La procuración de la libertad ha sido, sin duda, uno de los principales motores del progreso de la humanidad. En aras de la libertad cayeron las monarquías y los imperios; en su nombre se combatió a los regímenes totalitarios y a las dictaduras; se abolió la esclavitud y se estableció la democracia. Con mucha sangre se ha regado la tierra en el afán humano de ser libre. Se han roto ataduras que sometían a las conciencias, o que encajonaban la riqueza de la sexualidad; la mujer conquista cada día nuevos espacios en la lucha por ser libre. No obstante, la libertad sigue siendo asignatura pendiente para la humanidad. Nuevos grados de libertad traen consigo nuevas formas de esclavitud, incluso los pueblos alcanzan la libre capacidad de morirse de hambre.
En lo sustantivo de la Encíclica del Papa Francisco subyace la crítica a la libertad de consumir la que, a su vez, es el paradigma de la democracia impulsada desde las cúpulas del poder económico con sede en Wall Street, con los artificios de la publicidad y la propaganda. La vida humana está en serio peligro de extinción en la medida en que sea el hedonismo y el afán consumista, propiciados por esa supuesta libertad, quien domine en el mundo. Es una fuerza arrolladora que derriba muros que, como el de Berlín, pretenden contener el ansia de gozar el placer de tener las cosas que se anuncian como factores de la felicidad.
El caso griego es emblemático en esta materia. Gobiernos neoliberales afines al poder económico europeo (o, mejor dicho, alemán) endeudaron al país para mantener su capacidad de consumir los artículos elaborados en Alemania por obreros alemanes; hasta que se les acabaron los euros y agotaron su capacidad de endeudamiento; esto sin demérito de la consabida corrupción que acompaña a tales regímenes. Hoy, los organismos financieros internacionales y los bancos europeos pretenden cobrar las deudas que, irresponsablemente, generaron en la economía griega, obligando a la imposición de medidas de restricción de lo que antes impulsaron e, incluso, arrasa con lo que se consideró como mínimo ineludible de bienestar en salud, educación y seguridad. Ante esto último, el pueblo se rebeló y en ejercicio de su libertad, llevó al gobierno al partido que le ofrece preservar su derecho a ese bienestar, sin el oropel del consumismo, y recuperar la soberanía perdida. El referendo del próximo domingo será determinante sobre si los griegos se mantienen en el engaño consumista, a costa de su verdadera libertad, o si optan por el difícil camino de fincar su expectativa de progreso en sus propias capacidades. Hago votos por que, de una vez por todas, los griegos vuelvan a ser luz del mundo y ayuden a derrumbar el sistema económico que nos ahoga.
En Nuestra América no somos para nada ajenos a estas luchas. Venturosamente, después de sufrir la negra noche neoliberal, varios pueblos optaron por una alternativa diferente; eligieron a gobernantes que la postularon. Pero, al igual que en Europa, la resistencia al cambio, auspiciada desde Washington, se expresa en la movilización de la oligarquía y sus lacayos para derrocar a esos gobiernos, empleando todo el arsenal de triquiñuelas políticas, económicas y mediáticas de que disponen. Hoy le está tocando a Ecuador ser escenario de tales protestas, cuando el gobierno de Rafael Correa intenta cobrar impuestos a los más ricos, antes beneficiados por los privilegios de la gratuidad. Es la misma mano la que mueve las protestas en Venezuela, en Brasil y en Argentina; la que tumbó al presidente de Paraguay y al de Honduras.
Los griegos deberán saber que no están solos. Que una ola de solidaridad se levanta en todo el mundo; que España está próxima a sumarse en el mismo sentido. Que es la hora de los pueblos en busca de su verdadera libertad. De eso se trata ¿No?
Por último y ya para terminar. No me desgarro las vestiduras por lo dicho por Mr. Trump; por el contario, felicito que diga su verdad, como la que yo digo cuando llamo "pinches gringos de mierda" a los que piensan y actúan como él y que son la mayoría de la franja conservadora de los blancos, anglosajones y protestantes que todavía mandan en Estados Unidos. Coincido en que el TLC no ha servido más que para engrosar las utilidades del gran capital. Ojalá sirviera su dicho para percatarnos de nuestra pertenencia a la América Nuestra, la que comienza en el Río Bravo y sube hasta la Antártida; que nuestro norte es el sur.
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