penumbras en un 90 por ciento de su territorio, comenzaría a recibir los ataques de sus más enconados enemigos: la oligarquía europea primero, y luego la de los imperialismos nazi-alemán y el norteamericano, para finalmente caer derrotada -hoy no cabe la menor duda de ello-, por un temible enemigo de todas las revoluciones: el burocratismo.
Demasiado resistió la revolución rusa, pues, tantos embates de sus enemigos. Fueron 70 años de acciones, tanto acertadas como no, de su dirigencia para evitar su hundimiento, y lo que es peor: sus consecuencias, sobre todo para las revoluciones anticapitalistas por venir: cuando lo que sobrevino fue la restauración de la dominación del capital oligárquico sobre el trabajo, del domino de egoísmo, en su forma más salvaje, sobre la solidaridad de las clases más explotadas y preteridas, los trabajadores y los campesinos.
Había llegado el neoliberalismo con sus dogmas de “la mano invisible del mercado” y de la “competencia perfecta” pues, ese que afortunadamente hoy se derrumba en la Europa de hoy.
Ahora, cuado se cumplen 20 años de aquel puntillazo contra la revolución proletaria mundial que fue el derrumbe soviético (Agosto de 1991), en opinión de este humilde opinador, la Perestroika no fue sino el intento desesperado de un hombre, Mijail Gorbachov, de corregir el rumbo de la sociedad soviética, y no menos importante, del que hasta ese momento se autonombraba guía de ese valeroso pueblo: el PCUS.
No obstante esta derrota táctica, si algo caracteriza al movimiento comunista y revolucionario internacional es su capacidad de hacer síntesis dialécticas de estas. Justo cuando la poderosísima maquinaria mediática imperialista desataba la alharaca sobre el fracaso del experimento del campo socialista soviético, uno de sus más conspicuos representantes, latinoamericano-caribeños, llamado Fidel Castro, diría, palabras más, palabras menos por aquellos días: después de esta derrota, el Socialismo Científico posiblemente resurgirá con otros nombres: sandinismo, martianismo, bolivarianismo… ¡Pues miren que si tenía razón!
Hoy pudiésemos decir, reivindicando en algo la Perestroika, que revolución que no está en permanente revisión y restructuración (Perestroika, en ruso) y actuación con trasparencia (Glasnot, en ruso), sucumbe más rápido de lo esperado. Más aún, cuando sobre ella se concentra el fuego mediático inmisericorde y manipulador, generador de miedos atávicos y de incertidumbres en los pueblos, que los lleva a preferir el regreso al pasado de explotación, pobreza y exclusión capitalista. No olvidemos –actitud permanente de todo revolucionari@- lo sucedido con el “trapo rojo” de la propiedad privada que sacudió la derecha venezolana en el referéndum por la Reforma Constitucional de diciembre de 2007.
Hoy, nuestra revolución bolivariana, lucha por dotarse de ese inmanente signo, propio de las que son guiadas por el materialismo dialéctico; la búsqueda creativa y constante de eficiencia y eficacia revolucionarias –habrá que aumentar posiblemente ad infinitum el valor de la cifra potencia de esas Tres “R”-, pues la vida no es estática, cambia incesantemente, y en estos tiempos, de manera vertiginosa, en gran parte gracias a la también veloz circulación de la información, - y sobre todo muchísima desinformación y manipulación-, e ideas, progresistas y retrogradas, aparejada a la revolución cibernética, hoy en la mira imperial como una arma más de guerra psicológica clave para perpetuar su dominación, a lado de su prensa escrita, su TV, su cine y su industria del “entretenimiento” alienante.
Aún y a pesar de ello, es bastante lo logrado en en estos 12 años de revolución bolivariana en la construcción del apenas bosquejado “Socialismo del siglo XXI” , pues contrario a como ayer le hizo creer a la opinión pública mundial la maquinaria mediática imperialista, acerca del otrora campo del “socialismo real”, y a pesar de aquel intento de Gobarchov, hoy este cognomento es cada vez más asociado con pleno ejercicio de las libertades públicas, el respeto a los derechos humanos, el libre debate de ideas, la pluralidad democrática, y el poder dirimir pacífica, electoral y democráticamente las diferencias políticas entre los ciudadanos y ciudadanas.
Finalmente, y a título de advertencia, la burocracia y la derecha, en cualquier país del mundo y en el marco de una revolución, se asemejan mucho: tienen poca inteligencia y creatividad; pero son peligrosas, pues desarrollan gran capacidad para el engaño y terminan finalmente uniéndose para acabar con este sueño de redención humano que ha sido y sigue siendo el socialismo científico, el de Marx y Vladimir Lenin.
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