“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Que humanamente se perdone al autor del fraude electoral no significa que se olvide. Lo que resulta imperdonable es el olvido o, mejor dicho, la desatención a la cuota de género en la designación de los candidatos de los partidos. Con apego a la ley, el IFE otorga un plazo perentorio a los partidos cuyas planillas de candidaturas a diputados y senadores violan la disposición de otorgar un 40% de ellas a las mujeres. ¡Menudo berenjenal!
Vale la pena detenerse a analizar el tema. Es muy válida la lucha de las mujeres contra la discriminación de que tradicionalmente han sido víctimas; un siglo de luchas ha sido insuficiente para garantizar la igualdad de género, en medio de una vergonzosa condición machista de la cultura en general y de la política en particular. Hace 60 años que les fue reconocido el derecho a votar y ser votadas, durante los que el primero es respetado y hasta aprovechado, en tanto que el segundo sigue siendo una asignatura pendiente. Digo aprovechado el derecho a votar, por la utilización del voto femenino a favor de las propuestas de confesionario o de púlpito eclesial, bajo el equívoco de que la mujer es proclive a ejercer su derecho escuchando las recomendaciones del cura; o a los que, machistamente niegan la capacidad de discernimiento de la mujer y postulan candidatos “bonitos” (como el del copete entenderá) como criterio ganador. La historia está demostrando la falsedad de tal concepto: la estupidez a la hora de votar no es condición exclusiva de la mujer ni mucho menos de todas las mujeres, tantos años de mal gobierno dicen del hombre que ha votado de manera estúpida. Por el contrario, baste observar el contenido de género de las manifestaciones y asambleas del MORENA para constatar que la presencia femenina llega a ser mayoritaria, sin tratarse de un candidato “bombón para el colchón”, como reza la porra femenil de Peña Nieto. Igualmente falsa es la suposición de que las mujeres van a votar por la panista por el hecho de ser mujer, cuando es la representante del oscurantismo más retrógrada, precisamente en perjuicio del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. La igualdad de género es conquista de las mujeres pensantes y sólo los ignorantes la pueden atacar.
Lo que sí habrá que admitir es que la fórmula de la cuota, siendo plenamente justificada, reviste serias contradicciones y peligros. Uno de ellos consiste en el hecho de caer en una nueva forma de discriminación por la que se disminuye la valoración de la condición de ser competente de una mujer cuando se le incluye por “derecho de cuota”. Otro implica una afectación a la democracia interna de los partidos para seleccionar a sus candidatos: ¿Qué pasa si las mujeres, en proporción mayor al 40%, resultan merecedoras de la nominación? ¿Se va a castigar al remanente por rebasar la cuota de género? O bien, en un determinado distrito el candidato idóneo es del género masculino y cuenta con el apoyo popular para la nominación ¿Se va a violentar la voluntad democrática por estar reservado el distrito para una mujer? Otra más, la propuesta partidista respetuosa de las fórmulas va a contender electoralmente y no existe garantía de que el resultado sea que en la cámara se tenga una composición equivalente, bien pudiera resultar que sea una mayoría masculina la que gane en los distritos y así quede conformada la cámara, o viceversa. Lo importante es que la equidad se plasme en la composición del órgano de la representación.
Estas aberraciones no necesariamente son propias de la exigencia de igualdad de género, sino de su incrustación en un diseño que resulta cada día más aberrante: la elección de diputados por la vía uninominal o de mayoría relativa. Es una aberración que la representatividad del sistema político se finque en elecciones distritales en las que sólo uno de los candidatos contendientes triunfa por tener más votos que cualquier otro, sin importar que, cada vez con mayor frecuencia, correspondan a la minoría más votada: candidatos ganadores con menos del 50% de los votos y, en su caso, más de 50% de votantes que dejan de ser representados.
Es tiempo de que se analice a fondo la alternativa de conformar la cámara de diputados mediante la votación por listas propuestas por los partidos, de manera que su composición se corresponda con la parte proporcional que respecto de la votación total reciba cada partido. Esta fórmula ofrece una mayor garantía de representatividad, por la que la población decide respecto de postulados de proyecto de nación más que respecto de personas. Así puede quedar perfectamente aplicable la cuota de género, incluso a nivel paritario. Así mismo, sanearía el proceso de selección de candidatos y haría innecesaria la formación de alianzas entre partidos. Reconozco que en el diseño híbrido actual los llamados diputados plurinominales son desagradables para la ciudadanía y que la propuesta que formulo significa que todos sean plurinominales. Habrá que explicarlo y debatirlo ampliamente.