“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
Pareciera que la sonrisa es un gesto en peligro de extinción que los antiguos empleaban para demostrar alegría. Puede uno caminar por horas entre las multitudes urbanas y sólo ver caras adustas y tristes, cuando no encabronadas. Parece que todo el mundo camina rumiando sus desgracias y sufriendo los agravios. La temporada decembrina, otrora ocasión de regocijo y felicidad, deviene en suplicio de los padres que no pueden comprar el juguete que el hijo vio en los anuncios de la televisión o la acostumbrada cena familiar. El maldito consumismo se apoderó de la Navidad para generar una falsa felicidad entre quienes tienen dinero para comprar y una verdadera desgracia para los demás, que son la mayoría. Si a esto agregamos los efectos de la temporada previa a las elecciones, la cosa se complica aún más.
Por ejemplo, me quiero imaginar una caricatura periodística –de esas que dicen más que mil sesudas palabras de un editorial- en que un mexicanito (“peladito” dirían mis queridas tías) se enfrenta al retrato de un aspirante a “sacrificado servidor público” que exhibe una sonrisa triunfal “¿De qué te ríes? ´nche güey. ¡Claro! Como ni idea tienes de cuánto es el salario mínimo ni lo que cuesta un kilo de tortillas; has de reírte por el sueldazo que vas a recibir”. Para cerrar el cuadro, el amigo muestra su mano con los dedos índice, anular y meñique doblados y el medio debidamente erecto, mirando retadoramente a los ojos del bello aspirante y diciendo “toma tu sueldazo”. Igual sucede cuando este amigo se encuentra con un enclenque disfrazado de rollizo santaclós para la foto con los niños: “¿De qué y de quién te ríes, ´nche gordinflón?”.
El mismo mexicanito, que pasa la mañana entera sin que nadie quiera sus servicios emplear, decide encaminar sus pasos de regreso al hogar; opta por hacerlo a pie imaginando que hace ejercicio en esos aparatos que anuncian en la tele para adelgazar y que han de costar un ojo de la cara, “así –se dice- mato varios pájaros con un solo tiro: adelgazo, aunque el hambre me tiene en los huesos; camino, porque no tengo dinero ni para pagar el camión, y me distraigo en el camino quien quite y encuentre alguna chambita que hacer, y todo ello sin tener que comprar el dichoso aparato de ejercicio”. En el trayecto se ofreció a ayudar a una señora a la que se le descompuso el auto y logró echarlo a andar “Gracias –le dijo- ahí le debo la propina pa´la próxima”. Más adelante, en un crucero con semáforo se propuso limpiar los parabrisas pero, antes de que cantara un gallo, le cayeron dos fulanos y un gendarme, que amenazantes le gritaron: “búscate otra esquina, ésta es nuestra, en exclusiva”. “Yo sólo quiero un poco de jale –les imploró- no he tenido chamba desde hace días y no tengo para llevar algo a la casa” “Pues cáite con diez mil varos, como pago del derecho de admisión”.
En las casi cuatro horas que caminó se topó con tres retenes, dos del ejército y uno de la municipal; como si viniera en una camionetona imaginaria fue detenido “¿Ónde vas? –preguntaron en uno de ellos, no sin exhibir la fuerza de las armas- “A mi cantón” respondió con inocencia, pero sin olvidar el acento sureño de su origen guerrerense, “Es indocumentado guatemalteco; llévenselo a migración” –dictaminó el sargento-. Sólo después de haberlo hecho decir el himno nacional y enumerar algunos nombres de héroes patrios, lo dejaron pasar.
Finalmente, desfallecido por el cansancio, llegó a su residencia de cartón y encontró a su mujer con la sonrisa en la boca. “Y tú ¿de qué te ríes?” –le soltó- “Vinieron los del PRI a ofrecernos un tinaco, de esos grandes de plástico negro, y una tarjeta con la que podremos cobrar quinientos pesos mensuales si votamos por ellos; es una bendición ¿No crees? –contestó su dama-. “Ay vieja, tú siempre tan pendeja. Esos sólo quieren que votemos por ellos para seguir fregándonos otros seis años” –sentenció el mexicanito- “Además están requetechulos” –reviró la mujer- “Te digo que te van a robar, no a enamorar” – concluyó el marido con una sarcástica sonrisa en la boca. “Y ahora tú ¿de qué te ríes” – le lanzó la madre de su prole- “De que ya sólo faltan once meses para que el espurio se vaya al carajo y pongamos a López Obrador de presidente de a deveras. Por eso firmé como Promotor del Cambio Verdadero y tengo mi credencial –respondió el amigo- que su tinaco, sus tarjetas y sus falsas promesas se las metan por donde les quepa, ya no nos van a volver a engañar”.
Con todo y todo, ¡Feliz Año Nuevo! Que en el 2012 se cristalicen nuestros anhelos de Paz y Justicia.
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