Caracas, 11 de septiembre de 2014
Comparto con mis hermanos colombianos, venezolanos, chilenos y de la Patria Grande, que honrosamente y con orgullo socialista-comunista, hoy, 11 de septiembre de 2014, cumplo 40 años de militancia revolucionaria, de los cuales los últimos 8 los he vivido en Venezuela. Inicie mi militancia revolucionaria el 11 de septiembre de 1974, participando con la Juventud Comunista de Colombia (JUCO) en la Marcha Internacional de Solidaridad con Chile, que recorrió todo el país para llegar a Bogotá exactamente un año después del golpe militar fascista contra el gobierno socialista del Presidente Salvador Allende, quien había sido legítimamente elegido por el pueblo chileno.
Allende, héroe de Chile y Latinoamérica, con su gobierno de la Unidad Popular, -que fue concreción de la alianza entre socialistas, comunistas y otros sectores de izquierda-, habían decidido transitar por primera vez en la historia, el camino pacífico y por la vía electoral al socialismo.
Con este golpe criminal y asesino, planificado y ejecutado por el gobierno de los Estados Unidos, la oligarquía y las fuerzas armadas de Chile, truncaron la voluntad popular y el camino pacífico al socialismo, para imponer una feroz dictadura militar fascista y por primera vez establecer el neoliberalismo en un país de América Latina. Quedó demostrado una vez más, que la democracia burguesa, solo es respetada por las clases dominantes, mientras no sean puestos en riesgo sus privilegios y su supuesto “derecho” de explotar a los trabajadores, subyugar a los pueblos, saquear sus presupuestos nacionales y sus riquezas naturales.
Lo mismo intentó hacer el imperialismo norteamericano y la oligarquía venezolana a él subordinada, 29 años después, el 11 de abril de 2002, cuando desataron el golpe militar contra el gobierno legítimo del Presidente Chávez; golpe que fue derrotado por la participación activa y heroica del pueblo que se movilizó espontánea y masivamente desde los barrios y que, en unión cívico-militar, obligó a la restitución del Comandante Chávez en la Presidencia de la República.
Las mismas fuerzas reaccionarias realizaron, -con igual objetivo de derrocar al Presidente Chávez-, el paro petrolero de diciembre 2002-marzo de 2003, el cual una vez más fue derrotado por la acción del pueblo en unidad cívico-militar. Esta vez con la participación protagónica de los trabajadores de la industria petrolera, que en contra de los gerentes, tecnócratas y gran parte de los empleados administrativos, ejercieron como Poder Popular, para reactivar las refinerías y toda la industria petrolera.
En 2004 fue destruido, por acción oportuna de los organismos de seguridad del Estado y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), un plan por medio del cual se pretendía asaltar el Palacio Presidencial de Miraflores y asesinar al Presidente Chávez, con participación de unos 200 paramilitares colombianos que habían llegado a Venezuela con apoyo del Presidente de Colombia de ese entonces, Álvaro Uribe Vélez y el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) bajo su dependencia directa.
Desde la desaparición física del Comandante Presidente Hugo Chávez el 5 de marzo de 2013, se ha puesto en marcha un nuevo plan, dirigido nuevamente desde los Estados Unidos por el Departamento de Estado, el cual fue acelerado y potenciado desde febrero de 2014 con inmensos recursos de todo tipo, que combinando todas las tácticas políticas, militares, económicas y mediáticas, está orientado a derribar el gobierno constitucional del Presidente Nicolás Maduro, para acabar con la independencia nacional y destruir la Revolución Bolivariana y su perspectiva socialista, así como todos sus logros sociales y su influencia en América Latina y el Caribe.
La historia nos muestra claramente que las clases dominantes y los países imperialistas, dejan sus contradicciones de lado para actuar en alianzas internacionales y destruir a los gobiernos revolucionarios que pongan en riesgo su hegemonía, así hayan sido elegidos democráticamente. Así ocurrió contra la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII, contra la revolución Bolchevique desde 1917 y contra la revolución cubana desde 1959.
Es claro que mientras exista imperialismo, siempre y por todos los medios posibles, éste tratará de destruir toda revolución democrática y popular que pretenda avanzar al socialismo. Solo la fuerza organizada y consciente del pueblo, el Poder Popular, la unión cívico-militar, la preparación permanente y la solidaridad internacionalista de las fuerzas populares y revolucionarias, garantizarán la independencia y soberanía nacional, la continuidad de la revolución.
Allende, como él mismo lo dijo en su último mensaje por Radio Magallanes, emitido desde el Palacio de La Moneda, unas horas antes de su muerte, pago con su vida la lealtad al pueblo que lo eligió y confió en él. Ese también fue el precio de haber confiado en que en Chile, la burguesía y sus fuerzas armadas respetarían la Constitución y las leyes.
En ese gran evento de solidaridad internacional con el pueblo chileno, participaron decenas de miles de colombianos y centenares de chilenos exiliados entre los cuales se encontraban como personalidades prominentes, la viuda de Allende, Hortensia Bussi; la ministra de trabajo de Allende, Mireya Bartra, a quien tuve el honor de acompañar en diversas actividades; y la Secretaria General de la Juventud Comunista de Chile, Gladys Marín.
Entre las consignas de esa memorable marcha de solidaridad, se escuchaba el grito: ¡Alerta, Alerta, Alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina!
La historia de la lucha unida de los pueblos de América Latina por la independencia, la libertad y la dignidad es una constante desde finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Sigue siendo una constante en el siglo XXI.
¡Solo unidos seremos libres!