¡Viva el defensor de los empresarios!

El camarada Putin, maestro en maniobras políticas al servicio del capitalismo, acaba de anunciar al pueblo ruso –en particular—y al mundo –en general- que en Rusia se creará el “Defensor de los empresarios”. Donde hay burgueses hay proletarios y, además, hay burocracia y, por consiguiente, diversos niveles de corrupción. Eso no tiene duda. Donde existen intereses económicos de los empresarios igualmente existen intereses económicos de los obreros. Intereses, sin duda, que son antagónicos. ¿Quién iba a creer que luego de noventa y cuatro años de haberse producido la más gloriosa de todas las revoluciones que haya conocido el género humano, en procura de la emancipación de la humanidad, ahora se haya interpretado la “heroica” necesidad de crear el “Defensor de los empresarios”. ¡Por favor!: cremen el cadáver de Lenin y no lo sigan utilizando como simbolismo de una charcutería de ideas donde ninguna del Estado ruso va a prender en la conciencia del pueblo ruso como luz guía para convertirse en práctica social emancipadora.

 Los marxistas o comunistas siempre creyeron que al expropiar a los expropiadores comenzaba no sólo el proceso de extinción del Estado sino, igualmente, el proceso de desaparición de las clases sociales. Casi un siglo después el capitalismo se ríe a carcajadas del socialismo, aunque quien ríe de último, ríe mejor. Todavía el socialismo no se ha reído tal como debe reírse cuando los músculos y los huesos del capitalismo ya no tengan cura ni con todo el calcio del planeta. El corazón de los pueblos es mucho más grande y requiere de mayor flujo de sangre para funcionar que el corazón de los burgueses que, por lo general tiene que estar comprando permanentemente sangre para garantizar sus latidos.

 Definitivamente, existe un socialismo burgués y un socialismo pequeñoburgués y ninguno de los dos se parece en nada al socialismo proletario. Los socialistas de cátedra, los socialistas de monopolios privados y los filántropos que –fundamentalmente- no pagan impuestos gracias a las dádivas que otorgan a instituciones del Estado y, posiblemente, los que ahora plantean capitalismo popular o capitalismo responsable entren perfectamente en el contexto de socialismo burgués o socialismo pequeñoburgués. Esos son los que reclaman a los Estados mejorar las condiciones salariales de los obreros en las empresas estatales pero no en las privadas; esos son los que solicitan a gritos que el Estado otorgue propiedad al obrero de la vivienda donde habita pero debe ser construida por la propiedad privada a un precio bien elevado; esos son los que exigen al Estado elevar el monto del seguro a los trabajadores para que puedan cubrir los altos precios de las clínicas privadas en su prestación de servicio de salud a los asegurados. El socialista, esencialmente, burgués es quien pretende la perpetuidad de un Estado que en teoría sea socialista (sin intervenir en los asuntos económicos) pero en la práctica respire por todos sus poros capitalismo puro y puto respetando y garantizándole a la propiedad privada todas sus tropelías especialmente económicas.

 El triunfo más grandioso de la burguesía imperialista internacional, luego de 1789, fue haber logrado la victoria del capitalismo donde otros habían creído construir las bases para que de la fase socialista se pasara, sin peligro alguno y sin pararle ninguna bola al mercado mundial, a la comunista y cada quien trabajara de acuerdo a su capacidad y obtuviera bienes de acuerdo a su necesidad. Donde existió la Unión Soviética no quedó ningún cimiento como para pensar en la posibilidad inmediata de una revolución política que le devuelva al proletariado ruso –en particular- y al pueblo ruso –en general- el sueño de un mundo nuevo posible, siendo ellos no sólo protagonistas sino el ejemplo a continuar.

 Luego de la desaparición de la Unión Soviética en Rusia, especialmente, la casta burocrática más privilegiada se trasformó en una clase oligárquica. Comenzó, sin temor alguno, a exponer y publicitar su riqueza, sus medios de producción y a gozar de sus privilegios. Nacieron importantes medios de comunicación que les alabaran lo sagrado de sus propiedades personales. Atrás había quedado el movimiento stajonovista como simbolismo falso de que ya todas las condiciones estaban preparadas para saltar del socialismo al comunismo.

 Actualmente, Rusia es una nación regida por las características del imperialismo, pero no tan desarrollado, poderoso e influyente como el de Estados Unidos. Incluso el imperialismo chino teniendo un nivel de fuerzas productivas no a la altura del desarrollo de Rusia, a ésta le lleva una morena en el mercado mundial o en la economía de mercado.

 En la actualidad, en Rusia y para el Estado ruso, es mucho más importante y necesario un organismo que defienda –esencialmente- los intereses económicos de los empresarios, de los patronos, de los monopolios, de los señores imperialistas que aquellos sindicatos y aquellos soviets que representaron, en los primeros años de la Revolución Proletaria, los verdaderos intereses de los trabajadores y del pueblo ruso en la transición del capitalismo al socialismo. Un sueño de redención se trasnochó por tantas pesadillas vividas, pero no se ha marchitado porque el socialismo, en toda la faz de la Tierra, será inevitable como tan inevitable será la muerte de todo el género humano cuando ya la naturaleza haya perdido todas las causas que le dieron vida.



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El Pueblo Avanza (EPA)


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