Miércoles, 11 de febrero de 2015.- El jalón de orejas de Obama a la señora Merkel
Ante la sorpresa de muchos el Presidente de los EEUU Barack Obama, en declaraciones formuladas a la cadena CNN el 2/2/2015, se convierte en el “aliado” más importante del gobierno de izquierda de la coalición Syriza en Grecia. Obama, de una manera incluso más abierta y decidida que el tibio Presidente de Francia Francois Hollande, plantea que no se puede desconocer la dramática situación de Grecia, al señalar que “es muy difícil emprender cambios cuando el nivel de vida de la gente cayó un veinticinco por ciento. A la larga el sistema político, la sociedad, no pueden soportarlo”.
En una alusión critica a la política de austeridad del anterior gobierno conservador, que colocó a Grecia contra la pared (sumergiéndola en el círculo vicioso de una deuda impagable, contracción económica severa, destrucción masiva del empleo, hundimiento de la clase media en la pobreza y la desesperación de los trabajadores), el presidente norteamericano ha dejado en claro que hay que ser comprensivos con el país y detener la caída: “La prudencia fiscal es necesaria, las reformas estructurales son necesarias en muchos de estos países (europeos) pero lo que aprendimos de nuestra experiencia en Estados Unidos es que la mejor manera de reducir los déficits y restaurar la solidez fiscal es crecer”.
Obama, con el lenguaje de un socialdemócrata, coincidiendo así con la posición de diversos economistas de izquierda como Vicent Navarro y Alejandro Nadal, entre otros, rechazó el dogma de la Austeridad, defendido de manera implacable por la derecha europea. Se atrevió a decirlo: hay que hacer crecer la economía. Un mensaje incómodo dirigido sobre todo a la “troika” que gobierna a Europa (el BCE, CE y el FMI) y a la canciller alemana, Angela Merkel. Esta última, con la cara amarrada que suele mostrar al referirse a los griegos, había dicho recientemente al nuevo gobierno de Syriza, que lo olviden: no habrá quita de la deuda y tendrán que cancelar íntegramente el dinero que le deben a los bancos europeos, (en primer término a los de Alemania, claro está). Obama sin embargo fue muy claro: a un país atrapado en una depresión económica no se le puede “exprimir” indefinidamente. En sus propias palabras: “Cuando hay una economía que está en caída libre hace falta que haya una estrategia de crecimiento y no sólo esfuerzos para presionar a una población que sufre cada vez más”.
Ahora, ¿por qué el presidente de los EEUU asume esa posición? Algunos, románticos irremediables, podrán decir: Obama es, en el fondo, un hombre de centro-izquierda, progresista, que además se siente preocupado por la irrupción de neo-nazismo en Grecia, que eventualmente podría convertirse en una fuerza política importante si la crisis del país se mantiene o profundiza. No obstante, el presidente norteamericano tiene en mente razones estratégicas que son las que, sin duda, contribuyen a hacerlo más sensible ante la tragedia de los griegos. Como se sabe, uno de los temores más grandes expresado por algunos sectores del pensamiento conservador europeo es que si Grecia no consigue salir de la debacle, tendrá que abandonar el euro, lo que podría significar el derrumbe de la Unión Europea. En efecto, se trata de una posibilidad. Si la troika y Alemania mantienen las condiciones draconianas que durante los últimos años impusieron a Grecia, este país tendría que escoger entre morirse de hambre o abandonar la Unión. Sea de la mano de Syriza, de corrientes de izquierda más radicales o de “Amanecer Dorado”, la formación política neonazi. En el futuro, la revolución o el fascismo podrían convertirse en mayoría. En el caso de la extrema derecha no es imposible: Hitler llega al gobierno a partir de las elecciones en las que triunfa su partido, al ser designado canciller en 1933, en medio de una crisis también monumental. Luce improbable pero de antemano no se puede descartar completamente ese escenario.
Mientras tanto, el nuevo gobierno conducido por el primer ministro Alexis Tsipras, ya ha enviado señales importantes de que quiere el diálogo y la negociación en el seno de la Unión Europea. Al mismo tiempo que procura demostrar que se toma completamente en serio la promesa electoral que formuló, de sacar a Grecia de la postración, poniendo por delante las necesidades de la mayoría. Por lo pronto anunció ya el incremento del salario mínimo; además ha abierto la puerta para que se revisen las contrataciones colectivas, congeladas por el obediente niño sometido a la troika que fuera Antonis Samaras, el primer ministro conservador anterior. En cualquier caso, no le resultara fácil a Tsipras dormir si no logra ser consecuente con el movimiento popular que llevó a cabo centenares de protestas, entre ellas diez huelgas generales, en el afán de mostrar su rabia y su esperanza.
A Obama y a sus asesores, les preocupa la terquedad de la canciller alemana. Si la Unión Europea llegara a agrietarse o romperse con la salida de Grecia, el “mal ejemplo” se podría propagar. En ese marco, la derecha “civilizada” del mundo no se quedaría cruzada de brazos, y tendría que apelar a una coacción bárbara sobre Grecia para someterla por otros medios, o buscar una marioneta útil y predecible que se acomode a sus gustos.
La deserción de Grecia y la posible disolución de la Unión Europea podrían generar a vez la peor situación (para la troika y la Sra. Merkel, se entiende): algunos países europeos quedarían en libertad de retomar su propia moneda y contarían con la posibilidad de poner en práctica políticas monetarias, fiscales y cambiarias de mayor autonomía. Por ejemplo, podrían devaluar para tratar de ser más competitivos, lo que equivaldría para la troika y Alemania a “un caos monetario” . En esas condiciones, el mercado europeo se tornaría impredecible y las exportaciones alemanas se verían afectadas.
Otro efecto posible es que, en los países díscolos, podrían aumentar las posibilidades electorales de las izquierdas (y de las derechas nacionalistas moderadas), al contar los estados con un grado mucho más amplio de libertad para construir políticas centradas en el fortalecimiento de los mercados internos, un entorno más favorable al mejoramiento del empleo y los salarios.
Para los EEUU sin embargo, el saldo político más preocupante de una Unión Europea en proceso de disolución sería el debilitamiento de la OTAN. No habría apoyos automáticos a la geoestrategia norteamericana de llevar hasta el final la política de rediseño del Medio Oriente (que combina la diplomacia, los bombardeos y la ofensiva mediática). La exacerbación sectaria del componente étnico-religioso que EEUU atiza con sus contradictorias actuaciones en esa zona del mundo perdería fuerza, en el marco de una opinión pública europea más discordante y plural, deseosa de mejorar sus relaciones con ese región. Tendrían así los norteamericanos que aprender a lidiar con gobiernos respondones, con posiciones divididas ante conflictos concretos.
Por otra parte, el anhelo más grande de EEUU, impedir la constitución de un mundo multipolar, podría también rodar por el suelo. Una Europa de países con mayor soberanía estaría en condiciones de apreciar mejor sus relaciones con Rusia, China y países emergentes de cualquier orientación política-ideológica, bajo criterios más pragmáticos y utilitarios, fuera del marco fundamentalista estadounidense.
Obama está realmente preocupado por la suerte de Europa, en la medida que se podría lesionar severamente la influencia norteamericana en todo el mundo. ¡Bien vale entonces una tenaz advertencia, el regaño a tiempo, a la orgullosa canciller alemana!
Para concluir: ¿qué hará la Sra. Merkel, ahora que incluso el tibio presidente de Francia se animó a decir “esta boca es mía”, al pedir “solidaridad” con Grecia? Negociar claro. Merkel es una figura política conservadora pero se ha visto que sabe ser pragmática. Lo demostró por ejemplo cuando en mayo de 2011, en el marco del accidente nuclear de Fukushima ocurrido en Japón dos meses antes, anunció que Alemania abandonaba definitivamente el programa de la energía atómica. Más recientemente, en ocasión del sangriento atentado contra el semanario francés Charlie Hebdo, Merkel asistió a la concentración pública de mandatarios en París para rechazar el hecho. Sin embargo, aclaró que el islamismo es parte de la nación alemana, tomando nota del importante contingente de inmigrantes que trabajan en su país y para enviar, a los que quisieran oírla, el mensaje de que ella no es una entusiasta del odio.
Angela Merkel es conservadora pero su inteligencia política es muy superior a la de una Margaret Thatcher, por ejemplo. Alemania tendrá que revisar su posición ante Grecia, ofrecer la posibilidad de que este país pueda respirar un poco de aire fresco, permitiéndole una condonación y/o renegociación de la enorme deuda que lo aplasta. Además de abrir su mercado para que Grecia pueda hacer exportaciones. No va a ser fácil; los términos específicos, el detalle de un posible acuerdo, resultarán decisivos. Sin embargo, allí está Obama para recordarle a la canciller alemana hacia donde quiere EEUU que el mundo se mueva para afianzar su hegemonía. El primer ministro Alexis Tsiripas por su parte, sonríe al recibir este inesperado espaldarazo de los gringos. También él y la coalición Syriza, necesitan ofrecer resultados concretos al sufrido y expectante pueblo griego.
César Henríquez Fernández
Febrero 2015