En estas condiciones es indispensable exigir a los aspirantes a contender por la izquierda, por lo menos, un mínimo de compromisos debidamente suscritos: una especie de juramento. En primera instancia con el Nuevo Proyecto de Nación para encarrilar todo el esfuerzo electoral en un mismo sentido, sin abajes ni cortapisas. De alguna manera hay que prevenir las traiciones tan socorridas en el medio.
En una segunda instancia, me atrevería a proponer algunos compromisos concretos, particularmente en aquellos asuntos que más fácilmente se olvidan una vez que se logró el cargo por atentar contra los intereses personales del sujeto, pero que resultan indispensables para la depuración del quehacer político. Enumero algunos:
1.- Impulsar y votar por la necesaria reducción de los salarios, prestaciones y apoyos materiales para diputados y senadores. No sólo austeridad republicana, sino eliminación de la prostitución política.
2.- Impulsar y votar por una reforma electoral que reduzca y racionalice las prerrogativas de financiamiento a los partidos y rompa el monopolio que ejercen.
3.- Impulsar y votar una reforma política integral, que responda al fomento de la participación ciudadana y al mejor ejercicio de la democracia.
Anoto estos tres compromisos mínimos, políticamente exigibles desde el primer periodo de sesiones, por corresponder a la facultad directa del legislativo sin que, necesariamente, intervenga la iniciativa del ejecutivo. También porque son asuntos que las burocracias partidistas intentarán ignorar y oponerse a resolver satisfactoriamente. Así mismo, porque son compromisos de orden general pero concreto, susceptibles de ser reclamados por los observatorios de cumplimiento.
Vale mencionar que, por lo menos para el sector del electorado pensante, tales compromisos representan un importante atractivo electoral y que asumirlos tendrá un efecto positivo en la votación, incluso para obligar a la competencia a emularlos.
Creo que tenemos que tener muy claro que Andrés Manuel no podrá lograr la transformación de la realidad por sí mismo, sino que se requiere de una vigorosa movilización popular que lo respalde y que lo empuje, así como con diputados y senadores verdaderamente comprometidos con el cambio y que sean mayoría en las cámaras.