Desafiando la hilera de nuevos edificios empresariales posmo
parecidos a frascos de perfume, el tumulto marcha decidido por todo el
quartier gerencial del municipio Puteaux atravesando la explanada
peatonal de Parvis hacia el árido Arc de la Défense.
Avanzan indetenibles, luciendo sus trajes de tres piezas Giorgio
Armani, sus corbatas Versace, sus cinturones Boss, sus camisas
Lacoste, sus lentes oscuros Adidas, consultando nerviosamente sus
relojes Vacheron&Constantin, pisando firme con sus calzados Bugatti.
En segunda fila, como debe ser, siguen ellas exhibiendo sus trajes
sastre Dior, sus maquillajes de firma Occitaine y Guerlain Méteorites,
sus foulards Hermés, sus collares Schoeffel, sus dijes Georg Jensen,
sus carteras Louis Vuitton.
Una fragancia de Chanel Demoiselle, Hypnose de Lancome y
Dolce&Gabbanna flota sobre la ventolera que barre las áridas
edificaciones de bancos y agencias financieras.
La primera fila agita pancartas amenazadoras con atrevidas consignas:
"¡Ni Libertad, ni Igualdad, ni Fraternidad!" "¡Prohibido permitir!
¡Seamos realistas: no pidamos nada!" Y "¡La falta de imaginación al
Poder!"
Rompiendo la formación, algún exaltado grita a voz en cuello sus
exigencias: "¡Perrier! ¡Perrier! ¡Dom Perignom!"
Pero la mayoría desdeña vocear consignas para el vulgo que la
contempla, y las transmite con gesto altanero para sus íntimos en
wattsap y las redes sociales con sus celulares Ipod y Galaxy última
generación.
Por el espacio radioeléctrico dominado por monopolios informáticos,
entrechocándose al entrecruzarse, vuelan raudos los slogans
libertarios: "¡Liberación de precios!" "¡Liberación de intereses
bancarios!" "¡Liberación de tarifas de servicios públicos!"
"¡Libertad de especulación!" "¡Libertad de fuga y lavado de
capitales!" "¡Tratados de Libre Comercio!" "¡Tratados contra la doble
tributación!" "¡Contratos de estabilidad tributaria!" "¡Zonas
especiales libres de legislación laboral!" "¡Leyes de Promoción y
Protección de Inversiones Extranjeras!"
A estas arrebatadoras consignas responde el populacho de gerentes
bancarios y financieros hacinado en la Torre First –el más alto de los
rascacielos de la Defénse- haciendo titilar las luces LED de sus pisos
innumerables.
El contacto con sus masas enardece a los manifestantes, que arrecian
sus emotivos mensajes de texto: "¡Muera la Historia!" "¡Fuera los
extranjeros metéques!" "¡Al mar con los inmigrantes!" "¡Muerte a los
sudacas!" "¡Francia para los franceses!"
Tras ellos, vergonzantes, miméticos, eurocéntricos, anhelando
integrarse pero temerosos del rechazo, mostrando apenas los signos
leves de una heterodoxia light, los representantes de la leal
izquierda del capital aplauden la intervención de la OTAN en Libia y
en Siria y en donde sea.
Una amenazadora fila de gendarmes con escudos y cascos guarda bajo los
brazos sus bastones y aplaude fervorosamente a los manifestantes.
Marcialmente se cuadra para saludarlos una representación de los
30.000 efectivos franceses involucrados en operaciones militares en
Europa, en departamentos de ultramar de su soberanía, en operaciones
militares propias o con bandera de la ONU, la UE o la OTAN y en bases
permanentes en países aliados.
A la voz de "¡Capitalistas de todos los países, uníos!", los
manifestantes se unen en avasalladora ovación antes de marcar tarjeta
en sus oficinas de los rascacielos áridos como lápidas funerarias.