Gustavo Petro considera que su futuro político pasa por voluntades de funcionarios y personeros que hacen vida en la comisión interamericana de derechos humanos (CIDH). Incluso manifiesta que desde dicha comisión se deben trabajar algunos cambios en Pro de beneficiar y darle mas sentido a eso de ser un ente que vela y es proclive a la causa de los derechos humanos, como por ejemplo transformar las medidas cautelares en provisionales, que son obligatorias para todo estado miembro de la OEA.
El exguerrillero del M-19 alega que aun puede regresar a la alcaldía de Bogota, que seguirá dando batalla legal, dando muestras que mantiene confianza plena en la justicia internacional, cualquiera podría pensar que el mensaje de Petro y su entorno es: esto de la justicia aquí en Colombia es un cuento chino; mas allá de las fronteras los cuentos de justicieros son reales. Lo que no parece tener claro el nativo de Cienaga de Oro, o le interesa mas desdeñarlo, es que la justicia, mas allá de estipulaciones, leyes contempladas en marcos jurídicos y sus consiguientes aplicaciones, es lucha de clase.
En las recientes elecciones legislativas, la abstención en la capital colombiana alcanzo casi el 70%, una cifra que refiere claramente como esta el estado de ánimo por aquella ciudad, pero que a la vez es similar a nivel nacional. Al conocerse la decisión del procurador Ordóñez, la gente fue a la calle a expresar su hastío, su cansancio ante la falta de democracia verdadera. En esa disposición es donde se anida la verdadera esperanza de conseguir justicia, porque esos obreros, estudiantes, y cada uno de los que han ido a protestar a la plaza de Bolívar, si que saben de las diferentes acepciones que encierra la definición injusticia, bastante que la han vivido.
Desde principios de 2013 en diferentes partes de Colombia han sido testigos de procesos de movilizaciones que entre otras cosas señala la enorme crisis en que se encuentra el sistema político y todo cuanto se deriva de ello. Desde la perspectiva de los principales actores de las movilizaciones, el principal reto debe ser consolidar saldos organizativos y direcciones que orienten y ayuden a aclarar los verdaderos propósitos de lucha. La pelea del Catatumbo fue y sigue siendo contra las trasnacionales. Los agricultores tendrán que coger calle nuevamente porque el gobierno no podrá cumplir todos los acuerdos habiendo varios TLC de por medio y en el caso de Petro la cuestión no es solo defender el voto. Es pelear contra la corrupción, contra el abuso, contra la desigualdad, contra la pobreza, además definiendo cosas como que una lucha no es aislada de la otra, en el fondo todos pelean por similares razones y sobre todo que Ordóñez, Uribe y Santos son lo mismo.
Petro señalaba recientemente en una entrevista para la BBC que por motivos de trabajo hacia tiempo que no iba a las regiones. Y es pertinente que lo haga, entendiendo que su caso particular no debe quedar confinado a la capital, ya que no solo se le destituye como alcalde, sino que se le inhabilita por 15 años. El tema de la elección presidencial va agarrar fuerza en la medida que se vaya acercando, sobretodo mediaticamente y contra eso también se pelea. La abstención que alcanza números cada vez mayor en todo el territorio nacional, invita a que se pueda hacer algo distinto y Gustavo Petro esta en capacidad de ello, siempre y cuando haya voluntad política. Una amiga cordobesa me comentaba lo siguiente hace apenas unos días: Petro es cordobés, es costeño como nosotros, pero no ha venido por acá, no se ha acercado, por acá se le quiere ver, se le quiere escuchar y que nos escuche a nosotros. Da la impresión que a mucha gente en Colombia el reflejo le esta indicando que el daño se puede reparar de una forma muy distinta a esperar que pueda ser solo por medio de una medida aplicada desde San José de Costa Rica. Petro aun esta a tiempo.