Estamos en Damasco, la capital de la República Siria, ubicada en el corazón de los conflictos del Medio oriente. La temperatura desde el pasado diciembre 2012 es de unos cinco grados centígrados y en algunas partes está bajo cero. El aeropuerto internacional queda en la capital y en las navidades, los grupos de terroristas que suman 25 nacionalidades, intentaron tomarlo militarmente. Inmediatamente, las autoridades militares como era de esperarse y en defensa de la soberanía lo impidieron a toda costa. Los resultados fueron de unos 3.700 fallecidos, más de 3.000 pertenecientes a los grupos de mercenarios de sidafistas e islamistas y unos setecientos y tantos de las fuerzas leales al presidente constitucional de Siria, Bashar Al Assad.
La respuesta de los militares fue dejarlos en las diferentes partes donde cayeron abatidos en los perímetros cercanos al aeropuerto para que se pudrieran y esto sirviera de escarmiento a las bandas de violentos, quienes intentan bajo amenaza aniquilar un gobierno constitucional.
Días antes de estos hechos, un joven diplomático tomaba la última foto al conductor de la embajada venezolana en el país que enfrenta esta cruenta guerra civil. Como la inflada resistencia occidental va perdiendo, entonces intensifican los carros bomba y uno de ellos explotaba en el centro de Damasco, inmediatamente sonaba el celular del conductor de la embajada donde le pedían ayuda; su esposa reaccionó y trato de persuadirlo que no fuera, pero su sentimiento pudo más y se despidió con un dejo de confianza y a toda velocidad, al llegar al sitio otro explosivo lo esperaba y voló sus esperanzas.
La resistencia terrorista se desinfla y también se desvanecen sus posibilidades de pírricas victorias. Por esta razón, intensifican la utilización de carros bombas tan poderosos que van dejando hasta 200 muertos con cada explosivo.
En un año y tanto de conflicto, la guerra civil ha dejado hasta ahora un poco más de 28.000 fallecidos y se estima que los insurgentes a la fecha (enero del año 2013) ya superan los 120.000 infiltrados, mientras el ejército regular afina su experiencia en guerra de guerrillas, gracias al asesoramiento ruso e iraní.
Mientras las fuerzas impostoras son financiadas mayormente desde la petromonarquía de Catar, país encargado de jugarse la suerte de los 22 países árabes y quienes aspiran luego de derrotar a Siria pasar y hacer lo mismo en contra de los chiitas de Irán, quienes son los dueños del obstáculo internacional de más importancia a nivel mundial, conocido como la amenaza del cierre del Estrecho de Ormuz, lo cual subiría los precios del crudo en mas de 250 dólares por barril, debido a la interrupción del suministro diario de hasta el 40% del consumo mundial de petróleo y sus derivados.
Mientras todo esto sucede y se consuman inesperados escenarios una acomodada oposición redacta declaraciones desde el exterior y se asume el sentimiento de la pequeña disidencia que legalmente habita en Siria. Mientras la nueva constitución cuenta con el apoyo del 70% de la población y la misma oposición interna desconoce los oscurecidos gritos lanzados desde el exterior los cuales excluye y desecha sus opiniones.
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