Nos hallamos sin quererlo (y, gran parte de la humanidad, sin saberlo al detalle) en medio de una guerra continua, planeada, promovida, financiada y protagonizada de distintas formas por el imperialismo gringo y sus socios capital-militaristas de la OTAN. El objetivo estratégico central de tal guerra no es otro que el de alterar la realidad geopolítica de diversas regiones de nuestro planeta, como ya se esbozara y pusiera en práctica durante la presidencia de George W. Bush respecto al Medio Oriente y el papel que le correspondería ejercer al sionismo en esta conflictiva región.
Por eso no debe sorprender a nadie que el imperialismo estadounidense haya recurrido a tácticas abiertamente terroristas, luego de las invasiones a Afganistán, Irak y Libia, patrocinando -junto al régimen israelí y la monarquía medieval de Arabia Saudita- la conformación del denominado Daesh, una agrupación de mercenarios supuestamente islamistas, que ha cometido todo tipo de crímenes de lesa humanidad y, aun así, se le encubre mediáticamente haciéndolos ver que combaten a un régimen «opresivo» en territorio sirio, al cual habría que derrocar de cualquier modo para salvaguardar la «democracia» y los «derechos humanos», lo que se complementaría con la agresión saudita al pueblo de Yemen.
Además de estos hechos visibles, dicha guerra se libra asimismo en el plano económico, reflejándose en las crisis que agobian a una porción creciente de naciones, incluyendo a EE.UU., y las políticas xenófobas y racistas implementadas por algunos gobiernos europeos, cerrándoles las puertas a millares de personas que migran de sus países de origen en búsqueda de una vida mejor, en muchos casos, víctimas de los conflictos fomentados por las grandes corporaciones político-empresariales que rigen el sistema capitalista. Esto tiene sus consecuencias directas en la percepción que tenga la población en relación a sus gobiernos, incitándola a escoger como alternativa a sus problemas a políticos y empresarios que planteen soluciones en el marco de los programas o planes neoliberales
No debiera extrañar, ni obviarse, que esta inusual guerra se apoye en las estrategias de manipulación diseñadas por los acaudalados conglomerados del entretenimiento y de las comunicaciones al servicio del imperio global, las cuales paulatinamente han estado imponiendo en sus naciones (lo mismo que en las nuestras) la realidad de una sociedad asustada, víctima del miedo generado por un terrorismo, generalmente carente de rostro, el cual podrá ser identificado -en cualquier momento y en cualquier latitud- con el rostro de quien decidan los poderes hegemónicos. Es una guerra olvidada cada día, gracias al impacto producido por los medios de información que resaltan problemas que afectan en lo inmediato a cada persona y, en otros casos, amortiguada mediante el cine y la televisión.
Vista la humanidad en conjunto, nos hallamos envueltos en una guerra con un propósito muy claro: destruir -a gran escala- los diferentes avances obtenidos por la humanidad en materia política y social, de manera que ella se resigne a cumplir el rol, simplemente, de dócil masa trabajadora y consumidora, incrementando de esta forma las arcas de sus explotadores capitalistas y viéndose obligada a sacrificar buena parte de los derechos sociales y laborales alcanzados en los últimos cincuenta años, sin que la motive otra aspiración que la de poder sobrevivir.-