Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona
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Con la victoria de Moon Jae-In en Corea del Sur el período de tensión en la Península de Corea es posible que finalice. Con la llegada el poder el nuevo presidente, Corea del Sur podría esperar una acentuada declinación de las hostilidades con Corea del Norte como también una reanudación del diálogo con China.
La esperada y muy anticipada victoria fue confirmada en Corea del Sur el 9 de mayo pasado con el candidato Moon imponiéndose en la carrera presidencial a sus rivales Hong Joon -pyo del Partido Libertad de Corea y Ahn Cheol-soo del Partido Popular. Luego de la renuncia y consecuente detención de la ex presidenta Park Geun –hye luego de un gigantesco escándalo de corrupción, la opinión pública dejó de apoyar a su partido y favoreció al principal representante de la oposición, un abogado de centro-izquierda especializado en problemas humanitarios.
Moon pasó varios años en el partido de oposición abogando por una mejor cooperación en la región y un diálogo con Pyongyang como también con China lo cual representa un gran contraste con el pro americanismo de Guen-hye. Siguiendo la línea de Duterte en las Filipinas, Moon intenta reanudar el diálogo con todas las partes con el objeto de no limitar sus opciones en el plano internacional. Tal enfoque representa la esencia de un orden mundial multipolar, es decir, cooperación y diálogo con todas las partes con el propósito de conseguir un resultado donde todos ganan.
Observando la situación en la región, la victoria de un político que pareciera tener todas las intenciones para negociar acuerdos en vez de apoyar una escalada militar, pareciera brindar un futuro esperanzador para China y sus vecinos.
El nivel de cooperación y comercio entre Corea del Sur y China es fundamental para la economía de ambos países de manera que el regreso a la mesa de negociaciones sobre el emplazamiento del sistema THAAD constituye un indicio que las comunidades empresariales de China y Corea del Sur valoran profundamente.
La Estrategia de Duterte
Una vez más Estados Unidos se enfrenta a un escenario similar al filipino. Históricamente Corea del Sur y las Filipinas fueron siempre dos fundamentales aliados de Estados Unidos, más preocupados de los intereses de Washington que de sus propias agendas políticas.
Durante las últimas décadas, los dos países han sido gobernados por políticos cuidadosos de no alterar las sensibilidades de aquellos que diseñan la política norteamericana. Corea del Sur y las Filipinas se encuentran en el corazón de la política que Barack Obama denominó el Pivote Asiático, dicho de manera más explícita, una política que apunta hacia la contención de China y su expansión hegemónica regional en Asia.
Siguiendo el enfoque y las amenazas del gobierno de Trump contra Corea del Norte en las últimas semanas, la guerra pareció muy posible en la península. Pero con la victoria de Moon probablemente ha sido permanentemente excluida como una posibilidad. Durante algunas entrevistas semanas antes de la elección, Moon declaró que una guerra entre Corea del Norte y Estados Unidos sería una carga imposible de sostener por parte de Corea del Sur. Moon es sumamente realista acerca de la disuasión convencional que posee Corea del Norte aún más que la disuasión del desarrollo nuclear.
Aunque Trump ha dicho que está dispuesto a reunirse con Kim Jong –un, la mayoría de sus decisiones parecieran depender de los halcones que lo rodean. Observando los primeros cien días del gobierno de Trump, estos demuestran un notable divorcio respecto de sus promesas electorales debido a la influencia de los generales que él nombró y que han producido las diferentes escaladas en las regiones candentes del mundo. En resumidas cuentas, las intenciones y declaraciones de Trump, que hasta cierto punto constituyen la posición de Estados Unidos en la región, parecieran estar dirigidas por generales y por el círculo interior de su familia.
Afortunadamente para el mundo, las tentativas en Siria y Afganistán no han significado gran cosa, como el bombardeo de la base aérea de Shayrat o el espectáculo que dieron en Afganistán con la MOAB (sigla en inglés: Bomba Aérea al Vacío de Potencia Aumentada).
El THAAD para Dividir
El despliegue del sistema misilístico THAAD (sigla en inglés: Sistema de Defensa de Área de Gran Altitud) continua como parte de una actitud belicosa hacia Corea del Norte. La fuerte y sólida retórica de Pyongyang está justificada y no sorprende dado el contexto y las amenazas que enfrenta el país luego de las provocaciones de Estados Unidos. El despliegue del THAAD ha tenido consecuencias tales como el aumento de las tensiones entre Corea del Sur y China. La victoria de Moon va en sentido contrario a la meta de los diseñadores de política norteamericana en Washington con el objeto de aislar a China. En este contexto, el acelerado emplazamiento del THAAD antes de la elección surcoreana obligaría al posible ganador –Moon—a enfrentarse con un hecho consumado. Este primer caso deja en claro cuál será la actitud de Washington hacia el nuevo presidente de Corea del Sur.
El THAAD también ha sido emplazado con el propósito de exacerbar el elemento más frustrante entre Seúl y Beiyín: Corea del Norte. La medida fue tomada con toda la intención por parte de Washington con el propósito de presionar a Seúl. El THAAD reúne todas las características de un Caballo de Troya. Instalado para reasegurar a un aliado (Seúl) contra una amenaza --falsa-- (Pyongyang) se convierte en un arma contra China instalando un sistema a solo unos pocos cientos de kilómetros de sus fronteras, sistema que potencialmente podría afectar las fuerzas estratégicas nucleares de China. Los militares norteamericanos aceleraron el emplazamiento del THAAD sabiendo que esto pondría al futuro presidente en una situación difícil y que el retiro del THAAD no sería fácil debido a la enorme presión de parte de Estados Unidos.
Quizás este sería el primer desafío para Moon, utilizar el desmantelamiento del THAAD como un medio de intercambio con Beiyín para regresar a una relación de cooperación. Si Beiyín da crédito a las buenas intenciones de Moon en cuanto a eliminar el sistema THAAD y pudiera iniciar una disminución de las sanciones impuestas sobre Seúl en represalia por el emplazamiento de tal sistema por parte de Estados Unidos.
El Mundo Multipolar al Rescate
En este escenario uno no debe cometer el error de creer que la victoria de Moon signifique que un importante aliado de Estados Unidos interrumpa su apoyo a Washington. Como siempre en una época de transición desde un mundo unipolar hacia uno multipolar, la presión que Washington decida aplicar a Corea del Sur afectaría el carácter de la alianza Estados Unidos-República de Corea. Estados Unidos tendría que abandonar su postura guerrerista tan apreciada por Mattis, McMaster y el Almirante Harris, comandante de la flota norteamericana del Pacífico. En cuanto a esto, Tillerson –como realista que es—podría ser el hombre adecuado en el lugar adecuado para negociar con Moon. Tal vez sería posible resolver el problema totalmente negociando con Corea del Norte, aunque eso parezca poco probable dada la presión que el estado profundo ejercería sobre el gobierno para seguir utilizando a Corea del Norte para fomentar la inestabilidad en la región.
A esto se debe que gran parte del futuro de la región seguirá estando subordinado a potenciales negociaciones entre Beiyín, Pyongyang y Seúl en la Península de Corea, especialmente luego de la victoria de Moon. Si estas tres naciones tienen éxito y encuentran un terreno común en el cual labrar un sendero propicio para la reconciliación, la región se beneficiaría enormemente. Por supuesto que dentro de este contexto, quien perdería influencia sería Estados Unidos. Si Washington desea mantener su relevancia, deberá abandonar su plan de contención de China a través de la Península de Corea, explotando los problemas de Corea del Norte. En cambio si decide sabotear cualquier acuerdo de paz en la península, solo conseguiría que Seúl y Pyongyang se unan aún más, para gran satisfacción de Beiyín.
Estos últimos años han presenciado crecientes enfrentamientos entre la configuración del viejo orden mundial, basada en el caos y la destrucción dirigida por Washington y el nuevo orden multipolar que se enfoca en oportunidades para que todos ganen, diálogo y cooperación sincera. Si Washington decide no aceptar las nuevas reglas del juego, donde ya no podrá imponer la ley, terminará infligiéndose más daño a si mismo que cualquier otro país extranjero pudiera causarle. En los hechos concretos, aceleraría la formación del mundo multipolar y metería en la cama al mundo unipolar para siempre.
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