Nunca vuelvan a preguntarme si fue en vano la Revolución.
Se hereda el ardor contra los tiranos
Los muchachos nacieron con escuela
Llevan la sabiduría en la sangre.
Gioconda Belli[1]
Cuando el 16 de abril de 2018 el gobierno de Daniel Ortega y su vicepresidenta y esposa Rosario Murillo firmaron la ley de reestructuración de la Seguridad Social a pedido de la Misión Técnica del FMI[2] que en febrero de este año terminó una de sus periódicas supervisiones a la economía nica, no imaginaron que su próxima acción legal oficial sería anular ese mismo decreto. Lo hicieron obligados por una rebelión para la que ya no es suficiente el recule de la ley contra los pensionados, una rebelión que está incendiando el país y que con el paso de los días se ha puesto como objetivo lograr justicia para sus muertos y terminar con el gobierno. Cuando estallan, los volcanes no avisan.
Esa rebelión se inició apenas dos días después de la sanción de la ley pedida por el Fondo. Ortega-Murillo debieron suponer que ocurriría, como en muchas otras oportunidades en las que, al menos desde 2014, sino desde mucho antes, lograban desbaratar movimientos de lucha por medio de una represión indiscriminada y feroz y que luego volvería la tranquilidad.
Esta vez no fue así. No contaban con la rebelión estudiantil a la que se sumó una parte importante de la población. Desde entonces y hasta el momento de escribir este texto, 56 días luego de iniciada, la rebelión fue creciendo, con sus lógicas idas y vueltas, en masividad, intensidad y contundencia. Lo mismo que fue aumentando la respuesta despiadada del gobierno. Al día de hoy con más de 87 tranques[3] con los que los manifestantes impiden el tránsito en gran parte del país y con miles de camiones imposibilitados de cruzar territorio nicaragüense, que obstaculizan el comercio de Centro América. Y centenares de barricadas para intentar impedir las incursiones nocturnas conjuntas de policías y para policiales del gobierno, para cazar a los estudiantes y otros rebelados en los barrios de al menos 4 ciudades importantes, con un insipiente “dialogo” suspendido, y con un costo humano de más de 140 muertos, decenas de desaparecidos y mil heridos. En Nicaragua, se viven momentos decisivos de lo que podría caracterizarse como una revolución democrática en curso.
La rebelión quebró el pacto gobernante
Ortega llegó al gobierno montado en la Revolución Sandinista de 1979 que derrocó al Dictador Somoza. Y gobernó hasta 1990, cuando pierde las elecciones con Violeta Chamorro, la viuda del periodista y dueño del diario La Prensa, asesinado por la dictadura somocista. La crisis económica por años de guerra civil e injerencia imperialista y por los graves errores y las capitulaciones del gobierno sandinista, llevaron a ese resultado. Que, dicho sea de paso, ya desde antes del inicio de su segundo mandato a partir de 1984, había perdido prácticamente todo su impulso y carácter revolucionario, y ayudaba través de los Acuerdos de Contadora y Esquipulas I y II[4] a la derrota de la revolución centroamericana.
Pero la vuelta al gobierno de Ortega en 2007 y su permanencia hasta la actualidad, al contrario que en 1979 fue producto de un pacto que se fue construyendo desde hace años con los principales sectores del capital nacional y extranjero, con los sectores de la iglesia más reaccionarios, respetando el esquema neoliberal que introdujeron sus antecesores, Chamorro y Alemán, y profundizándolo, de lo que son una prueba los acuerdos y supervisiones constantes del FMI.
Largos años de estabilidad política donde banqueros, empresarios y corporaciones realizaban lucrativos negocios, en los que se iba formando una nueva burguesía “rojinegra” estrechamente asociada al poder y vinculada económicamente a la tradicional. Años en los que se le garantizaba a los sectores más retrógrados de la Iglesia, entre muchos otros privilegios, la ley anti aborto más medioeval que se conozca, en la que se penaliza hasta las interrupciones terapéuticas del embarazo. Mientras todo esto sucedía, Ortega-Murillo y su camarilla avanzaban paso a paso, escudados con un discurso antiimperialista vacío, hueco, falso y en el control político y social prácticamente absoluto del país. Un control que hasta hace poco incluía al Ejército, sobre el cuál se han abierto muchos interrogantes.
Este escenario construido en base al miedo, al clientelismo y al control represivo de la población por un gobierno que fue perdiendo el pudor por el atropello constante de las más elementales formas democráticas, meses antes del 18 de abril parecía que se mantendría por años.
Pero cuando las protestas fueron tomando forma, y se iban demoliendo los símbolos y los monumentos del régimen, como esos “arbolatas”, unos esperpentos de latón y luces led que simulan árboles, invento de Rosario Murillo como iconos de una nueva religión pagana, burocrática, sucedió lo que hasta entonces nadie creía que pudiera pasar: el miedo cambió de lado. Y el pacto que durante una década había mantenido el estatus quo, se quebró.
Y los empresarios y la Iglesia convocaron a movilizaciones en un intento por ordenarlas y contenerlas, pero no pudieron con el impulso espontaneo de ese pueblo harto de tanto mal trato. Y el Ejército declaró que su papel constitucional no era reprimir al pueblo y el Arzobispo empezó a tejer una mesa de diálogo en la que convencer a Ortega y Murillo que les había llegado la mala hora. Que de lo contrario se corría el riesgo de que el ventarrón que se había desatado arrasara con toda la estructura política y social del sistema que habían montado en esta década en la que controlaron el poder a su antojo.
¿Adelantamiento de elecciones con Ortega o la estructura del orteguismo en el poder o gobierno provisional que convoque a un proceso constituyente y una Asamblea Constituyente Soberana?
El 16 de mayo, luego de mucho trajinar se instalaba la mesa de dialogo convocada por la Iglesia católica. La reunión se realizaba en el Seminario Interdiosesano. Estaban convocadas todas las supuestas partes en conflicto. Los empresarios y las federaciones campesinas, la “sociedad civil”, en la que luego de un intenso forcejeo, entraron representaciones de estudiantes, además de Ortega y Murillo.
Cuenta el periodista y escritor Martín Caparros en un reportaje realizado desde el lugar de los hechos, que el evento debía comenzar con un discurso de Ortega, pero la rebelión metió la cola en la Mesa de Dialogo. Fue cuando el joven estudiante de 20 años Lesther Alemán tomó la palabra antes de que el presidente empezara su discurso y dijo: “No estamos aquí para escuchar discursos… que lo hemos escuchado por 12 años…. Estamos aquí para discutir la salida de su gobierno…”[5] El presidente y su esposa se quedaron mudos.
Desde entonces no se volvió a convocar formalmente el “Dialogo”. Sin embargo fue tomando forma la propuesta realizada por la Iglesia y los empresarios de unas elecciones adelantadas. Incluso noticias del 12 de junio adelantan que sería aceptada por Ortega. La Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia ha expresado en el Dialogo que la negociación debería incluir aparentemente la renovación de la institución que organiza las elecciones. Detrás de la propuesta de darle una salida “constitucional” a la crisis, no propone la salida inmediata del gobierno.
Pero la autoorganización de esa fuerza espontanea, de la que Lesther, el estudiante de comunicación, fue el instrumento, entendió lo esencial, no se trataba de escuchar discursos, se trataba de discutir la salida del gobierno Ortega-Murillo.
Dos posibilidades se presentan hoy en la resolución de la crisis. Una la que proponen los empresarios y la Iglesia católica. Adelantar las elecciones con las mismas o casi las mismas reglas que diseño Ortega y la otra es que los miles de “Lesther Alemán” que están poniendo el cuerpo y los muertos en la rebelión, organicen un gobierno provisional que inicien un proceso constituyente y convoquen una Asamblea Constituyente Soberana para cambiar todo lo que en Nicaragua debe ser cambiado.
Y esto es posible: El movimiento que está derrocando al gobierno Ortega-Murillo, ya ha demostrado que puede organizar la vida cotidiana para la lucha, que puede establecer normas para enfrentar a las Turbas[6] y a las fuerzas policiales del régimen. Esos jóvenes, esos campesinos, esos trabajadores, ya han demostrado que puede organizar la alimentación y el transporte, porque ya lo está haciendo en algunas ciudades. Son ellos, los que están organizando la defensa contra las fuerzas represivas, “los que ponen los muertos”. Son los miles y miles de Lesther que hay en todas las ciudades del país liderando la rebelión, los que tienen que construir de manera auto organizada y democrática ese gobierno provisional.
[1] Escritora y poeta nicaragüense reconocida internacionalmente, fue miembro del Frente Sandinista de liberación durante la revolución de 1979, ocupó varios cargos en el gobierno a los que renunció en 1984, distanciada con la dirección de Ortega. La frase pertenece a una poesía reproducida por la Revista Viento Sur, en su sitio web. http://vientosur.info/spip.php?article13860
[2] Declaración del Equipo Técnico del FMI, “El desempeño de la economía en 2017 rebasó las expectativas y las perspectivas para 2018 son favorables. A fin de minimizar los posibles riesgos desfavorables, Nicaragua necesita seguir fortaleciendo su marco de políticas, para lo cual deberá: (i) apresurar la aplicación de la ley sobre tributación internacional, reducir el gasto tributario, racionalizar los subsidios y poner en práctica una reforma integral de la seguridad social, (ii) ampliar el perímetro de supervisión, (iii) reforzar el marco de combate al lavado de dinero y al financiamiento del terrorismo, y (iv) crear reservas financieras internamente y aumentar aún más las reservas internacionales”.
[3] Tranques. Cortes o trancas de rutas para impedir el tránsito vehicular.
[4] Acuerdos de Esquipulas I y II Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Acuerdo_de_Esquipulas
[5] Martín Caparros “El Misterio de la revoluciones” https://www.nytimes.com/es/2018/05/29/revoluciones-daniel-ortega-nicaragua-caparros/
[6] Se les llama Turbas a las fuerzas para policiales de motorizados al servicio del gobierno.
*Fuente original: www.Anticapitalistasenred.org