Dolor en Paris

Los recientes atentados en Paris con saldo de inocentes muertos y algunos otros que si superan la crisis pueden quedar discapacitados de por vida, es un horror que nadie en su sano juicio puede justificar.

Eso amerita un repudio mundial, unánime, de personas, gobiernos y estados. Prepararse, acondicionarse para matar de una manera fría y calculada es un fenómeno que ha estado estimulado fuertemente por las grandes potencias para luego crear los falsos positivos en algunos casos y en otros crear escenarios de guerra, una opinión pública favorable para luego desatar los mas mortíferos ataques a naciones y pueblos inocentes.

Históricamente las guerras siempre han tenido como fundamento la supremacía del más fuerte sobre el más débil, el apoderamiento por la fuerza de riquezas de toda naturaleza y allí confluyen muchos elementos de ambiciones, pasiones, pruebas de elementos modernos de destrucción, competencias, etc., y con esa mezcla no hay quien detenga a los agresores.

La solidaridad mundial con Francia no se hizo esperar, cosa que, a pesar de ser muy justa, contrasta con la poca o casi nula atención que dispensan los que hoy sienten el dolor de Paris como suyo, con los miles y miles de atentados que muchos pueblos sufren a diario durante años. Duele igualmente cuando caen bombas sobre hospitales, jardines de infancia, escuelas geriátricos y sobre cualquier blanco que nada tiene que ver con el conflicto o con la guerra que les han declarado.

Tampoco parece inmutar a las grandes potencias los miles de desplazados provenientes de los países invadidos que llegan a suelo europeo huyendo del horror y la barbarie. Eso también es un atentado contra la vida.

Bastaron solo 2 horas en los atentados de Paris para que la incursión sangrienta fuera declarada una “barbarie”, y acto seguido decidir aumentar los bombardeos y continuar castigando al pueblo sirio. Pero el pueblo sirio lleva 5 años resistiendo la debacle de las más mortíferas armas de destrucción humana. Eso sin contar Irak, Afganistán, Libia y muchísimos otros con guerras de hambre y miseria por generaciones a que han sido sometidos pueblos y naciones enteras.

Duele igualmente, porque también son seres inocentes, los 43 muertos, los degollados, los ataques a un jardín de infancia, solo por mencionar algunos casos reprochables que se produjeron aquí en nuestro país durante las guarimbas declaradas por la oposición durante el año 2014., así como los muertos ocurridos en el año 2012 cuando un mediocre dirigente de la oposición ordenó “descargar la arrechera”, y se desató la locura sangrienta dando como resultado muchas muertes igualmente de personas inocentes.

Pero para ellos no se han alzado las voces de protesta y mas bien han sido minimizados los efectos devastadores ocasionados por esos desadaptados que para nada les interesa la paz del país, hasta el punto de ser considerada una sentencia injusta la aplicada a uno de los autores intelectuales de tan horribles crímenes. Esos también nos duelen.
Pero aparte de eso, no deja de sorprender la absoluta calma con que abandona el estadium el presidente francés al primer detonante permitiéndole estar a salvo a muchos kilómetros de distancia cuando los eventos tomaron fuerza. También sorprende su inmediata respuesta de declarar el país en guerra y como consecuencia de ese evento decidir atacar a Siria de una manera implacable. Esto a todas luces, guarda total similitud con el derrumbe de las torres gemelas de Nueva York y la reacción inmediata del entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica al decidir de una manera sumaria declararle la guerra a Irak, sin mediar investigación previa. Y como si fuera poco, la inmediata aprobación de la Ley Patriot que no es otra cosa que la ausencia total de las garantías ciudadanas en su territorio. Cacería de brujos, en otras palabras.

No obstante, a mi juicio hay dos hechos muy importantes de destacar como consecuencia de ese terrible hecho:
La primera, y para mi muy importante es la reacción del pueblo francés: políticos de todas las tendencias, estudiantes, trabajadores, obreros, jubilados, y todo lo que constituye o se categoriza como “pueblo”, en torno a un sentimiento común: LA PATRIA. Todos han manifestado su repudio y aún los más encarnizados enemigos de Francois Hollande, han estado del lado de su patria y de los más altos representantes del gobierno dejando de lado por los momentos las diferencias abismales que en algunos casos existen. A mi juicio, eso es como una bofetada a nuestros opositores, pues no me queda duda que si algo semejante sucediera en mi país, la fiesta y el sinnúmero de acusaciones que destacaría la oposición contra nuestras autoridades y acto seguido la protección a los terroristas para pedirles que continuaran masacrando al pueblo, no se harían esperar. Ellos son apatridas, sin ninguna duda. Nuestros opositores, desde el menos relevante por su odio inoculado hasta los destacados dirigentes con que cuentan saldrían en manadas a prestarles apoyo logístico a los terroristas para que la matanza continuara. El odio les ciega el entendimiento y sólo tienen en su alma la motivación de las más bajas pasiones.

En amenazas abiertas a nuestro país por parte del imperio, ellos han salido a apostarse al lado de los agresores de siempre. Todo el mundo lo ha sabe.

La otra, es el orden y la disciplina del pueblo francés. Es admirable como pudimos observar el abandono ordenado de los asistentes al estadium, el cual estaba con un aforo completo. De no haber tenido esa disciplina, ese control y esa organización en la salida la estampida hubiera ocasionado más muertes que las ocasionadas por el evento en si. Eso es admirable y un buen ejemplo de control de ánimos, pasiones y organización.
Luchemos porque situaciones de este tipo no se repitan ni en Paris, pero tampoco en Siria, en Libia, en Afganistán, en Serbia, en Palestina, en Bolivia, en Uganda, en Sudan, en Etiopia, etc., etc., etc. y desde luego en Venezuela.




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Marina Guaithero de Maica


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