Ni rey, ni patria, ni dios

Las batallas ideológicas son inaplazables y, aunque se vaya huyendo de ellas, te salen de detrás de las espaldas como jorobas.

Yo pensaba que después de Porto Alegre y de los sucesivos Foros Sociales, de la caída del Muro y, más recientemente, del 15M, habríamos aprendido que para que las luchas contra las élites, los de arriba, sean asumidas por los ciudadanos, la organización y el conocimiento deben tener un carácter horizontal y profundamente democrático. Pero a la primera de cambio renunciamos a la mayor: “ni dioses, ni reyes, ni tribunos”, y buscamos un salvador que baje del Monte Horeb con las Tablas de la Ley y nos libere de nuestros enemigos.

Ese camino, a poco que lo miremos, nos daremos cuenta de que fue también el que nos trajo, después de cincuenta millones de muertos, a la derrota que los diferentes pueblos de Europa estamos viviendo hoy.

Hay que agradecerles a las mujeres y los hombres honestos y honrados el ofrecimiento a dirigir o a ser el referente de lo que ya está en marcha, y parte del agradecimiento consiste en darles nuestra opinión, en decirles que eso no nos es útil, que existe un lugar para ellos a nuestro lado, que el peso específico de un ser humano es igual al de otro ser humano, independientemente de su capacidad intelectual u organizativa, y que cualquiera de nosotros puede ser el subcomandante Marcos o Anonymous.

Ya no creemos en los manifiestos de artistas e intelectuales llamándonos a la redención, pero apreciamos a todos los amigos que ponen sus capacidades y su trabajo al servicio de los de abajo, y con ellos compartimos el pan y la sal.




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Marcos González Sedano

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