El inicio de la investigación oficial por corrupción contra Michel Temer, presidente interino de Brasil, ha intensificado las protestas en la nación brasileña para pedir elecciones. Esto recibe un tratamiento por parte del Gobierno de los Estados Unidos y sus cadenas mediáticas muy diferente al dado a las manifestaciones violentas en territorio venezolano.
Haciendo un recuento, Temer llega a la presidencia de Brasil por propinar el enjuiciamiento de la expresidenta Dilma Rousseff bajo la acusación de pedaladas fiscales. La separaron de su cargo para adoptar políticas neoliberales sin el consentimiento popular. A esto se suma que, hace un par de días, el mandatario de facto manifestó que no haría elecciones el próximo año cuando corresponde: aunque no está ahí por el voto popular, mientras que a Dilma la eligieron 52 millones de brasileños.
Recientemente, cuando el pueblo de Brasil ha salido a protestar a las calles, autoridades estadounidenses le hicieron un llamado a mantener la calma. Algo parecido pasó con el impeachment contra Rousseff: los medios de difusión jugaron un papel fundamental en su condena, refirió el expresidente Lula da Silva.
A diferencia de la nación brasileña; en Venezuela a causa de las manifestaciones convocadas por la oposición venezolana han muerto más de 60 personas. Es incuestionable que ninguna muerte favorece al Gobierno y detrás de cada una, la derecha local tiene comprobada responsabilidad.
Finalmente, aquí hablan de represión por parte de la Guardia Nacional cuando han asesinado a efectivos policiales. Su interés: sustentar la matriz de opinión de violación de Derechos Humanos, y así justificar una invasión. De ahí que promuevan que existe una dictadura y creen una realidad virtual para invadir. Para ello, niegan a un presidente constitucional y ahora una Asamblea Nacional Constituyente en proceso, resultado de un sistema democrático participativo.
