Los parias venezolanos o la viveza criolla

Créanme mis lectores que he vacilado mucho antes de sentarme a escribir estas notas, sobre como catalogar la situación de desprecio y humillación que estamos siendo objeto los venezolanos en muchas latitudes a donde se han desplazado "huyendo de esta dictadura".

De muchas partes he oído comentarios del lamento de los nuevos parias por ser maltratados y evitados, por decir lo meno, en varias ocasiones en varios países. Hoy somos los colombianos de ayer que cuando se les veía venir, en un gesto medio chistoso y media verdad, el que estaba a la espera se agarraba las carteras "por si acaso". Hasta hace poco, ellos llevaban este estigma, aunque otros latinos no eran diferentes, solo que el racismo que todos llevamos por dentro inclinaba la balanza hacia aquellos por su tinte latino y no hacia los catiritos del sur, llamados originariamente en España SUDACAS, cuyo epíteto se trasladó después a todos los suramericanos, quienes no eran nada diferentes en cuanto a comportamientos marginales, solo que su accionar lo dirigían a objetivos más altos, como el de apoderarse de las prebendas y/o privilegios que se les concedían a los que estaban en condiciones de asilados.

Cuando digo que vacilé en catalogar esta situación es que no sé si lo lamento o lo aplaudo, porque este desprecio, a mi juicio, no lo inventaron las poblaciones receptoras, no, somos los mismos venezolanos que cuando salimos del país llevamos consigo un desprecio por nuestro país, por nuestras costumbres, por nuestras tradiciones, en fin, por todo lo nuestro que con sangre hemos ido logrando cada vez que se nos quiere imponer otra bota encima. Ni siquiera llevan en sus maletas espirituales el orgullo de ser el país más solidario en todo el planeta desde los tiempos de la colonia, cuando el Libertador, el gran SIMON BOLIVAR, no sólo se conformó con darnos nuestra libertad e independencia del yugo español, sino que se dio a la tarea de hacer lo mismo con los países del continente que sufrían la misma tragedia.

SIMON BOLIVAR, nuestro Libertador, valorado por muchos historiadores del mundo, como uno de los más grandes héroes de la humanidad por la epopeya que hizo historia en tiempos que nada tienen que ver con las facilidades que hoy disponemos en términos armamentísticos y de movilización, amén de los cuantiosos recursos que disponen los que declaran las guerras, es vilipendiado, vejado y humillado por los nuevos parias venezolanos. Tenía que aparecer otro genio como el Comandante HUGO Chávez FRIAS, para que los rescatara del témpano en que lo habían convertido los mismos venezolanos. He oído con dolor expresiones de personas con estudios, (pero sin educación a mi juicio), como patean y pretenden humillar la figura de ese insigne hombre que tuvimos el privilegio que fuera nuestro compatriota.

Volviendo al rechazo que somos objeto hoy hasta de países hermanos como Panamá, de alguna manera lo comprendo, pues lamentablemente tengo que decir que la prepotencia de los que han llegado a alcanzar un nuevo estrato social vertical, miran con desprecio a quienes tienen el origen de donde ellos provienen y los miran por encima del hombro. Basta ir a una Oficina Pública para sentir el maltrato en su justa dimensión.

Pero más allá de esto, es que cuando el venezolano sale de su país, no sé porque misterioso enigma, le afloran las más bajas pasiones representadas en actitudes aviesas de transgresión de normas y comportamientos. O al menos se hace más evidente.

Viví algunos años en Paris en los años 80 cuando preparaba mi tesis de Doctorado, que por cierto, lo hice en el tiempo reglamentario y me traje mi "papelito", cosa que el 80% de los becarios de entonces de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, no hizo. Allí pude comprobar que el venezolano que yo tenía en mi mente o el que me había rodeado durante toda mi vida hasta ese momento, no era el prototipo que yo pensaba. Existen ejemplos interminables de casos de raterismo, de incumplimiento de pagos, de pagar con cheques sin fondo, de incumplimiento de horarios, (que en la Francia de entonces era muy reprochable), de pasarse por encima de los torniquetes del metro, de ir a un café y salir como quien va al baño, pero al menor descuido del mesonero se iban sin pagar y en muchos casos con los vasos o copas que tenían en el servicio, etc. Cuando llegamos allí, no había control en la entrada y salida a los almacenes y los grandes supermercados, que luego poco a poco se fue implantando y no digo que toda la culpa era de los venezolanos, pero al menos no tengo en mi mente el recuerdo de uno solo de los que de alguna manera me relacionaba que no hiciera alarde de cuanto habían burlado las normas de manera habitual. Yo fui marcando distancia de ellos.

Había entonces una tienda que se llamaba TATI, y muchos de ellos la llamaban "papá TATI", pues con la ausencia de vigilancia, entraban a medirse ropas sobre todo de temporada, dejaban la vieja en los vestidores y salían muy campantes vestidos con las ropas nuevas. Pero ya antes, cuando tuve la oportunidad de mi primera salida al exterior lo hice a Aruba con un equipo de jóvenes deportistas acompañados con sus representantes, padres, madres u otros. La noche que llegamos cenamos en uno de los restaurantes del hotel, con mesas con mantel y servilletas de tela, pero al día siguiente nos pasaron a un comedor pantry, con mesas sin mantel, servilletas de papel y cubiertos todos torcidos. El cambio era evidente. Pero el horrible momento fue a la salida, 10 días después, cuando hay una orden de la Gerencia de registrar las maletas de todos los venezolanos que estábamos allí hospedados. Deben imaginar la sorpresa. El hotel iba a quedar desvalijado con el hurto de servilletas, cubiertos, toallas, sábanas, almohadas y objetos que estaban en los baños y las habitaciones destinados al uso de los huéspedes.

Pero lo lamentable es que en ambos casos los actores de estos hechos, todos eran profesionales universitarios y en muchos casos provenientes de clase media alta, como el caso de una pareja de médicos valencianos ellos, que fueron esposados y llevados a la comisaria por hurto en un supermercado en Paris de mis recuerdos. Y el desparpajo de protestar y hacer alarde de quejarse ante sus autoridades diplomáticas por el acoso xenófobo y/o racista a que estaban siendo sometidos, era de antología.

Lamentablemente, muchos de ellos, al regresar ocuparon altos cargos dentro de la administración pública y desde luego, su gran aval era haber vivido en Francia y estar conectados con la élite política del momento, aunque el "papelito" no lo hayan logrado.

Repito, el rechazo de que hoy somos objeto, se lo debemos a los mismos venezolanos, el cual en los últimos años al tildar de dictadura nuestro sistema de gobierno, se expresan de su país como lo peor que les haya ocurrido, muchos incluso, al lograr una nueva nacionalidad, ostentan con mucho orgullo la identificación con el país de acogida que con el que les vio nacer. Eso sí, al

volver por alguna circunstancia, en Inmigración de Maiquetía, exigen trato preferencial "porque estoy en mi país", y cuando la ley aquí se aplica es dictadura, pero donde ellos viven ahora, es orden y respeto.

Recoger el agua derramada no es cosa fácil. Ya estamos considerados como desecho social, como bonos basura, perdón, gentilicio basura aún con el dinero que puedan haber llevado, (aunque la gran mayoría está haciendo el trabajo que aquí desprecian y viven de manera nada digna), porque el odio lo llevan consigo, gritando a los cuatro vientos que su condición de paria o de judío errante se le debe a Chávez o a Nicolás, pero los delata su propio proceder.

El boomerang no es cuento chino.



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Marina Guaithero de Maica


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