Cuando los poderosos pierden su poder -valga la redundancia- pierden a la vez su honor, su palabra, su credibilidad; y es eso lo que hoy también vemos que los EE.UU., va perdiendo, después que el nuevo secretario de Estado Mike Pompeo, sin el menor rubor afirmara este viernes que su país y México son: "vecinos, socios y amigos".
Desde luego la condición de vecinos es algo de lo que por la fatalidad geográfica, no pueden escapar de esa fatalidad mexicanos y norteamericanos. Lo de socios también es algo que obedece más al tipo de relaciones que los gobiernos antecesores al del flamante, pero aún no posesionado López Obrador mantienen y mantendrán hasta que el gobierno de López obrador decida desmontar como parte de un nuevo modelo económico y social que a su concepción ideológica. Pero lo que ya es una hipocresía es que sean de amigos como Pompeo ha tratado diplomáticamente dorar la píldora después de las despectivas con las que Trump trató a los mexicanos.
Ciertamente que nadie desea que la inquina se incube indefinidamente entre yanquis y mexicanos, pero de que la opinión pública mundial esperaba antes de las adulonas declaraciones de Pompeo, por lo menos eran una disculpa pública; no de Pompeo sino de Trump que trató de la peor manera a los mexicanos.
Trump está acostumbrándose a lanzar cualquier tipo de epíteto sin que por ello recoja lo dicho. Así atacó a los mexicanos, después a los africanos -a quienes calificó de países de mierda- y a todo aquel que es víctima de su malhumor de magnate hecho a la mala.
Es cierto que López Obrador, recientemente electo con mayoría absoluta, aún no ha sido posesionado, y ese motivo le impide hablar en nombre de los mexicanos, pues deberá aguardar hasta diciembre para que una vez posesionado represente; y haga respetar al pueblo mexicano, que esperemos lo haga para entonces, pues me parece hasta de mal gusto que Trump transfiera a Mike Pompeo lo que a él como calumniador que es le toca dar la cara.
La reciente elección de López Obrador ha despertado mucha simpatía en todas parte; y no sólo porque se ha roto con aquella hegemonía esculpida en el espíritu como una fatalidad democrática definida por el PRI, y a la que a los mexicanos se le prohibía excederse ni exasperarse.
Claro que con este nuevo horizonte democrático que para México parece traer López Obrador, deberán despejarse y aclararse el tipo de relación que mantendrá con Trump; las mismas que no deberán pasar sólo por las de respeto; sino porque el "emperador" yanqui comience pedir disculpas por sus ofensas, en vez de mandar a Pompeo a que ponga la cara de suave hijo de puta.