Ya se le conoce como "El Muro de la Vergüenza". En retribución a los fa vores recibidos durante años de genuflexión y servilismo, el gobierno de George Bush acaba de aprobar finalmente la Ley que dará soporte jurídico al muro que comenzó a construir EEUU en su frontera con México, desde 1994.
Contrario a la Gran Muralla China, considerada una de las maravillas del mundo, erigida hace más de dos mil años, éste que están levantando los gringos no tiene ningún objetivo de defensa frente a supuestos ataques de huestes mongolas, sino repeler a los hambrientos "pies mojados" que quieren cruzar su frontera en busca del espejismo del sueño americano.
Es cruel y humillante para los mexicanos. Es un insulto a su dignidad y a la de miles de latinoamericanos víctimas de las injusticias sociales; atosigados por propaganda enlatada que nos viene del norte y que sugiere que el máximo de la felicidad sólo se alcanza mediante el bienestar económico; alienados por la desigualdad, el atropello y la pobreza.
México es, después de Canadá, el principal socio americano. Juntos integran un mercado común que ha forzado en varias ocasiones a la nación azteca a darle la espalda a sus hermanos latinoamericanos. Pero la lealtad de los sucesivos gobiernos mexicanos poco le importa a Bush. El muro abarcará una extensión de más de mil cien kilómetros de largo y en su construcción se invertirán entre dos mil y nueve mil millones de dólares.
El tramo levantado hasta ahora desde 1994 ha provocado que los inmigrantes que intentan cruzar la frontera tengan que hacerlo por los lados más peligrosos, el desierto de Arizona entre ellos, lo que ha ocasionado la muerte de más de tres mil personas desde esa fecha. Se calcula que casi doce millones de inmigrantes viven indocumentados en EEUU. Ellos son los que hacen el trabajo que ningún gringo quiere: son la mano de obra para limpiar sanitarios, recoger basura o los obreros de fábricas en las cuales les pagan una miseria.
Al mismo tiempo que se anunciaba la aprobación de la Ley del Muro, se conoció que la empresa Halliburton, la misma del vicepresidente Cheney, ha elevado sus ganancias este año un 42 por ciento, gracias a los negocios que tiene en Irak. Qué descaro.
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