Nuestra América en grave riesgo

El panorama para Nuestra América se presenta ominoso; en una reedición de la guerra fría, ahora con ropaje económico y con los Estados Unidos enfrentando a China, y sus respectivas zonas de influencia en el sub continente. El enorme riesgo es el de que por la irresponsabilidad y la codicia de los poderosos, sean naciones o grupos de la sociedad, puedan generarse condiciones de desestabilidad precursoras de conflictos armados. La polarización que se registra en toda la zona y su creciente encono como lucha de clases, no encuentra en la fórmula democrática “made in USA” un método de procesamiento eficaz para conjurar los riesgos. Por el contario, su vigencia y la intervención yanqui en su respaldo conducen a la mayor virulencia de sus manifestaciones, no sólo en el sur sino también en Centro y Norte América, incluidos los propios Estados Unidos en el que el proceso electoral se tiñe de expresiones de la protesta e insatisfacción sociales.

Obama ha distinguido a Venezuela otorgándole el estatus de “peligro para la seguridad nacional de los Estados Unidos”. Reverendo despropósito (DPP) que amenaza a los patos para que respeten a las escopetas y se dejen matar. Esto, si lo ve uno desde la óptica de la lógica, pero que toma cabal sentido cuando es el requisito del congreso para que el presidente de los Estados Unidos pueda intervenir sin cortapisas en los asuntos internos de ese país hermano, incluso con las armas. No es un simple documento inocuo, como lo han querido presentar los gringos, sino que lleva toda una carga de profundidad, habida cuenta de la existencia de siete bases del ejército yanqui en suelo colombiano con capacidad para imponer sus designios, llegado el caso extremo.

Venezuela, como punta de lanza que ha sido del proceso emancipador, es el primer objetivo a dominar. La virulencia de las acciones de la derecha ultraconservadora: el desabasto y el contrabando inverso que envía productos esenciales subsidiados a Colombia y a otros países limítrofes, haciendo un pingüe negocio con el hambre del pueblo; la propaganda negativa que exacerba la sicosis del desabasto, provocando  compras desmesuradas y alimentando la especulación; la presencia de paramilitares colombianos (no combatidos por su gobierno) que provoca frecuentes roces fronterizos en espera de alguna reacción susceptible de escalar la violencia, entre muchas otras formas de desestabilización en marcha. En esta combinación se crea el caldo de cultivo ideal para que, por la “muy democrática vía electoral”, los provocadores del desastre capitalicen la angustia social y se hagan de los votos de quienes son sus víctimas. Así hoy tienen mayoría en la Asamblea y pretenden revocar el mandato de Nicolás Maduro.

Igual sucedió en Argentina, tal vez con menos dramatismo, pero con la misma pauta y similares resultados. Después de diez años de constante desgaste mediático al gobierno de Cristina Fernández, y con la ayuda de la guerra económica, la derecha se hizo de la presidencia con Mauricio Macri a la cabeza, cuyo desempeño a escasos cuatro meses de su llegada lleva todo un rosario de medidas antipopulares, muy apegadas al recetario neoliberal. El pueblo argentino está en la calle defendiendo sus derechos, ahora arrebatados por los buitres en el poder.

No es diferente la lectura de lo que sucede en Brasil, con la absurda cuanto ilegítima defenestración de la presidenta legalmente electa por 64 millones de votos. La orquestación del boicot económico y la protesta social clasemediera se han enfilado a acabar con el prestigio de Lula que, en su momento fue calificado como el mejor presidente en toda la historia del Brasil; no se le perdona que su éxito se haya fincado en el hecho de haberse emancipado de la tutela del FMI y de la dependencia respecto de USA. También las calles de todo Brasil expresan el coraje del pueblo contra la corrupta clase política que instrumenta el golpe de estado legislativo. La olla puede reventar.

Nada halagüeño podrá esperarse de estas batallas; la derecha, como en México, enquistada en el poder y el pueblo en la calle protestando cada vez con mayor encono; la violencia será la consecuencia lógica aunque indeseada.



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Gerardo Fernández Casanova


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