El miércoles pasado el presidente de la Asamblea Nacional en su programa de televisión Con el mazo dando comentó un artículo nuestro en el que reseñábamos La Eterna parranda, un libro en el que el periodista barranquillero Alberto Salcedo Ramos expone cruda y dramáticamente la violencia que sufre el pueblo colombiano desde hace más de medio siglo, y que lamentablemente es ocultada y manipulada de manera obscena por casi todos los medios de comunicación de Colombia y el resto del mundo.
A propósito del comentario realizado por Diosdado Cabello, es que hemos querido publicar este otro artículo, apoyándonos en el mismo texto, con el propósito de facilitar herramientas que le permitan a nuestros pueblos, el de Venezuela, y por supuesto, el de Colombia, elevar la conciencia y hacer una lectura crítica, entorno a una realidad que no es nada virtual, sino que por el contrario, trasciende la semiótica direccionada de quienes, a través de los medios de comunicación, intentan siempre ocultar la verdad de acuerdo a sus intereses ideológicos y mercantiles.
Como lo ha venido exponiendo con profunda agudeza Diosdado Cabello en su programa Con el mazo dando, a propósito del cierre momentáneo de las fronteras de Táchira y Zulia, los medios privados de Venezuela y Colombia banalizan mediáticamente la importancia de las decisiones tomadas por el presidente Nicolás Maduro, con el propósito de que no se perciba en su real dimensión la tragedia que sufre Colombia desde el asesinato de Gaitán en 1948. Tragedia que se ha hecho aún más dolorosa con los gobiernos narcoparamilitaristas de Uribe y de Santos, y ni decir con la intervención neocolonialista de los Estados Unidos en el país de al lado.
En el libro La eterna parranda, que, por cierto le hicimos llegar a Diosdado Cabello, el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos, a través de crónicas como "Cita a ciega con la muerte" que reseñamos en este artículo, relata hechos realmente escalofriantes, y crudos que cualquier desprevenido pudiera pensar que se trata de narraciones de ficción o realismo mágico al estilo garciamarquiano, pero no, las crónicas son y cruel realidad, aunque algunos mercenarios de la prensa y la televisión se obstinen en intentar ocultarla.
Como hiciéramos en el artículo anterior titulado "Diosdado Cabello y la eterna parranda", a continuación transcribimos algunos fragmentos del libro, para que ustedes puedan tener más o menos una idea del drama que Salcedo Ramos presenta a través de sus trabajos periodísticos. No ha sido fácil hilvanar los párrafos sin sacarlos de contexto porque los mismos no están estructurados de forma noticiosa, sino que más bien tienen un estilo literario:
En la crónica titulada "Un país de mutilados", que trata sobre el oriente de Antioquia, la región colombiana más arrasadas por el terror de las minas antipersonales, se puede leer con estupefacción que:
"Desde 1990 hasta el 1º de diciembre de 2007 se han presentado en el área dos mil trescientos sesenta y ocho accidentes, que han dejado mil quinientas veinte victimas – casi la cuarta parte del total registradas en el país - doscientas ochenta y una de ellas murieron en el momento de la explosión. Las otras personas, entre las cuales hay casi doscientos niños, quedaron condenadas a soportar durante el resto de sus vidas los traumas físicos y psicológicos más crueles: órganos cercenados, parálisis, rostros deformados por las quemaduras, cicatrices atroces, ojos descuajados, pánico, depresión, irritabilidad, derrumbe de la autoestima. Algunos sobrevivientes somatizaron su angustia y se volvieron enfermizos. Empezaron a padecer arritmia cardíaca, dolencias estomacales, alteraciones en la piel, nauseas. Otros se aislaron del mundo. Casi todos son campesinos humildes que, después del percance abandonaron sus parcelas y emprendieron éxodo doloroso en busca de auxilio. Se convirtieron así en parte de los tres millones de desplazados menesterosos que, según la agencia de la Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) ha generado el conflicto en Colombia".
En esa misma crónica escribe Alberto salcedo Ramos:
"Tras más de cuarenta años de conflicto armado, los colombianos, hemos ido perdiendo la facultad de sorprendernos frente a la violencia. Lo trágico nos conmueve cuando es exótico o monumental. Un anciano ahogado con su propia caja de dientes o un enamorado reventado de infarto mientras hace el amor en un motel nos resulta más impactante que un campesino inmolado en su parcela. Testigos rutinarios de un circo donde se combinan a diario lo grave y lo risible, solo seguimos con interés los actos extremos sobre todo cuando presentan un ángulo folletinesco de la realidad o cuando comprometen la vida de mucha gente, pues creemos que cinco cadáveres son ,más perturbadores que tres y menos perturbadores que veinte y cinco. Lo demás nos produce apatía"
En en otra crónica titulada "El llamado de la chirimía" , Aleida Moreno , psicóloga que atiende a jóvenes ex militantes de la Farc y de grupos de extrema derecha de las Autodefensas Unidas de Colombia en el Chocó, señala lo siguiente :
"Este es – aún recuerda- el departamento más pobre y atrasado de Colombia. Solo el veintitrés por ciento de sus cuatrocientos setenta mil habitantes cuenta con servicios de agua potable, pese a vivir cerca de varios ríos caudalosos e importantes. La desocupación es altísima, pues prácticamente el Estado es el único empleador. La tasa de mortalidad infantil es de 94 por cada mil (el promedio del resto de Colombia es de 19,5 por mil. En marzo de 2007, por cierto, el país se conmovió con la noticia de que en el Bajo Atrato chocano habían muerto diecisiete niños durante el último mes a causa de una desnutrición severa. Algunas personas suponen que tanto abandono oficial en una población donde el noventa por ciento de la población es negra, obedece a prejuicios raciales. También se menciona, entre las causas de la pobreza, la corrupción sistemática de los políticos locales. Como si fuera poco, los grupos armados al margen de la ley, que se disputan la ruta de la coca en la región y que atosigan a los mineros dueños del oro con impuestos ilegales, han martirizado a la población civil".
Y más adelante relata el periodista colombiano por intermedio de un entrevistado el drama de los jóvenes colombianos que por muchos años han estado vinculados directamente con la violencia organizada:
" Luego están las crueldades, el dolor, los ríos convertidos en vertederos de cadáveres, los pueblos inhóspitos como si hubieran sido desmantelados por la peor peste , los cuerpos desmembrados por sierras eléctricas, el ataque a los civiles con tanques de gas, el secuestro, la orfandad,. Los niños en el conflicto como verdugos y como mártires, las masacres selectivas, la intimidación, el vandalismo ,la anarquía, el pánico colectivo. La zozobra los alcanza cuando descubren que quienes caen no solo son los otros, como creyeron al principio. En la piel de ellos, los duros de la historia, también entra el plomo, y bastante. Por lo general mueren jóvenes, reventados con métodos tan bárbaros como los que ellos mismos despliegan contra sus enemigos. Y se pudren a la interperie como la carroña, en cualquier breña del camino. ¿Alguien los extraña, entonces? Si acaso, sus familias, porque los grupos a los cuales pertenecen pueden arreglárselas con los nuevos muchachos que incorporan a sus filas , para perpetrar la siguiente carnicería . Montaño concluye que exponer la vida de esa forma es lo más estúpido del mundo.
Describe Salcedo Ramos en uno de sus viajes por los pueblos desbastados por la violencia:
"Aunque todavía es temprano, en ciertos sectores del costado derecho de la vía, hay esquinas invadidas por avalanchas de niños que juegan fútbol y conversan a gritos. Están descamisados o en calzoncillos, o descalzos, creciendo como pueden entre el lodo, sin ley ni gobierno. Dentro de pocos años muchos de ellos empezarán a reproducirse con el mismo ímpetu de sus padres. Después se volverán trotamundos y dejarán a sus mujeres solas. Algunos elegirán el camino de la guerra y quizá un día se verán obligados a matar al compañero con el que ahora festejan un gol. Al aíre libre, el muchacho de hoy se convierte en el muchacho del mañana, y durante el interludio, mientras cambia de rostro, se acostumbra a ver en las calles, la multiplicación desmedida de la vida y la muerte
En otro trabajo titulado "Cita a ciega con la muerte", relata la experiencia de funcionarios del gobierno que tienen contacto a diario con la violencia callejera en Bogotá :
"Bogotá es una ciudad de nueve millones de habitantes y mil ochocientos kilómetros cuadrados de extensión, donde anualmente se cometen más de dos mil homicidios. Al horror de hoy le sucede el de mañana, y así se va generando una costumbre que hace ver a la muerte como un simple trámite profesional. Lo suyo es diligenciar planillas, medir ángulos, buscar residuos corporales y, al final, embalar el cuerpo en una bolsa negra, como si fuera un bulto de papas. La repetición del ritual los convierte poco a poco en oscuros notarios fúnebres, con un nuevo modo de sentir y de expresarse: a los muertos le llaman "occisos" y a los charcos de sangre "lagos hemáticos".
Es un acto de deshonestidad intelectual y de falta de ética periodística tratar de equiparar la violencia de Colombia con la de Venezuela ocultando flagrantemente o distorsionando la realidad de ambos países. Los medios de comunicación privados por supuesto que jamás reseñarán el libro La eterna parranda a pesar de que Alberto Salcedo Ramos, su autor, no es precisamente un militante de izquierda o un crítico de los gobiernos de Uribe o Santos, sino más bien, paradójicamente ha hecho comentarios desacertados contra el presidente Maduro.
Esperamos que el libro ya esté en manos del presidente de la AN Diosdado Cabello para que continúe a través de su excelente programa Con el mazo dando, desenmascarando las mentiras de la dictadura massmediática