Se ha suscitado una amplia discusión en Colombia sobre el papel de los medios de comunicación en el histórico conflicto armado. En buena hora se rompe el hielo sobre este tema, tabú por décadas, a partir del programa Hora 20, de la cadena radial Caracol, una de las insignes casas radiales del país, que se atrevió a dar el paso y viajar a La Habana para incluir como panelistas a voceros de la delegación de paz de las FARC-EP.
Todo se desencadenó porque Diana Calderón, directora del programa Hora 20, acompañada de un grupo de tres panelistas, Hassan Nassar, Luz María Sierra y Héctor Riveros, invitó al programa a Pablo Catatumbo, Iván Márquez y Joaquín Gómez, integrantes del secretariado de las FARC y actuales negociadores.
No tiene discusión que ha prevalecido, de manera determinante, una visión unilateral y tendenciosa sobre el conflicto armado, los actores, los hechos, la culpabilidad y victimarios que ha difundido el bloque de poder hegemónico a través de los medios de comunicación, que son el caparazón ideológico y cultural, el formador de opinión, de la clase dominante. De ahí que la imagen y opinión que prevalece en la mayoría de la población colombiana, “formada” por estos grandes aparatos y sus locuaces comentaristas, analistas y opinadores, sea la de un país azotado por bandidos y terroristas que han causado una tragedia nacional.
Los grandes medios de comunicación colombianos han sido un actor determinante para crear una imagen distorsionada, perversa de las guerrillas colombianas, con el firme y principal propósito de cuidar la imagen de las fuerzas armadas y de seguridad del Estado, sus aliados el paramilitarismo y un sector importante de la oligarquía.
Aunque han sido pocos los que en Colombia han creído que la verdad sobre las causas históricas del conflicto va a llegar con el periódico de las mañanas, o en los noticieros de las tardes, o a través de los grandes medios de comunicación, nunca se equivocaron al señalar que éstos grandes aparatos de propaganda han jugado un papel fundamental como la matriz de opinión sobre el común de la gente.
En efecto, una narrativa seria y equilibrada sobre el conflicto, sus causas, actores y responsabilidades ante la catástrofe nacional que ha causado la guerra de más de 50 años, no iba a venir jamás empaquetada en los editoriales, ni en las noticias, ni en los comentarios, las columnas de opinión, ni los análisis “sesudos” de los que por décadas han ejercido de formadores de opinión.
Por supuesto que hay honrosas excepciones en las visiones y narrativas que transmite un grupo de intelectuales, pero jamás lograron balancear el relato sobre las causas históricas del conflicto, los responsables, y menos aún sobre la necesidad de abrir espacios para alcanzar una solución política del mismo. Hasta ahora que Hora 20 se atreve a romper el hielo para que el país escuche a los que ellos se pasaron décadas acusando y desconociendo como actores políticos. El peor error de los medios al difundir una falsa imagen sobre los voceros de las FARC, es que los presentaron como unas especies de bandidos sin argumentos, incultos y sin nada que decir y proponerle al país, olvidando que siempre han sido sujetos políticos, más que mandos militares.
En este contexto y en esta hora sobre el destape y la verdad sobre el conflicto armado, los medios de comunicación alternativos y populares vienen rompiendo el cerco mediático que en todos los órdenes ha vivido la sociedad, confrontando desde la visión y praxis de los movimientos sociales y las organizaciones populares, la visión dominante y hegemónica del mundo que difunden los grandes medios comerciales.
Al respecto cabe esta pregunta, – ¿desde cuándo y bajo qué criterios los medios de información comerciales, se apropiaron del derecho a la información “pública” sin el consentimiento ciudadano, desde cuándo se convirtieron en medios de comunicación públicos cuando en realidad son empresas privadas?
Aprovechándose de su ventaja empresarial, publicitaria y lobby político, los medios de comunicación comerciales siguen influenciando mayoritariamente la opinión pública, convirtiendo ésta en un campo de batalla de ideas donde, a pesar de que sigue gozando de buena salud el ideario de las clases dominantes, ganan terreno las ideas democráticas y de izquierda que difunden los medios de comunicación alternativos, a partir de la profundización de la crisis del sistema capitalista en general, y del avance de las tecnologías de la comunicación. En este sentido las redes sociales cumplen un papel destacado.
Una evidencia de lo que afirmamos sobre el dominio de los grandes medios de comunicación, es que la opinión, análisis y propuestas de quienes ejercen oposición política (aquí no consideramos al Centro Democrático la oposición en Colombia, esa es una de las grandes mentiras que hay que confrontar) ha sido obligada a vivir permanentemente bajo la autocensura, al exilio o el silencio que impone la amenaza de muerte, la cárcel, el montaje judicial o la muerte como ha sucedido con miles de activistas de movimientos progresistas, de izquierda, artistas, periodistas, reporteros, humoristas, profesores, estudiantes, sindicalistas, obreros, indígenas, afro descendientes, disidentes sexuales. Represión y control social que convirtió a Colombia en uno de los países más ricos en cementerios clandestinos donde yacen miles de desaparecidos, testigos olvidados de una guerra que debe llegar a un punto final.
Se ha acallado y censurado a tal extremo las posturas políticas de la oposición democrática, popular, de izquierda, al punto que el anticomunismo se convirtió en doctrina de Estado y en la mente de una mayoría de la opinión pública colombiana parece (es la mentalidad o consenso que ha construido la derecha y la clase dominante desde sus medios de comunicación, la radio, la TV) que no existiera nada distinto al modelo único de sociedad capitalista, algo así como un estado natural de la sociedad, eterno, duradero e inmodificable.
A partir de estos planteamientos, es válido preguntarnos entonces, ¿qué espacio para la difusión de ideas ha tenido la oposición política en este país, cómo ha sido tratada por los grandes medios de comunicación? Lo que la oposición exprese, convoque o proponga es difícilmente presentado con seriedad y rigurosidad por dichos medios, por el contrario, es atacado, criminalizado, tergiversado, y estigmatizado.
En este sentido, el más grave ataque que se le ha hecho a la oposición es señalarla de aliada o cómplice de la guerrilla por las consecuencias que este tipo de estigmatización ha significado para los sectores democráticos, progresistas y de izquierda. ¿Hay una lógica en esto? Cuando el poder político y económico ejerce el control sobre los medios de comunicación, les impone la defensa de sus privilegios, el modelo social vigente, la censura, la exclusión y hasta el control militar, podemos entender las lógicas y mecanismos de funcionamiento de los medios de comunicación.
Por eso vale preguntarse si la comunicación, información, noticias, análisis y publicidad que divulgan los medios de comunicación comerciales, a través de la tecnología de la comunicación, puede catalogarse como fuente veraz, imparcial y objetiva. Lo ponemos en duda, pues quienes la producen y divulgan, los comunicadores y empleados asalariados de dichos medios, por convicción o necesidad están condicionados, en la mayoría de los casos, a difundir la visión, objetivos e intereses de los propietarios de los grandes medios de comunicación.
La sociedad colombiana se debe un debate serio y profundo sobre cuál ha sido el papel de los grandes medios de comunicación en una sociedad caracterizada por un conflicto social y armado con raíces y causas históricas, y hoy en medio de los diálogos, se hace más urgente y necesario propiciarlo. Cuál debe ser su papel en una sociedad libre de conflicto armado, democrática, de derechos y libertades.
Que Caracol Radio a través de Hora 20 haya empezado la era del deshielo sobre el papel de los medios de comunicación en el conflicto y en la paz o la guerra, pasando de la descalificación del contrario al debate de argumentos, es una señal en la dirección correcta para que avancemos hacia el fin del conflicto armado y demos el salto de la lucha armada a la lucha de ideas.