La imagen de paz y fraternidad de Obama y el permanente despliegue militar en el planeta Tierra, inquietaron esos acontecimientos bélicos desarrollados sobre los pueblos árabes; quienes creemos en el Dios de la Historia, sabemos valorar lo que acontece en esa región, ya que corresponde al sitio donde vivieron los primeros patriarcas del llamado “pueblo de Dios”, cuna del judaísmo, cristianismo y del islamismo. Como muchos recordarán, Abraham, padre común de los árabes y de los judíos, vivía cerca de Basora, ciudad situada al sur de Irak y justamente, la cuna de nuestra fe tiene su origen, luego de aquel llamado que Dios le hizo a Abraham, cuando le ordenó salir de Jarán, situada al Norte de Irak, donde estuvo viviendo durante muchos años, para luego marchar a Canaán hoy llamada Palestina; Abraham le creyó a Dios y con su caminar hacia adelante entró a hacer historia. Desde el mismo nacimiento de la fe, la guerra se convirtió en el acompañante de la mayoría de los relatos bíblicos; en tal sentido, la palabra guerra aparece unas 280 veces en 30 de los 66 libros que conforman la Biblia; la primera vez que aparece la palabra guerra la vemos en el Capítulo 14 del libro de Génesis, y es interesante destacar como ya en ese primer libro se menciona que la zona en conflicto estaba llena de “pozos de asfalto”, aunque para esa época tal riqueza natural aún no formaban parte de los botines de guerra. Según el Apóstol Santiago, las guerras se originan por que se quiere algo, y como no se tiene o no se puede conseguir, se hace la guerra; tal hecho, lo pudimos apreciar en las dos guerras mundiales del siglo pasado, donde quedó claramente demostrado que los Estados Terroristas de los Estados Unidos fueron a la guerra, no para salvar el régimen democrático, sino por motivo financieros, industriales y comerciales; tales guerras imperiales dejaron a los gigantes de la mafia grandes ganancias, a costa de 22 millones de personas muertas. El fusilado en las calles de Dallas, Presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy bautizó a esos banqueros, industriales y comerciantes como el S.O.B. (son of a bith club), traducido al castellano, sería “el club de los hijos de put...” Las imágenes de saqueos y destrucción de todo el patrimonio espiritual e histórico de Irak, dejó al descubierto que el objetivo no era derrocar a un dictador o la búsqueda de armas química o biológicas, sino el control de la industria petrolera, ya que con ella se controla la vida económica, política y social, pues sus ingresos son tan grandes que sirve no sólo para pagar los millardos de dólares de todas las bombas y equipos de guerra utilizados, sino para financiar la reconstrucción de un nuevo país sin dejar ninguna huella de su pasado o de su cultura. Las mil imágenes de crueles violaciones y maltratos de los presos iraquí, desnuda la careta que tiene el gobierno terrorista norteamericano de ser abanderado defensor de los derechos humanos. Martín Luther King, quien vivió en el siglo pasado en ese país dijo: “la historia está llena de ruinas de las naciones e individuos que han seguido el camino de la violencia”. Lamentablemente, luego de contabilizar los resultados de la industria de armamentos de los Estados Terroristas de Norteamérica en el siglo pasado, además de los 22 millones hay que añadir los 130 mil muertos por la guerra del golfo, los 200 mil muertos en Irán por la tecnología bélica americana entregada a Sadam Hussein, los 150 mil muertos entre rusos y afganos con armas americanas entregadas a Bin Laden, los 100 mil muertos en Hiroshima y Nagasaki, los miles de muertos de la guerra de Vietnan, los que ocurren día a día tanto en Palestina como en Colombia y en proceso la actual injerencia en Yemen, todo lo cual aumentará la sumatoria de muertos e incrementará la ganancias de los “S.O.B.”. Analizando esa cruel realidad, debemos llegar a la infeliz conclusión de que la paz es un mal negocio para el gobierno de los Estados Terroristas de Norteamérica. Visto todo lo anterior, es importante que los judíos, los árabes, los cristianos y también los que dicen no creer en el Dios de la Historia, que presten atención al decreto (orden ejecutiva) firmada el 9/3/2015 por el presidente del gobierno de los Estados Terroristas de Norteamérica, Barack Obama, donde declara una emergencia nacional con respecto a la amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior de Estados Unidos planteada por la situación en Venezuela, es decir, que nosotros (mi familia, mis amigos, mis colegas, mis vecinos, mis conocidos, mis adversarios, los religiosos, los ateos y todos los que vivimos en Venezuela) representamos una amenaza para la seguridad interna de ese país.
Ese decreto, en primer lugar, es rechazado por el Universo, pues el libro de Proverbios dice: “siete cosas que el Dios de los Cielos odia: los ojos altaneros, la lengua mentirosa, las manos que asesinan a gente inocente, la mente que elabora planes perversos, los pies que corren ansiosos al mal, el testigo falso y mentiroso, y el que provoca peleas entre hermanos”; en segundo lugar, es rechazado en la Tierra por la mayoría de los venezolanos, latinoamericanos, caribeños y hasta por el propio pueblo norteamericano, quienes como Patriotas están firmando para pedir la derogación de tan Infausto Decreto. Lamentablemente, la élite del Imperio Terrorista no piensa así, pues un país en paz, un programa de paz o de desarme mundial, le ocasionaría un impacto fatal a la industria petrolera y efectos catastróficos sobre la economía de ese país. La palabra Paz aparece aproximadamente unas 400 veces en los libros del viejo y del nuevo testamento; en Génesis se menciona por primera vez, cuando Dios le menciona a Abraham que una forma de alcanzar la paz, es con la muerte y en el libro de Apocalipsis, aparece por última vez con el símbolo del caballo de color rojo con poder para quitar la paz del mundo. El término Paz en los libros bíblicos tiene varias connotaciones, se usa para expresar un regreso “sano y salvo”, o para expresar “amistad”, o como expresión de “no tener miedo”, “de tener calma”, de “tranquilidad”, de “salir o irle bien”, de “ir feliz al hogar”, de “reconciliación”, de “ser bienvenido”, de “no estar preocupado”, de “bienestar”, de “prosperidad”, y de “salud”. El no haber paz en un país, implica someter a continuos sobresaltos a sus habitantes, por ello, uno de los proverbios bíblicos dice: “mas vale comer pan duro y vivir en paz, que tener muchas fiestas y vivir peleando”; uno de los textos bíblico señala: “la justicia produce paz, tranquilidad y confianza”, y otro un poco mas ácido dice: “muchos gobernantes prometen paz, y lo que tienen es un cuchillo en el cuello” y en el sermón del monte, Jesús exclamaba: “Bienaventurados los que procuran la paz, pues Dios los llamará hijos suyos”. Para quienes creen que ese decreto del terrorista Obama es una broma y creen que la paz de Venezuela es un hecho natural invariable, les quiero recordar lo que aconteció hace mas de cuarenta años en Chile, uno de esos países de América Latina, donde el socialista Salvador Allende Gossens, resultó vencedor en las elecciones presidenciales el 4/9/1970. Inmediatamente, nacieron los complot, el riego de rumores de golpe de estado, inestabilidad e incertidumbre. Salvador Allende hijo de una familia de clase media, doctor en medicina y fundador del partido socialista, era un consecuente antiimperialista, luchador por los derechos democráticos y sociales del pueblo, defensor de cuanto preso político hay en el mundo. Ya para 1972, Chile estaba en el primer plano de los acontecimientos políticos y sociales del continente; pero, una vez mas el imperio de los Estados Terroristas de Norteamérica y la oligarquía criolla desplazada del poder, se rebelarían para derrocar el gobierno legítimo y democrático de la Unidad Popular y dar muerte al honesto Presidente de Chile, desconociendo así la voluntad popular y por ende, el corazón de la democracia, iniciándose con ello una sangría de hombres y mujeres expatriados y asesinados. Los sediciosos comenzaron por amedrentar y cercar al pueblo por el hambre y el terror; el golpe fue producto de una conspiración sostenida contra el gobierno de Allende durante sus tres años, comenzó desde el mismo momento de su elección, siguió con la primera y segunda huelgas sediciosas de propietarios de camiones y comercios, estimuladas por el grupo fascista Patria y Libertad y los partidos Nacional (liberales y conservadores) y Demócrata Cristiano; finalizando con un alzamiento militar el 11/9/1973, día en que muere asesinado el presidente Allende y en el que destruyeron salvajemente todo lo que fue su morada familiar y fue montado el gobierno de facto del General Genocida Augusto Pinochet (1973 a 1990), quién se encargaría de matar y hacer desaparecer a mas de 20.000 personas. Razón tiene Simón Bolívar, cuando en una carta escrita en agosto de 1829 al Coronel Patricio Campbell, ministro inglés residente en los Estados Unidos, donde expone sus razones de no aspirar al trono y de que no sea un príncipe europeo su sucesor y donde adicionalmente, como estadista y profeta expresa: “...Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”. Por cierto, que el traidor Páez en su autobiografía (Tomo I, 477) presenta esta carta como una prueba de que Bolívar aspiraba el trono, tratando de enlodar la fama póstuma del Libertador. Aun retumban en todos los rincones de nuestra geografía, aquellas palabras que el Libertador Bolívar le escribió al General Páez en abril de 1828: "La suerte de Venezuela no me puede ser indiferente ni aun después de muerto”. Estoy convencido que si Bolívar resucita, no dudaría en firmar contra ese decreto ejecutivo del Presidente de los Estado Terroristas de Norteamérica.