“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Restablezco el lema que encabezó estos artículos durante los últimos cinco años: “Que el fraude electoral jamás se olvide”, en atención al reclamo de varios amables lectores que, ante la realidad imperante, consideran que no debe perderse de vista la tentación atrabiliaria de quienes se han pretendido escriturar la propiedad de los destinos de la Nación. Tener presente que el actual régimen es producto de una elección tramposa ayuda a comprender las causas de la debacle que hoy se vive en México y, por consiguiente, a redoblar el esfuerzo en pos de la regeneración nacional.
Respecto de tal previsión baste con la elocuente presencia del troglodita que blandió su quijada de burro (no la propia, sino la de un burro cadáver) contra los trabajadores mexicanos, con especial saña en los electricistas, los mineros y los de la aviación. Ahora aparece como vocero (mejor dicho: rebuznero) de la candidata del PAN. Llama hipócrita al abanderado del PRI, no por todas las expresiones que lo delatan como tal, sino solamente por no haber secundado su afán de clavar el puñal envenenado contra los trabajadores mediante su proyecto de reforma laboral. Arremete también contra el candidato del Movimiento Progresista con la estulticia propia de la caverna en que habita: Pregunta ¿De qué ha vivido López Obrador en los últimos seis años sin trabajar? Respondo ¿Sin trabajar? ¿Recorrer el país a ras de suelo hasta sus más intrincados rincones y proveer a la organización popular es simple turismo? Hasta los detractores de AMLO han ponderado como hazaña el esfuerzo realizado; sólo en la pequeña almendra que habita en su reducido encéfalo puede producirse tamaña estupidez. ¡Lástima, Chepina! Con razón te dejan sola. Aunque sería preferible la soledad que las malas compañías.
Pero el jefe del troglodita no se queda atrás en lo que a cavernas se refiere. Anda desaforado inaugurando y supervisando avances de obras propias de la agenda de un presidente municipal; acelerado antes de que la veda preelectoral haga que su ilusoria carroza regrese a la realidad en calidad de calabaza (Calderón dixit). No acepta el fracaso de su nefasta gestión, pero de tal fracaso culpa a los diputados que no aprobaron sus “reformas estructurales” tan necesarias para el despegue de México, al grado de lograr la casi imposible reivindicación de tan selecta pandilla (la de los diputados) aunque sea por omisión. También, con lujo de incongruencia, se queja de que los diputados no asignaron los recursos solicitados conforme al programa de infraestructura por destinarlos a obras en sus distritos; ¿No este mismo hablador impulsó la reelección de los diputados para que atiendan las demandas de sus electores? Pues ahí tiene la respuesta: el cabildeo electorero y el presupuesto desquiciado.
Con similar desenfado los voceros de la jerarquía católica aseguran que la visita papal es totalmente ajena al proceso electoral en curso. Una de dos: o son unos redomados mentirosos o pecan flagrantemente de estupidez. Me quedo con la primera sin demérito de la segunda. Es una sinrazón rascar en las heridas de una confrontación religiosa que ya habían cicatrizado; no otra cosa significa la presencia papal en el corazón de la cristiada y en el estado dominado por lo más oscurantista de la ultraderecha. Hacerlo en tiempos electorales sólo viene a cargar los dados a favor del partido conservador y a envalentonar a los curas que, desde el púlpito, llaman a no dar crédito a quien convoca al amor al prójimo, con claro destinatario. AMLO asistirá a la misa papal, no hacerlo sería un suicidio. París bien vale una misa.
Con todo y rebuznos, inauguraciones de utilería teatral e intromisiones angelicales, el proyecto avanza. Las reuniones de análisis y propuestas respecto de los temas de la agenda nacional agregan profundidad y claridad a la oferta política del Nuevo Proyecto de Nación. La entelequia de las encuestas a modo va quedando al descubierto y el entusiasmo nutre la movilización popular. A todas las críticas mendaces hay respuestas veraces. Hay certeza en la expectativa de ganar. ¡Vamos a ganar!
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