La pretensión de las cúpulas gobernantes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia de enfilar sus baterías contra el territorio soberano de la República Árabe de Siria con la aparente finalidad de acabar con los ataques que perpetra el gobierno del Presidente Bashar al-Asad contra sus opositores y, en general, contra las poblaciones civiles indefensas, incluso con armas químicas prohibidas, tiene sus raíces en los planes elaborados en Washington durante la administración de George W. Bush que establecían el reordenamiento de la geopolítica en el Medio Oriente, de modo que allí pudieran modificarse las fronteras y se contara con gobiernos títeres, subordinados a los intereses del imperialismo yanqui y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). A pesar del hecho aparente de no contar con el aval necesario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para acometer una acción punitiva contra el gobierno sirio, el presidente Barack Obama estaría dispuesto a conformar una amplia alianza militar con gobiernos de Europa, así como también de otros países de la región del Medio Oriente, en una ofensiva que quiebre de forma contundente las defensas sirias y le facilite la toma de Damasco a las fuerzas mercenarias que han sido financiadas y apertrechadas por estos mismos gobiernos.
Para Obama resulta fundamental que se logre operación internacional de claros tintes intervencionistas, puesto que su objetivo apunta al derrocamiento del gobierno de Siria, utilizando argumentos similares a los esgrimidos en su oportunidad contra Saddam Hussein cuando se ordenó la invasión a Irak a finales del siglo pasado. Sin embargo, las conjeturas de algunos analistas aluden a la posibilidad que sea aplicado el mismo esquema del bombardeo aéreo sobre la antigua Yugoslavia cuando la OTAN actuó por su cuenta, ignorando a propósito cualquier resolución que adoptara la ONU respecto a la situación allí creada. Como se determinó posteriormente, la intervención humanitaria, justificación presentada tardíamente por los Estados de la OTAN, no figura en la Carta de las Naciones Unidas ni en el derecho internacional consuetudinario; de modo que en dicha nación sólo hubo un interés meramente anexionista o, por lo menos, dirigido a conseguir un control efectivo de este territorio cercano a Rusia.
Como lo pregunta Diana Johnstone en un artículo de su autoría, “¿Cuántas veces puede utilizar EE.UU. una falsa alarma para comenzar una guerra agresiva? Un ‘genocidio’ inexistente en Kosovo y Libia, armas de destrucción masiva inexistentes en Irak, y ahora lo que gran parte del mundo considera un ataque de armas químicas de ‘bandera falsa’ en Siria”. El mundo entero conoce que Estados Unidos, sea republicano o demócrata su presidente, ha puesto en práctica los lineamientos del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (o en inglés Project for the New American Century), el cual sencillamente plantea la dominación suprema, tanto militar como económica, de todo el mundo, lo mismo que del espacio y el ciberespacio por parte de Estados Unidos, procediendo a la intervención sin tapujos en los problemas internos de otras nacionales e imponer, en consecuencia, la Pax Americana.
Una eventual agresión a Siria implica, por tanto, una alerta que no puede subestimarse, puesto que la misma se orientaría a propiciar un enfrentamiento bélico de mayores proporciones y consecuencias con la República Islámica de Iraq, por lo que le corresponde a los sirios defenderse del acoso imperial con todos los recursos a su disposición, contando igualmente con la urgencia de la resistencia y la solidaridad de todos los pueblos del mundo.-