“Que el fraude electoral jamás se olvide”
No hay pronóstico. La única certidumbre es la incertidumbre. El castillo de naipes construido a golpe de marrullerías y excesos se tambalea. Peña Nieto y el IFE a su servicio cuentan votos y los cuentan de más (casillas con más votos que votantes, por ejemplo) mientras que en la calle se suman los mejores votos, que también pueden ser los mayores. El proceso electoral aún no concluye; en tribunales se ventila la impugnación formal por los partidos del Movimiento Progresista, encabezados por AMLO; en la calle y en las plazas el rechazo a Peña Nieto no atiende a formalismos ni a tutelas; no necesariamente luchan por un proyecto concreto sino contra uno que significa muerte.
En cualquier caso la disyuntiva está en la decisión que tome el Tribunal Electoral de la Federación (TRIFE) la que indudablemente será determinada por razones de orden político, más que por las de estricto apego a derecho. Me explico: la demanda de nulidad del proceso electoral está sustentada en la consideración del cúmulo de irregularidades y excesos con que operó la campaña de Peña Nieto, cuya probanza formal reviste un alto grado de dificultad (se les acusa de tramposos no de estúpidos). Las trampas son obvias pero sus huellas se difuminan en la maraña legaloide; las elecciones fueron tan limpias como el sanitario del hotel más lujoso que no por ello deja de procesar mierda. El TRIFE puede resolver por la afirmativa o por la negativa y en ambos casos hacerlo con apego a derecho. En este sentido es que afirmo que la decisión que se adopte tendrá que ser política, como también fue la del 2006.
Con este criterio y ante la incertidumbre es que me doy licencia para especular (no sin la calentura propia de la temporada). Por principio de cuentas vale señalar una importante diferencia respecto de la resolución tomada hace seis años que, de manera muy poco aseada, ratificó el supuesto triunfo de Calderón; entonces el presidente de la república aplicó toda su influencia para lograr tal ratificación por tratarse del candidato de su propio partido. Hoy el presidente en funciones ha tenido que adoptar el triunfo de Peña ante el rotundo fracaso de la candidata de su partido y con el designio de impedir el acceso de AMLO a como de lugar. Pero hoy resulta que la invalidación del proceso no significará que López Obrador sea presidente, por lo menos en términos inmediatos, sino transcurrido un plazo no menor de 14 meses, durante los que pueden suceder muchas cosas. Siendo así, la motivación de Calderón y de su fuerza panista bien puede transitar hacia la invalidación con lo que eludiría la calificación negativa de su régimen y hasta pudiera aspirar a terminar como un presidente que apoyó la democracia.
Por el lado del PRI hay fuerzas agazapadas que no ven con malos ojos la reacción negativa provocada por el supuesto triunfo de Peña Nieto. Beltrones tuvo que someterse a la aplanadora mediática y de dinero que impuso al candidato, pero no de buen grado. Hoy resulta que, en el caso de la invalidación, el más obvio prospecto para ocupar la presidencia interina es precisamente Manlio Fabio Beltrones y que ese papel histórico reviste un enorme atractivo para un político que se ha distinguido por su capacidad de concertación. Incluso para los que deveras toman las decisiones la invalidación no significaría un salto al vacío, sino que le ofrecería la posibilidad de que las cosas sigan igual pero con un importante aporte de saneamiento. Lo anterior sin olvidar que Beltrones es un priísta de cepa, con todos sus agravantes, y que siempre fue el plan B de Salinas.
De otro lado, a quienes realmente mandan en el país no les conviene sostener el triunfo de alguien que provoca tal nivel de rechazo social; López Obrador no les significa un peligro inminente, por lo que bien pueden decantarse hacia el interinato de Beltrones y con ello dar oxígeno a su proyecto.
Para el Movimiento Progresista, cierto de no poder revertir el resultado a su favor, lo importante es la invalidación de la que resultaría fortalecido y con capacidad de negociar eficazmente con el gobierno interino e impulsar reformas de orden político y electoral para un mejor ordenamiento de los procesos.
El movimiento popular no quedaría satisfecho plenamente con una negociación como la que aquí especulo, pero se apuntaría un enorme triunfo en su proyecto de rechazo a Televisa y a Peña Nieto capaz de catapultarlo a un nivel superior de organización.
Son puras especulaciones calenturientas… pero ¿Por qué no?
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