Él, el japonés, en verdad no lo mencionó, porque seguro estoy que no sabe el nombre, como dijo Maduro que no sabía el del presidente de Colombia, pero si sabe el funcionario asiático, la lección y guión que trae, el mismo que le mandaron de las 132 bases que EEUU tiene en Japón.
Si alguien trata mal a chinos y japoneses, son los gringos. Los odios y prejuicios acrecentados en la segunda guerra mundial, cuando los segundos combatieron al lado de las fuerzas de Hitler, siguen tan vivos como entonces.
Como chinos y japoneses se parecen tanto que a uno confunden, pese nuestra habitual humildad y cuidado al decidir cuando se trata de las personas, a los gringos, quienes no se paran en formalidades y cuando arrancan atropellan a quien se les atraviese, para muestra basta observar a Trump, la cultura estadounidense los trata como si fuesen lo mismo. Basta que el tipo tenga los ojos oblicuos y el pelo bastante liso, para llamarlo generalmente chino. Todos son chinos para ellos y hasta mejor, porque de esa manera les toman y califican de "comunistas". No tiene nada de raro que eso de llamarle "raza amarilla", que suena como muy peyorativa, racista, la haya inventado algún gringo.
La cultura estadounidense, esa que se manifiesta a través del cine, muestra su racismo cuando generalmente vincula a los delincuentes con negros, latinos y asiáticos. Sobre todo con japoneses pero que parecen chinos. Pásese el lector sólo una tarde viendo esas estereotipadas películas de "acción" gringas, para que confirme lo que he dicho. Pero en el caso de los asiáticos y particularmente los japoneses, ese cine, generalmente no se conforma con presentarles como delincuentes, mafiosos si no brutalmente violentos y crueles en exceso. Si alguien ha sido "brutalmente violento" en este mundo con alguien, fueron los gringos con los japoneses cuando casi finalizando la "segunda guerra mundial", a mediados de la década del cuarenta, le lanzaron aquellos dos bombazos sobre las pacíficas y tranquilas ciudades de Hiroshima y Nagasaki. A Vietnam lo dañaron en exceso, regaron napalm y cuanta cosa dañina habían inventado sin respeto por la vida de la gente, porque también tenían los ojos rasgados y el pelo liso. Eran también como chinos.
De estas cosas me acordé cuando leí las declaraciones del canciller de Japón, llamado Taro Kono. Pero lo que más me llamó la atención, es como el japonés volteó la boca, como para que los labios cambiasen de forma y los ojos oblicuos y de mirada pacífica de los japoneses, los "emponzoñó" y hasta los puso redondos, como para que lo percibiésemos como un gringo que viene en la vanguardia de un cuerpo de asalto.
"Compartimos (con Perú) la visión de que Venezuela debe rendir cuentas a la comunidad internacional sobre todos los problemas que la afectan, incluidos los económicos y sociales".
Lo primero que uno observa es que el japonés no tiene ni la más "pura" idea de lo que está hablando. Tanto es así que dijo "Venezuela", esta expresión envuelve a los venezolanos todos, "debe rendir cuentas a la comunidad internacional". Además "Venezuela debe rendir cuenta de los problemas que la afecta", un disparate descomunal, más si lo comete un diplomático y jefe del servicio en su país. Es decir, debe rendirle cuentas a Japón y Perú. Vamos a suponer que el japonés habló a los "cimborriazos", como parece ser el estilo diplomático de ahora, pero por qué, si es justo, estricto y equilibrado, no pide averiguar sobre la vida de los peruanos y el comportamiento del recientemente defenestrado PPK, el "perrito faldero" y las patrañas de Alan García y el "Cholo" Toledo. ¿Por qué no pide cuentas por el cambalache asqueroso de la clase política peruana que terminó en la amnistía de Alberto Fujimori? No protesto por la amnistía, pues como un viejo amigo, suelo decir que a los niños y ancianos no se les pasan facturas, pero envolverla en un negocio sucio de la política es tan asqueroso como lo que hizo el expresidente amnistiado. Pero al japonés eso no le pasó por la cabeza y no porque Fujimori sea de su mismo origen, sino porque él baila al mismo ritmo de los gringos, pese que aquellos dos bombazos pudieron acabar con la fiesta.
En la isla japonesa de Okinawa hay 32 de las 130 bases norteamericanas en todo el país asiático. Muchas de ellas están en pleno centro de ciudades y han provocado constantes incidentes con los ciudadanos. Según nota de prensa «Los ciudadanos están hartos de los constantes incidentes y accidentes que ocurren en los lugares donde hay bases estadounidenses. Esto ha provocado un sentimiento muy antiamericano en Okinawa, sobre todo por parte de los jóvenes." Pero también porque no olvidan los bombazos, más si en las ciudades destrozadas un mediodía cuando dormían la fiesta, están aún vivas las huellas.
Es demasiado frecuente las constantes protestas de los ciudadanos de Okinagua en las afueras de esas bases, por el peligro que ello envuelve y las garantías que el gobierno, como en Colombia, otorga a los norteamericanos que operan en ellas. Tales como darles salva conducto y extra territorialidad en caso que cometan algún delito. Toro Kono, habla de "pedirle cuentas a Venezuela" y pasa por alto que su país, con anuencia de su gobierno, está invadido por fuerzas extranjeras.
Pero Taro Kono, quien viene de allá lejos, tan lejos que aquello le llamamos "el lejano oriente", cree que uno no les sabe su historia y se atrevió a hablar como lo hizo, tan imprudentemente que ni siquiera se refirió al gobierno, asunto que no es tampoco de su incumbencia, sino a los venezolanos todos. Dice la nota que Kono, cabeza de cono llamaba un maestro nuestro a alguien cuando algo no entendía, "felicitó a Perú", otra vez mete a un país todo, por gestionar para que Venezuela recupere la democracia. El tipo, quizás por eso de ponerse como a revirar los ojos y perder su dulce oblicuidad por una redonda y expandida de odio, no tuvo tiempo de enterarse que apenas hace unos días al presidente le tuvieron que sacar por corrupto y en su lugar pusieron a un compañero suyo.
¿Y qué hace ese señor por estos lares? Pasó por Colombia y luego se fue al Perú, donde se reúne el "Grupo de Lima", ese mismo empeñado que se prenda una guerra civil en Venezuela o los gringos encuentren motivos para invadirnos. Más bien, por la humildad inherente a todos los asiáticos, que no son tal como esa figura estereotipada de delincuente cruel que de ellos venden los gringos a su propio pueblo para incentivar el odio y el racismo , debería clamar que los venezolanos encontramos la forma de resolver como nos corresponde nuestros problemas. Las bombas de Nagasaki e Hiroshima y otras tantas barbaridades más, no están en el pasivo nuestro.