Lo primero que uno se
pregunta en estos días en que algunos se han apoderado del derecho de los demás,
es decir, le violentan las posibilidades humanas a los seres, es que ¿quién
diablos le da derecho a unas naciones para agredir a otras?
Esto lo decimos por lo que
todos en este mundo saben lo que viene ocurriendo en los últimos meses:
Destrucción de Irak, destrucción de Libia, destrucción en camino en Afganistán
y ansias y salivación de fieras por destruir a Siria.
No hay el menor esfuerzo por
liberar a las naciones de sus problemas, de la contaminación, de la pobreza, de
los asuntos de salud y de educación. Nada de eso existe en unas naciones que se
autodenominan democráticas pero que en el fondo son simple y llanamente
seguidores de la filosofía imperial, que vende la idea de que ellos son la
herencia divina de Dios en la
Tierra.
Y basados en esa creencia y
en el pensar que lo único que vale es el poder político y militar y su
imposición a otros países, es que se pasean por el mundo dictando el modo de
vida que ellos consideran que los demás deben seguir y que quien se salga de
ese modo de vida absurdo y falso, se convierte en el acto en el enemigo de
ellos.
Tenemos unos imperios, unos
más decadentes que otros, que no podrán entender jamás a los latinoamericanos.
Si en Europa y Asia les rinden pleitesía, se les arrodillan, nuestro continente
suramericano nada tiene que ver con ello. Nuestra vida es íntegramente nuestra
y no depende sino de nosotros mismos, suficiente con el haber tenido que
soportar a los españoles 300 años, pero hasta ahí llegaron.
En los suramericanos, la
soberanía es tan vital como lo son nuestros hijos, nuestra familia, los
vecinos, como lo son nuestros ríos, lagos, montañas, páramos, llanos y playas y nuestra fauna.
En Latinoamérica somos completamente distintos a los europeos y anglosajones. Como decía Bolívar, no somos blancos, ni indios ni africanos, somos una mezcla y si somos puros, nuestro mestizaje es completamente rico, bioquímicamente maravilloso y no estamos en degradación, por el contrario cada día nuestra raza latinoamericana –por su diversidad- nos proporciona personas de alta calidad humana, sensibles, creadores, poetas, es decir, somos una raza infinita.
estacio_conac@yahoo.com