“Si yo no hubiera nacido en Nigeria y si mi impresión sobre África procediera de las imágenes populares, también creería que África es un lugar de hermosos paisajes y animales y gente incomprensible, que libran guerras sin sentido y mueren de pobreza y SIDA, incapaces de hablar por sí mismos, esperando ser salvados por un extranjero blanco y gentil” -Chimamanda Ngozi Adichie
La visión que se mantiene hoy día sobre el África actual es la visión puramente colonialista, donde Europa representa la luz y la civilización mientras África es vista como la oscuridad y la barbarie.
Esta visión culturalmente racista se refleja sobre todo en los medios de comunicación, donde la mayoría de las noticias presentan a África como un lugar terrible y oscuro. Este modelo propagandístico legitima la intervención del capitalismo occidental en el continente.
A finales del siglo XIX, Henry Morton Stanley, el más famoso de los exploradores del imperialismo inglés, definía a África en sus diarios: “Cuanto más vacilaba yo, más oscuros se me aparecían sus muros altos como torres. Su vista aniquilaba mi fuerza de voluntad. Pero cuando todo se rebeló en mi interior antes esta cobardía, abandoné el claro del día y penetramos bajo la bóveda, a cuya lobreguez y espantosa soledad tenía yo que acostumbrarme ante todo”.
Hoy en día, se sigue presentando al continente de la misma manera: terrorismo, pobreza, hambrunas… Andrew Mwenda nos deja ver que “For example, the 'true' African projected in Western media is a malnourished person living in poverty and misery. If they present a successful African, he is a blood-thirsty dictator and his cohorts, a corrupt civil servant, crooked businessman or a warlord who kills insanely. When an enlightened African is presented, he will be a refugee running away from tyranny, a prisoner of conscience in gulag or a constantly persecuted fighter for democracy and human rights i.e. he will be a victim of his own society. Whatever the motivation; this presentation shows that Africa is opposed to enlightenment and progress.”
Y de este modo, Europa se ha presentado históricamente ante África como la civilización frente al salvaje, o la “democracia” frente a los “estados fallidos”. Así, Stanley decía que “Los africanos me parecen muy tercos, y supongo que llevará algún tiempo obtener algún progreso”. Distinta época, mismo discurso.
El máximo exponente de esta tendencia son las teorías “institucionalistas”, donde las élites europeas y estadounidenses quedan definidas históricamente como “inclusivas” mientras que las africanas se presentan como “extractivas”, obviando toda la etapa colonial y volviendo al darwinismo social y al neoliberalismo más salvaje.
La perpetuación del paternalismo imperialista no se debe a la mente de los africanos, o a la maldad intrínseca de occidente, ni a ningún elemento cultural de origen incierto (recordemos lo que han dado de sí las escuelas culturalistas estadounidenses) se debe, precisamente, a la perpetuación del colonialismo en África, bajo las nuevas formas “neocoloniales”.
Debemos buscar el origen de toda esta propaganda en la realidad social de la que parte, si no queremos reproducir el idealismo histórico de los occidentales. Muchas veces se habla de la “violencia” en África, o del “petróleo” en África, como si fueran entidades ideales, con conciencia propia, que pesan sobre las cabezas de los africanos como un verdadero estigma. El problema radica en el uso interesado de conceptos alejados de la sociedad, abstracciones que obvian la lucha de clases en África.
Efectivamente, en muchos países africanos hay violencia. ¿La violencia de quién? Varios países africanos son petroestados. ¿A dónde van a parar los beneficios del petróleo? Se dice que los líderes africanos son corruptos. ¿Quiénes son los corruptores? Si vemos que como explicaba Andrew Mwenda “the broad spectrum of Western institutions; universities, think tanks, diplomatic missions, mass media, etc. are designed to promote this narrative”, debemos preguntarnos: ¿quién financia y promueve toda esta inteligentzia?
¡Pero no nos engañemos! El imperialismo siempre se ha caracterizado por manejar un doble discurso. Paralelamente al “corazón de las tinieblas” tenemos el eterno optimismo neoliberal, la visión de una África que va por el buen camino, que sigue la correcta senda del capitalismo y de la Troika. “Únicamente gentes muy miopes podían pensar en modificar la doctrina de Marx bajo el influjo de unos cuantos años de auge y prosperidad industrial”, comentaba Lenin. Sería absurdo repetir el “África va bien” de los medios occidentales que, al mismo tiempo, reflejan una imagen oscura y negativa. El capitalismo es dependencia, siempre. El discurso del brillante futuro de África era ya enarbolado por el FMI en los ochenta, cuando se aplicaron medidas totalmente neocoloniales.
Lo mismo ocurre con el folklorismo, donde la historia de África se reduce a elementos culturales cosificados. Almícar Cabral explicaba que “hay mucha gente que piensa que ser africano es saber sentarse en el suelo y comer con las manos. Sí, eso es ciertamente ser africano, pero todos los pueblos del mundo se sentaban en el suelo y comían con las manos. […] tenemos que ser conscientes de estas cosas y tenemos que respetar aquéllas que tienen valor, que son buenas para el futuro de nuestra tierra, para que nuestro pueblo sepa avanzar”. Reducir la historia de África al “orientalismo”, es también una actitud imperialista.
Thomas Sankara ya lo dejaba bastante claro: “Those who wants to exploit Africa are the same ones as those who exploit Europe. We have a common enemy”. Es primordial entender la existencia del neocolonialismo como la forma más avanzada de control imperialista, como la forma más desarrollada de capitalismo. El propio Nkrumah explicaba la voracidad y el peligro de estas formas de dominación: “El neocolonialismo es también la peor forma del imperialismo. Para quienes lo practican, significa poder sin responsabilidad, y para quienes lo sufren, significa la explotación sin desagravio”. La perpetuación más sutil de toda esta visión decimonónica sobre el continente no hace sino reflejar las profundas raíces del imperialismo en África.
BIBLIOGRAFÍA:
Cabral, Amílcar (2014): Nacionalismo y cultura. Barcelona: Bellaterra (Casa África)
Lenin, V. I. (1976) Contra el revisionismo, en defensa del marxismo. URSS: Progreso.
Mwenda, Andrew. The crisis of Africa’s intellectual elite, en The independent, 5/1/2015. URL: http://independent.co.ug/
Nkrumah, Kwame. Nkrumah, K. (1966) Neocolonialismo: última etapa del imperialismo. México: Siglo XXI
Sankara, Thomas. (2007) Thomas Sankara speaks. EEUU: Pathfinder. Wassermann, Jakob. (2005)
Wassermann, Jakob. (2005) Bula Matari. La aventura de África. Valencia: El Nadir.