En Libia se libró la primera guerra no televisada, para no levantar malentendidos ni afear la sobremesa con miles de muertos. Ahora está en el punto de mira de Europa porque de sus costas salen los barcos llenos de miserables que vivirán una vida de perro en Europa o se ahogarán en el intento.
Son los daños colaterales de tanta geopolítica de intereses. Que europeos y estadounidenses quieran machacar a Rusia en Siria tiene el efecto colateral de cientos de miles de personas buscando algún lugar en el que poder vivir.
Libia ya no es el país con mayor renta per cápita y bienestar de África. Los aviones de la organización terrorista OTAN atacaron con distintos alias, en nombre de la ONU, bajo la peregrina excusa de «proteger a los civiles y las zonas pobladas por civiles» de la amenaza que representaba el gobierno libio, por no darles una «democracia» al gusto del mundo occidental con todos los bienes públicos al servicio del bienestar ajeno.
Paradójico resulta que los africanos subsaharianos residentes en Libia luchasen con las armas para defender el gobierno libio; hoy montan en barcos de mierda para cambiar la «libertad» otorgada por Occidente.
Una maravillosa idea acaba de surgir de la bien alimentada Unión Europea (UE): «destruir los barcos» para que no sigan llegando miserables. El español Bernardino León, enviado de la ONU para Libia, no lo pudo decir mejor: «La UE no destruirá barcos en Libia porque Rusia se opone».
Hay que ver lo malos que son los rusos y lo buenos que son los occidentales.