De antemano, sr. Presidente del gobierno de España os pido disculpas por desconocer vuestras costumbres mobiliarias propias de las vetustas monarquías europeas. Intenté asesorarme con algunos nobles de la casa Saboya, de los Windsor, de los herederos de los Habsburgo y de un sobrante arruinado de la casa Borbón quienes deambulan por el tercer mundo buscando novias o novios con dinero para contraer nupcias, lamentablemente ninguno me contestó dado que no tienen mi pin. Mi intención era compartir con vuestra señoría algunos planteamientos de carácter personal que considero que vuestra excelencia debería estar al tanto. Finalmente, descubrí un procedimiento de los cuales se valían los rancios nobles para compartir con sus allegados. Tal forma era llamada "lever", esto no era más que la ceremonia matutina de un linajudo cuando al levantarse invitaba a sus más allegados para conversar, mientras se vestía, sobre temas de interés. Para que usía me recibiera en su "lever" le envié una carta a vuestro chambelán y este nunca me confirmó mi asistencia. De igual modo, no creo que sería nada exquisito conversar con vuestra señoría mientras se pone los calzoncillos.
Me negué a pensar que no podía ponerme en contacto con vuestra excelencia y descubrí otro procedimiento utilizado por los hidalgos del reino de las Españas para compartir con sus favoritos. Se trata de la "cama privada"; por esta vía el noble finge una enfermedad para que los cortesanos allegados acudan a su alcoba y así poder chismorrear sobre temas propios de la aristocracia. Intenté acudir a vuestra "cama privada" y vuestro chambelán tampoco me respondió. Evidentemente, a pesar de lo ridículo de tales procedimientos desistí de comunicarme por dichas vías. Fue entonces cuando decidí remitirle a usía esta misiva, tal como lo hace cualquier proletario del tercer mundo.
Don Mariano, son muchos los temas que deseo tratar, mejor dicho, recordarle a vuestra excelencia, que usía parece no retener. Si hace un poco de memoria deberá tener presente que por vuestra sangre circula algo de aquellos iracundos conquistadores que vinieron a las "indias occidentales" a masacrar a estos pueblos. Dicen algunos especializados que de este "encuentro entre dos mundos" resultaron casi cien millones de aborígenes asesinados, materia prima robada en abundancia, culturas desaparecidas e imposición, a sangre y fuego y a garrote vil, de una forma de vivir diferente a la que vuestros ancestros encontraron en estas Tierras.
Usía, me da la impresión que la monarquía española nunca supo escoger buenos aliados. Así mismo, debo recordarle a vuestra excelencia, don Mariano, que el mejor socio del reino de España en el negocio de la conquista de América fue la Iglesia Católica Apostólica y Romana, la misma que cuyo Rey (el papa Alejandro VI) le regaló a España y a Portugal todas las tierras descubiertas y por descubrir. Usía, le pido disculpas si le usurpo parte de vuestro valioso tiempo de uranio, pero a veces se me mete en la pensadora que vuestra señoría no recuerda parte es estos sombríos pasajes. La verdad, pienso que la asociación de vuestra monarquía con la iglesia católica no es como para que su reino se sienta arrogante. Esta es la misma iglesia que se encargó de quemar a diestra y siniestra a las brujas, los herejes, los homosexuales, los moros, las adúlteras, los judíos, los filósofos, los científicos y todo aquellos que disintiera sobre lo que establecía La Biblia. Recuerdo, entre esos autos de fe, el de un afamado teólogo enjuiciado por la inquisición quien afirmó que las campanas de la iglesia no calmaban los temporales, de igual modo, que los rezos no servían para mejorar las cosechas. Evoco a otra señora condenada a la chamusquina, acusada de bruja por untarse con la grasa de niños que ella misma asesinaba, solo para escaparse por el ojo de la cerradura y viajar por el aire en una escoba para asistir a un aquelarre. A pesar de que a vuestra excelencia esto le puede causarle hilaridad, tales autos de fe están registrados en los archivos de los juicios del Santo Oficio.
Vuestra excelencia, no solo la anterior fue una nefasta sociedad. Imposible no recordarle a usía el contubernio que mantuvo el Generalísimo Franco, que vuestra señoría debe admirar y añorar con embeleso, con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, es decir, dos babillas del mismo charco, y absuelva usía me indebida comparación. ¿Y qué me dice vuestra señoría del concordato firmado entre la España de Franco con la Alemania Nazi? Por esta razón no me sorprende la militancia de vuestro reino en la OTAN y de vuestra complicidad en todas las masacres de esta organización militar estadounidense contra los países árabes. Ahora vuestro reino no busca oro y plata, ahora se dedican a robar petróleo.
Usía, no sé nada de genética, un doctor en ignorancia como yo, desconoce todas las disciplina del conocimiento y por eso me la paso indagando sobre tantos temas que ignoro. Afirman alguno versados genetista que en el ADN se esconde, de forma recesiva, el comportamiento de nuestros ancestros. Es por eso que vuestra excelencia debe tener algo de dinosaurio, de iguanodonte, de águila arpía y de asesinos más próximos como Boves; el pacificador, el conde de Cartagena y marqués de la Puerta Pablo Morillo; de Morales y de todos aquellos aventureros y militares que vinieron al nuevo mundo a buscar fortuna para enriquecer vuestro reino. Para logar tal objetivo no se condolieron de las almas no cristianas y desafiando las normas más elementales de los derechos humanos acabaron con aquellos que pretendían defender lo que en bien les pertenecía: una patria. De seguro usía que por sus venas se habrán colado una parte de esos genes.
No solo por los vasos capilares de vuestra excelencia corre una porción de la sangre de aquellos bárbaros, también la de los avaros virreyes, la de los de nobles usureros, la de los hidalgos tacaños y la de los aristócratas holgazanes, quienes se hicieron ricos sin trabajar, a costa de la faena de los esclavos. La historia me refiere que el gran duque de Alba durante el siglo XVIII y XIX era dueño de diecisiete castillos y así como este noble, muchos de ellos dilapidaron el oro, la plata y otros bienes provenientes de América. Y cuando me acicatean las dudas busco por Internet las resplandecientes iglesias europeas construidas con el oro y la plata robada de América. Estoy seguro que vuestra señoría algo de estos genes debe poseer en vuestra sangre azulada.
Don Mariano, la memoria me trae efemérides que quizás a vuestra señoría no le gustaría que yo reseñara en esta misiva. ¿Usía recuerda el golpe de estado (propio del tercer mundo) de 1981(23-f) cuando el teniente coronel Antonio Tejero irrumpió el Congreso de Diputados como el propio cow boy, amenazando con armas de fuego a los ediles reunidos? Un verdadero espectáculo televisivo. ¡Joder! Como diría un proletario gallego. Mi tío que era abogado venezolano quiso ir en la defensa del conspirador, dado que odiaba a Adolfo Suárez el presidente del gobierno, pero no le dieron permiso por no ser abogado español. Ahora, no entendiendo la razón de por qué vuestra señoría nos envía a Venezuela a la momia andante de Felipe González para defender a un terrorista y a un conspirador.
Usía, para finalizar, le recuerdo dos fechas 24 de junio de 1821 y 24 de julio de 1823, la primera conmemora el triunfo de Venezuela sobre los españoles en el campo de Carabobo y la segunda, la batalla naval de Maracaibo, en ambas fechas se reafirma definitivamente la independencia de Venezuela de España. Eso indica, vuestra señoría, su excelencia don Mariano, que a partir de esa fecha no se permite la injerencia ni de España ni de países extranjeros en nuestros asuntos internos. Al igual como le sucedió a mi tío que no pudo ir a España a defender a Tejero, Felipillo (será por pillo) tampoco podrá ejercer en Venezuela. Otra cosa, así como por nuestras venas deben de haberse colado alguna herencia del ADN que usía lleva en su sangre, nosotros, además de esos, tenemos los genes que nos legaron Bolívar, Sucre, Urdaneta y mi comandante Hugo Chávez. Espero que vuestra señoría esto no lo olvide y por favor usía, no nos venga a dar lecciones de democracia.