A través de una política metódica, cuyo objetivo primordial es la deshumanización del otro, el Estado de Israel ha emprendido desde hace décadas acciones de todo tipo en contra del pueblo de Palestina, constituyendo estas -sin duda- crímenes de lesa humanidad, sin que hasta ahora hayan sido frenadas. "Se trata de una esfuerzo sistemático y continuo de cambiar la composición étnica de Jerusalén y hacer más difícil a los palestinos mantener su residencia", según lo expresara Richard Falk, un jurista estadounidense que, por seis años, ha ejercido funciones como relator especial de la ONU sobre los derechos humanos en los territorios palestinos.
Esta situación consuetudinaria persigue, entre otras cosas, desmantelar las estructuras de la legítima resistencia palestina frente al poder autoritario y fascista de Israel. De esta forma, el gobierno sionista completaría la ocupación de los territorios robados a Palestina, utilizando toda suerte de mecanismos de hostigamiento, represión, bloqueos, y discriminación, llegando al colmo de negársele el suministro de agua a la población palestina. En este último caso, como lo resalta Amira Hass, una conocida y galardonada periodista israelí, “la discriminación del agua es un instrumento más del sistema de gobierno que se utiliza para desgastar a los palestinos social y políticamente. En Cisjordania, decenas de miles de familias gastan enormes cantidades de tiempo, dinero y energía emocional y física sólo para realizar las tareas básicas de baño y aseo. Cuando no hay agua en la cisterna del inodoro, incluso las visitas de familiares se vuelven esporádicas. Las familias del valle del Jordán realizan con disimulo, para no ser descubiertos por la Administración Civil, largos recorridos en busca de acarrear agua potable en tanques. Mientras, el agua fluye abundante por las tuberías de la compañía Mekorot hacia las granjas de cultivo de las colonias adyacentes”.
En la actualidad reciente, la población palestina ha sido blanco de las represalias del ejército sionista en venganza por la muerte de tres jóvenes israelíes, provocando muertes de niños, la detención arbitraria de adolescentes y la destrucción de edificaciones donde residen familias palestinas ante la frialdad de los organismos multilaterales (como la ONU) que prefieren dejar pasar, dejar hacer ante el apoyo incondicional que le brinda Estados Unidos al Estado de Israel, sin importarles los atropellos diarios a que son sometidos los palestinos desde hace más de cincuenta años.
Así, los crímenes contra Palestina por parte de Israel obedecen a un plan de larga data para desalojar a sus habitantes de los territorios que venían ocupando desde hace siglos, al mismo tiempo que le permitiría a Israel convertirse en una suerte de bastión del imperialismo binario gringo-europeo en la estratégica región del Medio Oriente, sobre todo cuando se pretende imponer un control directo de los ricos yacimientos de gas y petróleo existentes en la misma; de tal modo que el infortunio palestino tiene como causas inmediatas, por una parte, la ambición territorial de la dirigencia sionista y, por la otra, la ambición neocolonialista de Europa y de Estados Unidos.-
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