¿Qué tipo de juego geopolítico está en marcha en Ucrania? Circulan todo tipo de rumores. Alguien me dijo que Alemania, que apoyó la independencia de Ucrania en ambas guerras mundiales, estaba detrás del levantamiento en Kiev.
Hay un minúsculo fondo de verdad en este tipo de teoría. Como Timothy Garton Ash escribía en el diario The Guardian, “con Ucrania Rusia todavía es un imperio”. El control del territorio y los recursos ucranianos y de la base naval de Sevastopol han sido imprescindibles durante siglos para la capacidad del Estado ruso de proyectar su poder hacia el sur y el oeste.
La independencia de Ucrania en 1991 fue por tanto un golpe muy serio al poder imperial ruso. Y se vio amenazado de agravarse cuando, después de la “Revolución Naranja” en 2004, se habló seriamente de que Ucrania entrase en la OTAN.
Esto habría supuesto continuar la política de extender la hegemonía de EEUU en Eurasia incorporando los estados ex estalinistas de la Europa central y oriental en la Unión Europea y la OTAN.
La guerra rusa con Georgia en 2008, donde los líderes pedían ser miembros de la OTAN, puso fin a todo esto. Pero todo lo que Occidente necesita en realidad es que Ucrania se mantenga independiente y por tanto limite el poder ruso.
Alemania y Rusia han tejido estrechos vínculos económicos durante los últimos 20 años. Políticos retirados, como el antiguo canciller alemán Gerhard Schröder y el antiguo ministro de Exteriores Hans-Dietrich Genscher, disfrutan de vínculos cercanos y a veces lucrativos con el liderazgo ruso.
La crisis actual en Ucrania fue precipitada por la decisión del presidente Viktor Yanukovych el pasado noviembre de incorporarse a una “Asociación Oriental” (Eastern Partnership) con la UE.
Pero la gestión de las negociaciones por parte de Bruselas parece haber sido un desastre. Como decía un experto ucraniano, Andrew Wilson, “la UE llevó una barra de pan a una pelea de cuchillos. La asociación oriental es una política de ampliación menor, en el mismo momento en que Rusia se ha adentrado en remodelaciones importantes”.
Yanukovych rehusó entonces el acuerdo con la UE. El presidente ruso ofreció a un Yanukovych falto de fondos ayudas valoradas en más de 13.000 millones de euros.
La UE sólo prometió remitir Ucrania al Fondo Monetario Internacional, que tiene unas condiciones muy duras para la concesión de préstamos a los estados con problemas de liquidez (que ahora se están relajando después de la caída de Yanukovych).
Giro en contra
La maniobra de Putin se volvió en su contra cuando Kiev y la parte oeste de Ucrania se sublevó. Las divisiones regionales (las bases de Yanukovych han estado en las partes este y sur, más ortodoxas y ruso-hablantes) ilustran como poderes rivales se han disputado Ucrania durante siglos.
Lviv, por ejemplo, la principal ciudad en el oeste de Ucrania, mayoritariamente católico, hace cien años era Lemburg, capital de Galitzia, una provincia de Austria. Entre 1919 y 1939 fue Lwów, la segunda ciudad de Polonia. Se convirtió en Lvov en la República Soviética de Ucrania después de la Segunda Guerra Mundial.
La principal línea de división política en Ucrania, tanto en 2004 como ahora, parece surgir de cuestiones regionales. Dos bandas de oligarcas corruptos luchan por el poder, una alineada con Rusia y la otra con EEUU y la UE.
Pero esta vez ha habido dos diferencias importantes. Primero, los políticos de la oposición han tenido mucho menos el control, con el levantamiento dirigido desde abajo. Algunas fuerzas horribles han estado involucradas, de forma notable el partido de extrema derecha Svodoba. En segundo lugar, los oligarcas y los aparatos armados parecen haber abandonado a Yanukovych.
Esto deja a Putin humillado, cuando esperaba estar bañándose en los éxitos de las olimpiadas de invierno en Sochi. Necesita a Ucrania como aliado clave en su planeada “Unión Euroasiática”.
Es interesante la propuesta del antiguo asesor de seguridad nacional de EEUU, Zbigniew Brzezinski, uno de los arquitectos de la política expansiva hacia el este de la OTAN y la UE, de desalentar la intervención Rusa en Ucrania para tranquilizar a Putin. Ucrania debería convertirse en otra Finlandia: “Vecinos mutuamente respetuosos, relaciones económicas amplias tanto con Rusia como con la UE, sin participación en ninguna alianza militar considerada por Rusia como orientada contra ella”.
Pero esto no acabaría con el miedo de Putin de que las “revoluciones de colores” en Ucrania y Georgia fueran ensayos para instalar un régimen pro occidental en el mismo Moscú. El eco de Kiev ha demostrado ser difícil de contener.
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