El vigente Amor Eficaz en Camilo

La acción política, por los tiempos que corren, está muy disminuida. La ausencia de causas legítimas que la determinen, la falta de valores, principios y reglas que sean rectores, y el pragmatismo delirante que se ha apoderado de ella, la han llevado a la plutocracia, el nepotismo, y el exhibicionismo, entre otros pecados capitales que lesionan su alma. No es que antes no los hubiera, pero ahora se han extendido de tal modo, que su presencia se hace dominante.

En tales circunstancias, se hace imprescindible entender la fuerza de la ruptura con esos ditirambos que enrarecen la política; valorar la asunción del compromiso con planteamientos rectores esencialmente distintos a los que hoy prevalecen; poner de relieve la comprensión del riesgo que implica una conducta diferenciada; y resaltar el sacrificio que puede acarrear la acción política determinada por el impulso en la búsqueda de un hombre y una sociedad, realizándose para alcanzar estadios superiores en la ruta civilizatoria. En esta línea, es que emerge el nombre de Camilo Torres Restrepo y su testimonio. Entonces, volver de nuevo a escrutar su vida tiene una vigencia descomunal.

En Camilo Torres hubo una fuerza que lo motivó a la asunción de los actos que movieron su existencia. Hubo una constante en la razón de su vivir: El Amor Eficaz. Cualquiera podría decir que el amor no necesita calificativos, sin embargo, adopta un carácter diferente en el testimonio que pervive en el tiempo, toda vez que se trata del acto de amar, no sólo como el deleite o regocijo que se experimenta como un hecho individual y autocontemplativo, sino como una expresión de amor al prójimo que se traduce en solidaridad.

Se trata, en el decálogo del imperativo cristiano, de "amar al prójimo como a sí mismo." Quien no se ama a sí mismo no puede amar a nadie y nadie puede dar lo que no tiene, pero si puede dar lo que tiene, como acto infinitamente generoso. En otras palabras, aún teniendo a Camilo como el mismo sujeto, la exteriorización de la idea podría ser: Amo porque tengo amor y lo doy, y tengo amor porque, por ustedes, el amor me ha sido dado.

Visto en otra clave, pero sustantivamente con la misma legitimidad de una causa política, Ernesto Guevara de La Serna tuvo un pronunciamiento que se conoce universalmente: "Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor".

Es el acto amatorio que deriva en resultados, tanto para sí mismo, porque se hacen tangibles en el cosmos interior, los regocijos por la dación de amor, como por la cristalización derivada de los actos y de las obras que los ojos ven y la piel palpa, porque en el otro, el amor traducido en obras ha sido recibido. Hecho mágico gratificante en la dación y recepción del amor.

Pero no sólo es así para el dador que experimenta la grandeza de la dación, sino que también lo es para el sujeto singular o plural que es receptor de la acción de amar. En ese movimiento donde el principio y el fin del amor no tienen racionalidad explicativa, se convierte en hecho esplendoroso cuando se trata de un pueblo amado y al mismo tiempo pueblo amante. Ser amante y ser amado al mismo tiempo. Esa sinergia mágica en Camilo, hace que haya una razón para vivir, y para morir, que también es vivir. Todo, impulsado por la eficacia del acto de amar.

Es preciso entender que no es, de ninguna manera, el amor banalizado, vacío de contenido, usado para la ocasión y olvidado enseguida. Desafortunadamente, así se ha impuesto la expresión amor en el desenvolvimiento de la política minúscula que, a mi entender no es política, pero si es mercadería del te doy para que me des, de la lista de los deberes y los haberes, de la puja en la subasta para ver quién da más.

En cambio, el amor como entrega es el que no espera recompensa, pero su vitalidad es tal, que es capaz de abrir la carne para la explosión de un nacimiento, o de abrir la mente para dar a luz canciones, poemas y composiciones, o de romper la tierra para que la hierba y las flores se hagan paso, que es, en definitiva, crear vida que, a su vez es recreadora de vida en un movimiento incesante e infinito.

Entonces, el político para que sea tal, debe encarnar una ética que provoque disidencias o concurrencias, pero está codificada como plataforma de elaboración del hombre y la sociedad en un proyecto por el que se apuesta sin reservas. Asimismo, debe tener una épica, que por su naturaleza no es futura, que no se relaciona con un plan, porque es el resultado de un diario vivir despojado de la palabra hueca, sin farándula, y un existir con la espiritualidad convencida y convincente de que el verbo se hace carne. Palabra con compromiso provisto de esencialidad.

Así comprendida la política, es sustancialmente el amor eficaz al que aludía Argimiro, que era el seudónimo de Camilo Torres cuando se hizo luz en Patio Cemento, San Vicente de Chucurrí, Departamento de Santander, Colombia. Bajo ese entendimiento, entonces, no es aceptable que las cosas de la política sean convertidas en productos de la mercadotecnia televisiva. Por contrario imperio, la concebimos edificándose sobre la base de ese amor eficaz que impulsado por un movimiento continuo y sin fin, se entierra y al mismo tiempo se eleva en la dialéctica de la existencia plena.

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