¡Un olééééé grandote a Paloma San Basilio!

No conozco personalmente a Paloma San Basilio, tampoco he asistido a ninguno de sus conciertos pero sí la he visto y escuchado por televisión. Paloma San Basilio ha sido y sigue siendo una voz privilegiada de la música. Sus canciones, hermosas por el ángulo que se le valore, han recorrido una buena parte de este mundo entre aplausos y vítores de millones de personas amantes de su música o de su canto. Es, igualmente, autora de muchísimas letras de sus canciones. Todas poseen un gran contenido de poesía. Entre todas sus canciones le hago un monumento a “Luna de miel”, a mi juicio, la más hermosísima de todas en su voz. Sólo dos estrofas son suficientes para determinar la altísima calidad de poesía que tienen las canciones de doña Paloma San Basilio: Nunca sabré cómo tu alma ha encendido mi noche. Nunca sabré cómo vino esta luna de miel. La luna brilla en tus ojos con mi desvelo. Besa tu suelo, reza en tu cielo, late en mi cien. Nunca sabré por qué siento tu pulso en mis venas. Nunca sabré en qué viento llegó este querer. Mi vida llama tu vida y busca tus ojos. Besa tu suelo, reza en tu cielo, late en mi cien”.

Sin embargo, doña Paloma San Basilio –extraordinaria y prestigiosa artista internacional- tiene un don especial, escribe excelentes artículos y crónicas de opinión porque porta en su morral de conocimientos una concepción grandiosa de filosofía y, también lo creo, de la política. Posee un estilo delicado, suave, sereno pero crudo para emitir sus opiniones. No sé y no me atormenta saber en qué tendencia del pensamiento social se ubica pero pienso que tiene algo o bastante de izquierda. Sus escritos hablan por ella. Doña Paloma San Basilio se está despidiendo de los escenarios artísticos. Millones de admiradores la aplaudirán y la recordarán a través de cada una de sus hermosas canciones. Doña Paloma San Basilio vivirá en el recuerdo de sus admiradores. Por eso ella misma dice: “Un artista permanece mientras alguien se acuerde de él”. Pero, para mí, también vivirá en el recuerdo de quienes comparten mucho del contenido de sus artículos de opinión. Dicen, igualmente, que es una extraordinaria artista de la pintura.

Pero, en esta gira de despedida de doña Paloma San Basilio, no voy a abrazarme de sus canciones y ni siquiera de “Luna de Miel” que me encanta escucharla cada vez que tenga oportunidad de tiempo. No, simplemente, me voy a limitar a reproducir o copiar textualmente un artículo escrito de su puño y letra que, tal vez, millones de políticos no han leído y, especialmente, muchos gobernantes en el planeta hubiesen deseado que jamás lo hubiera escrito y, mucho menos, publicado. Se trata: ¿Qué es la ONU? Pues, léanlo y hagan sus propias conclusiones porque su contenido posee demasiada vigencia en el tiempo actual y, mucho más, escrito por una mujer que no tiene necesidad de ganarse enemigos por opinar en la política cuando sus resultados en la música son apreciados y valorados por millones de personas amantes del arte totalmente ideológico.

“¿Quién es esa gente que se reúne constantemente, sin prisa, bien vestida y sonriente, que ocupa las mejores habitaciones en hoteles de 5 estrellas, que siempre  tienen a alguien para abrirles las puertas del coche de alta gama o para sostener el paraguas sobre sus valiosas y plateadas cabezas cuando llueve?

Se encuentran en los habituales foros y las manecillas de sus relojes suizos miden el tiempo a una velocidad distinta de la de los de esos seres para los que cada minuto es vital. Se dan palmaditas en la espalda… 50000 muertes más, se saludan sonrientes… 50000 niños desplazados. Se dirigen a sus asientos tranquilamente… cientos de mujeres violadas. Pertenecen a distintos gobiernos, distintas culturas y distintos idiomas, pero la ONU los mimetiza, les difumina los bordes, los diluye en el poder y el bienestar de sus privilegiadas generalmente masculinas y caras vidas, mientras el mundo se derrumba a sus pies.

¿Realmente tiene sentido ese enorme, costoso, cobarde y complaciente organismo? O es una muestra más de la incapacidad de la élite, desde su atalaya, de entender, sentir y buscar soluciones para el hambre, que ellos no padecen; la miseria, que les es tan lejana; la indignidad, que ellos pueden camuflar con sus trajes de Armani y sus corbatas de seda; o la injusticia, que siempre se puede comprar para que los aliados de turno no se enfaden.

¿Qué hay en sus portafolios? ¿Alguna resolución urgente para parar el odio? ¿Alguna propuesta necesaria para abastecer de alimentos a tantos seres hambrientos que no pueden esperar a que ellos terminen sus largas, abundantes y distendidas comidas? ¿Hay alguna idea brillante y rápida para que los sátrapas, a veces convenientes amigos, dejen de masacrar a sus pueblos?

¿No  sería mejor ahorrarse los viajes en clase ejecutiva, los hoteles exclusivos, los desayunos de trabajo y los extramegasúpersueldos, que justifican reuniones constantes, tardías, obscenas, ausentes de auténtica preocupación y sensibilidad por el dolor de los que están al otro lado de esta vida virtual e hipócrita?

¿No sería mejor eliminar  esos organismos que hemos inventado para tranquilizar nuestras conciencias y, de paso, asegurarnos la fuente necesaria que sacia nuestra sed de energía… el oro negro? El elemento que convierte los problemas en conflictos de primera o de segunda categoría, las víctimas en víctimas de primera o de segunda  clase y la violencia en escenario en el que hay que intervenir o no, dependiendo de la rentabilidad futura.

No nos preocupemos, estamos en buenas manos. Podemos dormir tranquilos porque los súperhombres que hemos elegido para solucionar los problemas del mundo seguirán trabajando con el mismo tesón, la misma rapidez y la misma clarividencia con la que vienen, uno a uno, solucionando los conflictos ajenos, aunque las víctimas, pobres ignorantes; y nosotros, confiados ciudadanos de a pie, no lo entendamos ni lo agradezcamos”.



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Freddy Yépez


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