Los últimos días, con sus horas, minutos y segundos, han sido sumamente duros en mi vida profesional e intelectual. Por un lado, tuve la necesidad de demostrar, contra todas las dificultades posibles, incluyendo el abuso de poder, de qué estoy hecho intelectualmente. Y por otro lado, la partida física de personalidades cercanas a nuestro pensar ideológico, sobre todo, la figura de Fidel Castro Ruz, un hombre de quien me copié la frase "ese hombre que camina por ahí", y un visionario que supo imponer un punto de vista integral y holístico, en una sociedad transculturizada y agobiada por la influencia de los "lobos del hombre" modernos, representados por los grandes imperios y el capital económico global.
Rehacer la hazaña que hizo Fidel Castro con su Cuba Socialista, es imposible con los actuales seres humanos que ocupamos esta época histórica; antes que nada Fidel demostró dominio de la escena política nacional e internacional y mantuvo un discurso coherente con los valores del hombre. Presentó una carta humanitaria a una humanidad enferma y pervertida. Se le ha acusa de todo cuanto los cobardes pueden acusar a un ser humano que trasciende, que deja huella. Si hoy la derecha mundial lo califica de "dictador", es porque no tienen cómo calificar la hegemonía de un hombre que le habló a su pueblo desde el corazón revolucionario y tuvo la grandeza de entregarle toda una vida como estadista, como conciliador y como pacificador en los momentos más crudos de la Guerra Fría.
Fidel, no puede ser valorado desde los rotulados de las grandes agencias internacionales; el propio Mario Vargas Llosa, escritor de una militancia consciente en la derecha mundial, expresó de él palabras de reconocimiento a un hombre que supo lidiar contra más de seiscientas confabulaciones, en donde su vida estuvo en peligro, y supo rodearse de la lealtad y el patriotismo de su pueblo. La empatía de Fidel Castro con Hugo Chávez, lejos de ser vista como un acto de traspaso de la guía del socialismo, constituyó un acto de amor pleno por Latinoamérica. Ambos nacieron con un ideario propio, con una convicción clara de que los pueblos se liberan cuando son capaces de autodeterminarse; cuando son capaces de imponer a los especuladores del capitalismo global, sus reglas de juego para negociar y comercializar los recursos naturales de los pueblos. Ese encuentro entre Castro y Chávez, constituye el binomio perfecto para entender el camino de las alianzas hacia una Latinoamérica bolivariana que restrinja el uso y abuso de su territorio por parte de la mano imperialista; es una conducta, la de estos dos grandes líderes, caracterizada por el respeto a la dignidad de los hombres y al valor de la historia y cultura que ha modelado a esos hombres.
Es ante la partida física de Fidel Castro que nos unimos al dolor puro y sincero de los pueblos pobres Latinoamericanos que esperamos se siga fortaleciendo su legado y surjan muchos líderes convencidos en seguir impulsando ese camino de independencia y de Patria que hace posible construir progreso y elevar los valores culturales de un hemisferio que fue sentenciado por la historia a ser rebelde y a conquistar sus propios espacios.
Volviendo a la nota con que inicié estas reflexiones acerca de Fidel y su ausencia física, valga enviar un breve mensaje a aquellos que en los espacios particulares de mi universidad (UNELLEZ), se dieron a tarea de difamarme, de inventar modelos de conducta que no representan el valor cognitivo ni gnoseológico conque he alimentado mi carrera profesional; actuaciones que van desde el tilde rastrero movido por la envidia, hasta la cacerola ruidosa de inventos y manipulaciones para inferir cuestionamientos tomados de los cabellos, cuya mayor agresión es la duda, porque los hechos tumban por fuerza propia cualquier discurso contrario a mi condición humana.
Cuando la lucha ideológica se combina con argumentos estériles y rastreros, la tristeza es mayor. No hay contendor que me pueda confrontar en el campo de las ideas, solamente hay "chismografía", "palenquería", "injuria", que busca receptores sutiles y perversos. A ellos, que sea la bienaventuranza la que les dé cobijo, sigo con mi lucha por adecentar los valores éticos y de transformación universitaria, que echen por tierra esas reuniones ególatras y alcabalas creadas por la burocracia académica para tener espacios de poder, donde puedan maltratar a los estudiantes y llevarlos a escenarios tristes de chantaje y manipulación. Estar en contra de los valores subterráneos de una academia que se pervierte y busca pervertir a sus aliados, es un asunto muy serio para pasar indiferente. Por ello, como lo haría Fidel, no otorgo escenarios pero dejo en claro que existe un ataque despiadado, brutal, crecido en el imaginario de gente indolente que se ha vestido de frac y de levita, para pasar como académicos de alta rectitud pero cuyo juego es entregar las banderas del amor y la excelencia.