“Que el fraude electoral jamás se olvide”

Inventando la historia

Confieso que ignoro lo que va a pasar el 20 de noviembre y, menos aún, después de esa fecha. Creo que el mismo Andrés Manuel también lo ignora. Está claro que en esa fecha se cumplirá el acuerdo de la Convención Nacional Democrática para que López Obrador rinda protesta como Presidente legítimo de México y que, a partir de ella, ejercerá tal función. Los amigos me preguntan sobre el sentido de tal operación y, confieso, no tengo respuesta fácil que dar; sólo se me ocurre contestar con otra pregunta: ¿Crees que el 2 de julio se registró un pavoroso fraude electoral? Si la respuesta es negativa procede una nueva pregunta: ¿Por qué, entonces, no se aceptó el recuento de los votos? Con la cual mi interlocutor queda desarmado. Si la respuesta es afirmativa, procede una nueva pregunta: ¿Crees que debamos conformarnos con el fraude? Generalmente la respuesta es un rotundo no. Entonces mi única respuesta a la pregunta original es: el 20 de noviembre se dará cuerpo al rechazo al fraude del 2 de julio. Ni más ni menos.

¿Y de ahí? Preguntaría el vecino más común y más corriente, y el suscrito, haciendo acopio de la mayor seriedad intelectual posible, contesta: pues…¿Quién sabe? En efecto, ignoro que va a suceder pero sí sé lo que no va a suceder. Por lo pronto, el régimen espurio no va a tener una cómoda toma de posesión; es probable que la tenga de manera vergonzante, como han sido la ausencia de Fox en la lectura de su VI Informe, el traslado de la ceremonia del aniversario de la Independencia a Dolores Hidalgo, Gto. o la cancelación del desfile del 20 de noviembre, y se autoinvista como presidente, en su casa, a las 00:00 horas del 1 de diciembre, para evitar que los legisladores del Frente Amplio Progresista le armen un número de repudio.

Algo que tampoco sucederá serán las reformas estructurales a que se ha comprometido: ni la hacendaria, que ampliaría el IVA a alimentos y medicinas; ni la laboral, que eliminaría la protección legal al trabajador; ni la energética, que entregaría los recursos nacionales al capital extranjero, ni muchas otras de las medidas impuestas por el Consenso de Washington. Si la oposición camaral no bastase, las calles darán cuenta del repudio a tales medidas.

Otra cosa que no va a suceder será la gobernabilidad del país. Oaxaca está mostrando la ruta. Con o sin AMLO, la gente ya no soporta más el estado de cosas que hoy se vive. El más mínimo conflicto se convertirá en la gota que derrama el vaso del aguante social, motivos sobran. Los agravios particulares dejaron de serlo para socializarse. El campesino desplazado o el obrero parado o el pequeño empresario quebrado, ya no ve su problema solo, se identifica al causante con claridad. Gobernar así será imposible.

Tampoco sucederá que la Presidencia Legítima actúe como simple oposición, al estilo de los gabinetes de sombra europeos. Su razón de ser está en la convicción del fraude electoral. En tal virtud, se erige como otro gobierno, sin lo recursos y sin la fuerza pública formales, pero con la fuerza del pueblo.

Ciertamente que los textos no ilustran sobre algo similar. La experiencia es inédita e insólita. Nos toca en suerte inventar la historia. Ojalá lo podamos entender.

gerdez999@yahoo.com.mx


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Gerardo Fernández Casanova


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