El director de la campaña del PP para las elecciones europeas y vicesecretario general, Carlos Floriano, se ha confesado «preocupado» porque «más de un millón de personas haya votado a un partido que tiene como modelo la Venezuela de Maduro o el castrismo de Cuba». Se olvida Floriano de analizar por qué puede ser Cuba o Venezuela un modelo para alguien, en este caso millones, en el Estado español. La revolución cubana, consecuencia de la corrupción y de los más abyectos sistemas dictatoriales, y el proceso revolucionario venezolano originado por un sistema bipartidista corrupto, ineficiente y semidictatorial en el que las garantías económicas estuvieron suspendidas durante décadas, las desapariciones, torturas y persecuciones políticas eran sistemáticas y la aplicación de la Ley de vagos y maleantes era un saco sin fondo.
Bien es verdad que el bipartidismo en el Estado español está «tocado» pero no muerto. Son millones los españoles que aún ganan y gastan. Desde los funcionarios públicos, pasando por los jubilados, hasta llegar a los que tienen un trabajo más o menos seguro. Muchos de estos millones de votantes quieren que nada cambie, que todo siga igual o como antes. Son los millones de votos del PP y del PSOE que en un intento, aún no desesperado, hablan ya de fundirse en un sólo partido y tal vez añadirle al nuevo partido la palabra «Libertad» o «Mercado».
Los millones de votos de los dignos votantes, según el PP y el PSOE «antisistema»; entendiendo por «sistema» el de «Bárcenas, el de el «rey de juerga en África con o sin Corinna, Calatrava, adjudicaciones millonarias a dedo, Urdangarín, Barberá, Pokemon, Picachu, Gürtel, rescate de bancos con fondos públicos o impunidad para banqueros y corruptos», tendrán que llegar todavía más lejos. Los resultados nos demuestran que los ciudadanos quieren otros políticos, otros partidos y que otro modo de gobernar es posible apartando el entramado del sistema político que montaron el Partido Popular y el PSOE en el que un solo poder, mediante un sistema electoral amañado y una Constitución a medida, mantiene secuestrada la democracia real, la única democracia.