Para poder hacer su famosa Crítica a la Economía Política y redactar su precipua obra DAS KAPITAL[1], Karl Marx se especializó en Filosofía, Economía, Derecho Civil y en Sociología de la que fue el principal pionero científico.
A partir de entonces, en Marx cobra interés la idea de que antes de que tengamos conciencia o de llenar nuestro pensamiento con ideas reflexivas, de espiritualidad, debemos comer, y para esto debemos trabajar aunque sólo lo hagamos instintivamente de emulación en emulación.
Esta manera de ver el mundo, reconociendo que primero hacemos y luego pensamos porque mal podemos criticar sobre lo que no conocemos y para conocer tenemos que hacer, convierte la filosofía marxiana en un asunto netamente materialista.
De allí, de ese materialismo dialéctico, se desprendió la idea de que los movimientos revolucionarios de todos los tiempos, se han dado cuando la clase trabajadora cae en la cuenta de que algo anda mal en cuanto al reparto de las riquezas sociales creadas por ella. Ser revolucionario, pues, es una consecuencia de males previos y no causa de estos.
Pero, el materialismo es tan antiguo como la espiritualidad, se han movido casi paralelamente por cuanto lo uno ha sido considerando divino y lo otro mundano. Al hombre lo han despreciado todas las religiones, lo han minimizado en capacidad tecnológica y científica, política y filosófica. Esta subestima tiene como causa la sobreposición de un suprapoder por encima de todos los hombres, de manera tal que sería esa entidad etérea la que guiaría los pasos del dueño del poder terrenal sobre el resto, sobre los trabajadores al final de cuentas. Los faraones tenían un supuesto poder divino sobre todos los mortales de marras, y ante ese poder todos pasamos a ser iguales en sumisión, pero con respeto al poder de los ricos por parte de los pobres. Ricos es sido sinónimo de explotador, y pobres, de trabajador explotado.
En el vínculo del título de esta entrega podemos apreciar cómo lo material es subestimado, condenado y hasta presentado como una variante idealista, presentado como el gran enemigo de la humanidad, pero, como se trata de una fuente harto acreditada, esta se cuida de no dirigiese directamente al materialismo como reemplazo de todo tipo de idealismo, como fase superior del propio pensamiento, de la propia espiritualidad, sino que pasa factura al materialismo dialéctico practicado por Marx, y a aquel le sobrepone intérpretes idealistas rezagados que supuestamente dan por obsoleto aquel pensamiento filosófico que todavía no ha logrado superar la mediática antirrevolucionaria de todos los tiempos.
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[1] Esta obra sigue siendo la más leída de todas las escritas hasta ahora, y eso que la mediática burguesa, lejos de promocionarla, la silencia en sus librerías, y las que vendé son ya maquilladas en favor del propio burguesismo. No es cuestión de tiempo, la obra de Cervantes lleva más de medio milenio, pero hasta ahora no ha provocado ninguna revolución social.