Cuando el «gallego» Fernández, presidente del Comité Olímpico Cubano, se negó a autorizar a la atleta cubana escapada Niurka Montalvo para competir con el equipo olímpico español en Sidney 2000, lo hizo asegurando que daría su autorización cuando los atletas del mal llamado primer mundo solicitasen autorización para competir por países del tercer mundo.
Niurka Montalvo forma parte de esa inmigración selecta que pretende Europa en general y el Estado español en particular. El mundo rico levanta muros al vecino pobre. Los Estados Unidos a México, Europa a África… la frontera más «caliente» la plantaron en territorio africano, en Melilla.
Una valla gigantesca impide a decenas de miles de africanos poder oler el mal llamado primer mundo. Para disuadir al «perraje» subsahariano cuchillas, perros, policías y, dentro de poco, electricidad.
¿Tienen derecho los Estados a prohibir o permitir la entrada en su territorio? Sí, por supuesto, pero dentro de unos límites. En la década de los 80 los brillantes alemanes socialdemócratas de la Fundación Friedrich Ebert manejaban un informe en el que pretendían trasladar todas las fábricas contaminantes de Europa (incluidas las nucleares) al norte de África. De esa manera mataban dos pájaros de un tiro: por un lado daban trabajo a los africanos, anulando así su deseo de emigrar a Europa y por otro descontaminaban Europa… eso sí, si necesitan atletas que los entretengan, tal como hacían los romanos… ya saben dónde buscarlos.