El campanazo griego

Sobre el caso griego se ha escrito ya casi todo pero, terco como suelo ser, no puedo dejar de meter mi cuchara y dar mi opinión. Desde luego adelanto mi satisfacción por dos hechos: primero el de que el actual gobierno griego haya dado el campanazo de la sorpresiva convocatoria al referendo y, segundo, el importante resultado de casi dos terceras partes del electorado rechazando el paquete de condiciones exigidas por el poder financiero internacional y europeo.

Respecto del primero habría que apuntar que el tema es tabú para el neoliberalismo y sus conspicuos agentes financieros; todo antes que preguntar al pueblo. Ya en uno de los anteriores gobiernos de la crisis griega se había intentado pero, al haber anticipado la información, se produjo la inmediata amenaza desde Berlín y Bruselas contra el intento. No era para menos; habría que recordar que cuando el Parlamento Europeo dispuso que el proyecto de Constitución fuese sometido a referendo por los países miembros, los franceses y los holandeses votaron en contra, con lo que dieron muerte a dicho proyecto obligando al conjunto a operar mediante acuerdos y tratados pero sin el instrumento constitucional. El tino de Tsypras fue el haberlo convocado sin consultar y a muy breve plazo; así no le dio tiempo a la Merkel para aplicar sus conocidos chantajes. Pero esta condición no es exclusiva de Europa, igual o peor sucede en América y la secrecía con que se manejan los acuerdos de reestructuración de deudas; la indiscreción de parte de algún gobernante significa la cancelación del proyecto de que se trate y el endurecimiento de las condiciones. Actualmente se negocia con la más absoluta opacidad el llamado Acuerdo Transpacífico, que se supone altamente nocivo.

Aquí es importante hacer una aclaración. El referendo es un instrumento de la democracia participativa que tiene que tomarse con cierto cuidado. Cuando es convocado por un gobierno al efecto de conseguir respaldo popular, el gobierno lleva todas las de ganar; pero si es la oposición a un gobierno o a determinadas políticas de ese gobierno, el régimen sigue llevando casi todas las de ganar, especialmente en tratándose de tiranías corruptas y de pueblos insuficientemente informados. Personalmente sentí alivio cuando se negó la procedencia del referendo respecto de la reforma energética en México; no obstante que las encuestas eran favorables al rechazo, la capacidad de convencimiento o de coacción respaldarían la criminal entrega que tal reforma significó. Los resultados de la última elección confirman mi temor. Así que más vale andarnos con cuidado sobre el particular.

Por lo que toca al segundo hecho: el resultado a favor del NO, creo que es un gran triunfo para la Grecia abatida (casi al estilo Tlatlaya) y un importante jalón en el progreso del mundo. En un primer análisis lo que logran los helenos es colocar el desvelo en las noches de la Merkel y sus colegas, que tienen un muy delgado hilo por donde procesar la crisis: su condición es de perder y perder, sea que se ablanden o se endurezcan; en tanto que para Grecia, que hoy está en condiciones de pérdida, lo que venga será para ganar. Stiglitz recomienda la ruptura total con el Euro y la UE, con lo que el país podría rediseñar su economía sobre bases propias e idóneas a su condición, de manera de emprender el camino de la recuperación a corto plazo. Esta propuesta tiene viabilidad condicionada a que se registre un acompañamiento en el proceso; parece que Rusia sería una alternativa eficaz al proyecto. Pero el mejor de los acompañamientos será la emulación por otros pueblos, el español en primera instancia con PODEMOS a la puerta del gobierno en Madrid. Ya los islandeses hicieron lo propio hace cinco años y hoy registran un poderoso crecimiento. En Nuestra América también ha habido adelantos con los casos de Venezuela, Argentina, Ecuador y Bolivia, que son casos que muestran el enorme valor de la coincidencia en el tiempo de movimientos de emancipación como el comentado.

El significado de lo que pasa es que ya no es posible seguir alimentando y soportando modelos económicos que sirven para enriquecer a los ricos y rejoder a los pobres, sea entre los estados o entre los sectores sociales en los países. Más de treinta años de experiencia negativa colocan al neoliberalismo en la picota. Lo que hoy se vive en el mundo, cada vez con mayor intensidad, es una lucha de clases: el pueblo contra las élites y sus tecnócratas. Populismo contra elitismo, que reivindica el valor semántico del primero, dada la connotación peyorativa con que sus contrarios, los elitistas, han pretendido desprestigiarlo. Populismo es la política que privilegia los intereses de la población, de manera clara e inmediata; un sistema que propicia el empleo digno y que vierte las riquezas naturales para el bienestar de la población. Otra cosa es la demagogia que ensalza al pueblo y le regala baratijas para destinar lo importante en beneficio de la oligarquía privilegiada.

Por cierto, el Papa, también calificado de populista por sus detractores, convoca a la revolución por la vía evangélica en el Ecuador ante un millón de almas. Enhorabuena.



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Gerardo Fernández Casanova


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