Nicaragua: a 27 años de la Revolución ¿regresa el Sandinismo?

Se cumplen 27 años del triunfo de la Revolución Popular Sandinista en aquel ya lejano 19 de julio de 1979. Al mismo tiempo el país se prepara para ir a elecciones presidenciales el próximo 5 de noviembre. ¿Regresará el sandinismo al poder?
Más allá de todas las críticas que pueda hacérsele al Frente Sandinista de Liberación Nacional -justas y necesarias, sin dudas- para una visión de derecha éste sigue presentándose como la opción de izquierda. ¿Es de izquierda hoy realmente el FSLN? Aunque lo sea muy moderadamente, en la mira de Washington y de la derecha local sigue siendo impresentable, una amenaza que recuerda viejas épocas, viejas luchas. Además, en la estrategia hemisférica del imperio no cabe un triunfo más de las izquierdas electorales; si no, ahí está como prueba lo que se hizo en Perú para impedir el triunfo de Ollanta Humala, o en México con el fraude ante Andrés López Obrador. Daniel Ortega y el sandinismo siguen siendo símbolos que el imperio no tolera.

¿Qué quedó de la década de revolución, de esos esperanzadores años transcurridos entre 1979 y 1990, cuando junto con el muro de Berlín se desploma también el sandinismo en elecciones democráticas? A decir del ex vicepresidente Sergio Ramírez, desilusionado de los vaivenes políticos internos del Frente -y no sin una dosis de resentimiento- no quedó mucho. "Lejos de los ideales de origen, y sin ninguna de las ilusiones de transformación de la realidad del país cumplidas, pareciera no haber ninguna herencia de aquellos años dramáticos que conmovieron al mundo".

Hoy día Nicaragua es el segundo país más pobre en Latinoamérica, por detrás de Haití. Con contrastes extremos entre opulencia e indigencia, un 80 % de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, y de ese porcentaje, un 45% está en la miseria. La imagen de ciudad moderna que intenta dar la capital Managua, con centros comerciales y hoteles lujosos inexistentes durante los años de la revolución, no logra ocultar una realidad calamitosa: el desempleo y el trabajo informal tienen niveles altísimos que no puede maquillar la instalación de maquilas, y mientras ahora se consiguen todos los productos y marcas afamadas que el bloqueo estadounidense no permitía en otros tiempos, crece la miseria generalizada. Los servicios básicos, antes subvencionados por el Estado, ahora son prohibitivos luego de las indecorosas privatizaciones que trajeron los tres gobiernos neoliberales que se sucedieron: Violeta Barrios de Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños. En las áreas rurales, aquellas donde se libró la feroz guerra de "baja intensidad" financiada por la Casa Blanca a través de "la Contra" y que costó 50.000 vidas a los nicaragüenses y 17.000 millones de dólares en pérdidas -causa real de la derrota de la revolución- la situación no se diferencia mucho a la de los años del somocismo: continúa el latifundio junto a los campesinos sin tierra, y el analfabetismo y las mismas enfermedades crónicas de siempre ya son endémicos.

Completan el cuadro de desesperanza para la gran mayoría de la población, además de estos terribles retrocesos que los años de neoliberalismo trajeron casi como venganza sobre los logros de la revolución sandinista, los acontecimientos políticos que siguieron a su derrota electoral en 1990. La democracia interna nunca llegó al FSLN, lo cual fue trayendo distintas escisiones. Las posiciones más revolucionarias fueron hechas a un lado por la vieja dirigencia, que pareció adherirse cada vez más a sus cuotas de poder en vez de emprender genuinas autocríticas. Habiendo dejado el gobierno en medio de una bastante bochornosa "piñata", donde a último momento y con la desesperación de un náufrago manoteó recursos del Estado para constituirse en una advenediza burguesía de nuevos ricos, buena parte de esta dirigencia del Frente, aunque manteniendo un discurso semi progresista, en la práctica terminó siendo un elemento político reaccionario que se amoldó a los nuevos tiempos. Co-gobierno, se le llamó. El FSLN dejó de ser una verdadera oposición política a las nuevas políticas privatizadoras impuestas por el imperio (llegando, por ejemplo, a aprobar el Tratado de Libre Comercio con el gobierno estadounidense en el 2005). Esto se agravó a partir del año 1999 cuando su dirigencia llega a un pacto con el entonces presidente Alemán, a espaldas del pueblo, donde se reparten cuotas de poder político y el silencio respecto a su descarada corrupción -se le acusó del robo de 100 millones de dólares del erario público-, apañándolo finalmente en su situación de preso preferencial (no devolvió lo robado, guarda prisión en su propia casa y siguió manejando abiertamente su partido político: Liberal Constitucionalista).

En ese panorama bastante desolador, con una población hambreada y desencantada, aunque la plaza se llene de gente este 19 de julio, ¿el sandinismo verdaderamente es una opción de cambio para las grandes mayorías?
Sigue teniendo un voto histórico duro de un 30 % del electorado. Las divisiones internas que fueron sucediéndose no lograron sanearlo realmente. La opción de un moderado como Herty Lewites -en buena medida bien visto por la propia embajada estadounidense- no llegó a ser nunca una verdadera opción renovadora. Muerto recientemente Lewites de un paro cardíaco, eso en verdad no plantea una conmoción en el panorama político, porque su inserción popular era pequeña y bastante minúsculo su caudal electoral.

A todo esto debe agregarse el injerensismo descarado del gobierno estadounidense en los asuntos internos de Nicaragua, igual a como lo hace en cualquier país latinoamericano, pero con una desfachatez aún mayor aquí. Recuérdese, como muestra, que el presidente Roosevelt pudo afirmar sin vergüenza que "Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". El embajador de Washington en Managua es una figura clave en la política nacional, a veces más que los propios políticos vernáculos. Por lo pronto la administración Bush apuesta sus cartas por uno de los dos candidatos de la derecha, Eduardo Montealegre, ligado al presidente saliente Bolaños. El otro candidato de la derecha, José Rizo, está unido a la figura del corrupto Alemán, y para la Casa Blanca no es la mejor ficha.
Para la estrategia imperial lo importante a lograr es no permitir el triunfo de nada que suene a popular, a izquierda, a cosa que se le vaya de las manos, como está pasando con Chávez en Venezuela, o Evo Morales en Bolivia. Es decir: golpear ante cualquier posibilidad de reivindicación latinoamericanista que cuestione sus tratados de libre comercio. Por eso se vuelven a azuzar los fantasmas del "castro-comunismo". Valgan como ejemplo declaraciones del candidato Montealegre: "Así como en los años 80 se trazó la raya para que no se expandiera el comunismo, hoy vamos a trazar la raya en Nicaragua para que el intervencionismo y expansionismo de Chávez no se pasen a Centroamérica".
Según el analista político Aldo Díaz Lacayo "Estas serán en realidad las elecciones nicaragüenses más intervenidas por Estados Unidos. Más que las de 1928 y de 1932. Con el agravante de que éstas lo fueron bajo la intervención militar directa, que despertó el rechazo de la comunidad internacional; mientras que las de noviembre de este año están siendo intervenidas desde ahora mismo con la complicidad de esta comunidad, toda de corte neoliberal".
En estos momentos las encuestas dan a Daniel Ortega la preferencia en el voto. De todos modos es muy aventurado afirmar qué terminará sucediendo en noviembre. Buena parte de la población sandinista está decepcionada de sus dirigentes, aunque no encuentren la forma de cuestionarlos abiertamente. Su falta de principios, su co-gobierno con administraciones neoliberales corruptas, la forma en que se excluyó de la dirección a personalidades de reconocida militancia revolucionaria, la falta de recambio (Daniel Ortega es candidato presidencial por quinta vez), todo eso ha desilusionado hondamente a amplios sectores sandinistas. Agrava este descontento la elección del vicepresidente de la actual fórmula: Morales Carazo, uno de los ex jefes civiles de la contrarrevolución, consejero y amigo personal de Arnoldo Alemán (de hecho, padrino de su segundo matrimonio), artífice del Pacto Alemán-Ortega. Si en las elecciones pasadas esa masa popular votó por el sandinismo, fue por una cuestión histórica, emotiva, para no darles el voto a los liberales. ¿Pero votarán hoy de nuevo por el FSLN?

Si algo prima en los nicaragüenses en la actualidad es la apatía política, dado el descrédito en que ha ido cayendo esta actividad. Cuando recientemente hubo que verificar las cédulas de votación, sólo un porcentaje muy pequeño lo hizo. El pueblo pareciera estar cada vez más escéptico ante las componendas secretas, y su única y real preocupación es la pobreza crónica que nunca se termina, de la que nadie se ocupa efectivamente, salvo aquella revolución socialista de la que ahora se cumplen 27 años, pero de la cual parecieran no quedar mayores rastros.

Ojalá la plaza se vuelva a llenar de gente este aniversario. Pero un encendido discurso electoral en circunstancias emotivas no es la revolución. Ojalá el abstencionismo no triunfe en noviembre. Queda la duda si los liberales de Arnoldo Alemán van realmente por la presidencia, o ya está pactado el apoyo tácito para Daniel Ortega a cambio de la libertad para aquél e importantes cuotas de poder para su partido en el congreso. Ello no es improbable. Todo lo cual ratifica que la construcción del poder popular es algo muy pero muy complejo.

Ojalá, finalmente, que el espíritu revolucionario impulsado por la revolución del 19 de julio de 1979, el genuino y honesto empuje popular sin pactos secretos ni nuevos ricos disfrazados de populares pueda volver a encenderse, no sólo para Nicaragua, sino para toda Latinoamérica, para todos los excluidos del mundo. ¡Sandino vive, la lucha sigue!


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Marcelo Colussi

Psicólogo. https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33 https://www.facebook.com/Marcelo-Colussi-720520518155774/ https://mcolussi.blogspot.com/

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