Es un secreto a voces que Estados Unidos busca mantener, reforzar y ampliar su hegemonía a nivel mundial. Esto ha impulsado al complejo militar-industrial que gobierna a Estados Unidos a emprender, a la vista de todos y con la bendición de la ONU y el acompañamiento incondicional de la OTAN, de una expansión militar sin precedentes en su historia particular, la cual -por lo inmediato- se hace sentir desde hace algo más de dos décadas consecutivas y con absoluta impunidad en los países de Asia, con un énfasis especial en la región del Medio Oriente, donde la presencia de una organización extremista como Daesh (mejor conocida como Estado Islámico) le sirve de excusa perfecta para incrementar sus acciones militares en “defensa de la comunidad internacional”, haciendo olvidar su responsabilidad directa en los acontecimientos que en dicha región tienen lugar.
De esta forma, la elite gobernante gringa demuestra su disposición de aplicar lo se ha dado a conocer como la “teoría del caos constructor” (o constructivo), la cual no es otra cosa que el plan diseñado por Washington para remodelar las fronteras, en este caso, de las naciones del Medio Oriente, teniendo en cuenta la riqueza petrolera allí existente, por lo que no es ninguna casualidad que naciones como Afganistán, Iraq, Libia y Siria sean blanco del mismo. Para esto, Estados Unidos ha desconocido y aplicado a su total conveniencia las normativas contempladas en los Convenios de Ginebra, además de sus Protocolos de 1949 y 1977, respecto a la “humanización” de la guerra, e incluso haciendo accesoria la autorización del Congreso al presidente para que ordene la agresión militar contra cualquier país soberano.
Así, considerando al planeta entero como su actual teatro de operaciones, el Pentágono se ha permitido rediseñar la doctrina militar que le fuera característico durante largos años, a tal punto que ha preponderado el número de efectivos activos y de equipos de sus fuerzas navales en cada mar y océano de la Tierra, sumado a la diseminación de bases militares de todo tipo que -como en la amplia geografía de nuestra América- tienen por misión primordial “custodiar” aquellas zonas con profusión de recursos estratégicos para los intereses y el estilo de vida capitalista estadounidenses. Bajo tal lineamiento imperialista y neocolonialista, las fronteras de Estados Unidos se han extendido a todos los continentes, lo que ya ha causado serias fricciones, por ejemplo, con Rusia, la cual se ve cercada y amenazada por vecinos alineados con los dictados gringos, así ello provoque eventualmente un conflicto bélico de incalculables consecuencias para toda la humanidad, aún mayores a las sufridas con la Primera y la Segunda Guerra Mundiales. Por tal motivo, a la humanidad y, por supuesto, a todos los gobiernos, no les debe ser indiferente lo que haga la Casa Blanca en su pretendida guerra contra el terrorismo internacional, puesto que ello sería como otorgarle la aprobación a sus pretensiones imperialistas y neocolonialistas de expandir sus fronteras “naturales” a costa de la soberanía de las demás naciones del mundo, esgrimiendo como argumento válido su presunto “destino manifiesto”.
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