Un rei trabajador i preocupado por su pueblo

 La Atenea Parthernos, la obra más grandiosa dueña i señora de Pathernon; era una escultura de Fidias, crisoelefantina, o sea, hecha de oro i marfil, porque la palabra elefante, nombre del mayor cuadrúpedo sobre la Tierra, proviene no de su corpulencia o de sus gruesas patas i rabo rabito, sino del término griego que aludía a sus colmillos de rico marfil. El rei de España, Juan Carlos, el que por orden de Franco tuvo que traicionar a su padre i pasar por encima de él en la sucesión al trono, unos sillones majestuosos e incómodos donde nadie se sienta, uno para el rei i otro para la reina, i que entre las muchas escapadas secretas que se permite sin que lo sepa la griega Sofía, algunas no son para echar las canas al aire, sino para el trabajo duro, penoso i lleno de peligrosos sacrificios, en buscar carne para el “salao” de los suyos i del pueblo por lo menos madrileño, que atraviesa una crisis tan grave, que ya empezarán a imitar a los italianos que están igual de “jo...finos” con numerosos suicidios para salir del paso. Los españoles de los partidos de izquierda, en especial el IU, están preguntando quien paga esos viajes secretos del rei, esta vez a Botsuna o Botswana a buscar alimentos, no cazando palomitas porque serían insuficiente recurso para tantos estómagos i cuerpos, sino caza mayor –como en Venezuela lo tenía que hacer Zuloaga el especulador que daba empleos−  tales como bisontes i elefantes, pese a pertenecer a la fundación WWF (World Wilidlife Fun) porque aunque los elefantes sean una especie en peligro de extinción, este organismo procura cuidados ecológicos, pero permite cazar estas piezas enormes, pagando la discreta suma de unos 37 mil euros o más, porque aunque el kilo de carne salga caro, quedan patas para suculentas parrilas, una trompa para preparar una especie de mondongo, la fina piel para abrigos más encubridores que los de astracán i finas carteras femeninas crisoelefantinas, i sobre todo, los colmillos, para que el rei pueda mandar a hacerse de unas buenas tallas en marfil i poder adornar su humilde palacio de La Zarzuela. Para eso, esperó bastante; recuerdo que en España, cuando viví un año fallo en Madrid o Madriz como pronuncian allá, en una corrida de toros el célebre Cordobés, había pinchado sin poder matar, como unas siete u ocho veces, por lo que Juan Carlos, entonces Príncipe de Asturias i sentado al lado de Don Francisco Franco, Generalísimo Caudillo de España, se levantó i gritó al torero ¡Cordobés, qué estás esperando! A lo que el divertido mataor le respondió con una seña de acompañamiento hacia el costado del príncipe: ¡Lo mismo que tú, que se muera!      Sin embargo es una afrenta o un irrespeto, preguntar de dónde salen los viáticos para esos viajecitos de simple diversión asesina, porque si Franco no lo hacía, es porque estando ya viejo, tenía que conformarse en ir de caza a un hermoso  bosque que hai vía hacia el Palacio del Pardo (su residencia oficial) en las afueras de Madrid, donde le amarraban venados –así nos lo refirió un taxista, cuando la primera vez que fui a Europa, tomé un taxi para ir hasta El Pardo−  de manera que no pelaba un disparo. Cercano al Palacio, está el grueso de los destacamentos militares; i en un pequeño templo en una elevación del terreno, el célebre Cristo del Pardo que, algunos dicen que es obra de Benvenuto  Cellini, que era más orfebre que escultor, i lo llamaban el Miguel Ángel de las cosas pequeñas, aunque el Cristo yacente, era grande. Pues bien, este rei Juan Carlos que ahora se fracturo la cadera, quizá cuello del fémur, etc., posiblemente fue víctima quizá de una serpiente o un animal pequeño que le hizo perder el equilibrio, después de estar tan contento haciéndose fotos con sus trofeos en compañía quizá de una guía o una veterinaria  vejucona,  que adormecía primero al elefante con un dardo,  para que el rei no tuviese que recurrir a actos heroicos por alimentar a su pueblo. ¡Qué ejemplo más bello i humanitario! i después la gente civilizada del siglo XXI se pregunta ¿Para qué sirven los reyes? ¿I los gastos? ¡Por supuesto que del pendejo pueblo español! que, como otros relegados en el tiempo, tienen monarquías obsoletas i caras. Con ese sueldo o salario mínimo de más de 8 millones de dólares que tiene Juan Carlos, ¿Cómo quieren que él mismo haga semejantes gastos? I este es el país −España− que critica a Venezuela, felizmente República Democrática i Socialista, ejemplo de América i el Mundo, i a su formidable presidente, Hugo Chávez Frías.

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Roberto Jiménez Maggiolo


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