Nació en Santiago de Cuba el 15 de enero de 1842; allí vivió hasta los diez años y se trasladó a Burdeos (Francia). Participó en la Primera Internacional, en la Comuna y en la organización de la Segunda Internacional. Una de las figuras más eminentes del socialismo francés e internacional. Después de la Comuna refugióse en España, viviendo en Madrid, donde constituyó inmediatamente un grupo de socialistas marxistas al que se debe más tarde (1888) la constitución con carácter nacional del Partido Socialista Obrero Español.
La llegada de Lafargue a España tuvo una importancia de primer orden para la Sección de la Internacional y para el socialismo español. “La presencia de este hombre fue decisiva para el movimiento y la organización —dice Juan José Morato en su libro ElPartidoSocialista—; él fue el verdadero creador del Partido Socialista, porque de él partió el esfuerzo inicial…” En esa época, los puntales del socialismo español y del verdadero pensamiento de la Internacional eran Lafargue, José Mesa y Francisco Mora. Pablo Iglesias, con poco más de veinte años, acababa de incorporarse al movimiento internacionalista y a la lucha revolucionaria inspirado por las teorías del socialismo. Lafargue puede ser considerado como el verdadero fundador del socialismo español. Con su labor contrarrestó la propaganda que había realizado anteriormente el anarquista José Fanelli, enviado de Bakunin y organizador en España de la Alianza.
Del 4 al 11 de abril, la Sección Española celebraba su II Congreso en Zaragoza, en el que tomaron parte Pablo Lafargue, Pablo Iglesias, José Mesa, Francisco Mora y otros, pero que la mayoría estaba en manos de los aliancistas. El Congreso se adhería a las resoluciones del Congreso belga y de la Federación del Jura.
El Consejo General, el 24 de julio, llamaba la atención al Congreso Federal Español sobre sus actividades y conducta, pero esta comunicación, como otras muchas, fue ocultada a la discusión de los afiliados a la Internacional. Cansado de soportar las maniobras de sus compañeros “aliancistas”, Anselmo Lorenzo, la figura más representativa del anarquismo en aquella fecha, había demitido el 22 de junio de su cargo de miembro del Consejo Federal. Es en esa fecha cuando hace las consideraciones con respecto a la Alianza.
Después del Congreso de Zaragoza, los aliancistas acuden a toda clase de maniobras para enviar una Delegación propia al Congreso Mundial de La Haya.
La delegación española estaba integrada por Rafael Farga Pellicer, Carlos Alerini, Nicolás Alonso Marselau, Tomás González Morago y por Pablo La Fargue, éste en representación de la llamada Nueva Federación Madrileña, el grupo que seguía fiel a la Internacional. Los cuatro primeros eran todos miembros activos de la Alianza. Farga, el corresponsal de Bakunin en Barcelona; Morago, en Madrid; Alerini, el anarquista francés colaborador de la política y proyectos de Bakunin. Del otro delegado, Alonso Marselau, nos habla Anselmo Lorenzo en su libro El Proletariado militante en los siguientes términos:
La Fargue fue secretario para España de la primera Internacional. Representó a la Federación Madrileña en el Congreso de la Haya de 1872. Vivió algún tiempo en Londres, colaborando con Marx, casándose más tarde con una hija de éste, Laura. Como secretario de Relaciones Internacionales de la Comisión organizadora, participó activamente en la preparación del Congreso Internacional de París de 1889, en el que se dio por constituida la nueva Internacional Socialista. Lenin decía que Lafargue había sido uno de los propagadores mejor dotados y más profundos del marxismo.
…Le vi por primera vez en la Conferencia de Valencia, a la que fue delegado por la Federación de Sevilla. Procedía directamente del partido republicano, en el que se refugió después de haber abandonado el estudio de la teología, colgar los hábitos, renunciar a la carrera eclesiástica y pasar una temporada en Londres…
…Le vi tiempo después en la cárcel de Sevilla, procesado por el delito de prensa, ocupando una celda de preferencia, en la que fue posible celebrar en obsequio a mi llegada a Sevilla una sesión de la Sección Sevillana de la Democracia Socialista.
Perdióse Marselau de vista, y pocos años después, cuando la guerra carlista ardía en Vascongadas, Navarra, Cataluña y Valencia, un número de El Cuartel Real, periódico oficial del pretendiente, publicó la reseña del acto de abjuración de sus errores y reconciliación con la Iglesia de un joven novicio de la Trapa, celebrada en Tolosa en presencia de Don Carlos y toda su Corte. Aquel trapense era Nicolás Alonso Marselau. ¡Quién sabe lo que sería, después, de aquel desperdicio humano…!
Bakunin contaba a la Sección Española como uno de los puntales en los que apoyaba sus maniobras. Una información errónea sobre el pensamiento y la personalidad de Francisco Mora —de carácter débil, según el propio Engels— induce a Bakunin a escribirle una carta a través de la cual aparece con toda claridad la acción escisionista, el trabajo de fracción que la Alianza realizaba en el seno de la Internacional. Esta carta fue uno de los documentos irrefutables presentados en el Congreso de La Haya como elementos que testificaban la existencia de la Alianza y su papel.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Venceremos!